Reportaje

Nuevo Mestalla, el estadio de nunca acabar

Las obras del estadio del Valencia siguen paradas diez años después de la colocación de la primera piedra

Imagen del Nuevo Mestalla tomada este miércoles MIKEL PONCE
Alberto Caparrós

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Entre el primer partido disputado en el Wanda Metropolitano el pasado fin de semana y el estreno de Mestalla allá por 1923 han transcurrido 94 años. Casi un siglo separa al estadio más nuevo de España del decano de cuantos albergan en la actualidad encuentros de Primera División.

El estallido de la crisis inmobiliaria y financiera se cruzó en el curso de la historia del Valencia Club de Fútbol, que hace ahora poco más de diez años – agosto de 2007 – puso la primera piedra del que iba a ser su flamante nuevo estadio.

Un campo, que con el nombre oficioso de Nuevo Mestalla, preveía una inversión de 260 millones de euros sobre una parcela de 90.000 metros cuadrados; estaba diseñado para albergar a 75.000 espectadores; y contemplaba la construcción de una zona comercial y un hotel de lujo.

Apenas un año y medio más tarde el sueño de disponer de uno de los mejores estadios de Europa se truncó. El 25 de febrero de 2009, las empresas encargadas de la construcción del recinto abandonaron las obras. La asfixia financiera de un Valencia endeudado hasta límites insostenibles tras la gestión del constructor Juan Bautista Soler en la presidencia le impedía continuar afrontando los pagos tras haber gastado 125 millones de euros en la ejecución de los trabajos. Las obras, además, había estado marcadas por la tragedia. En mayo de 2008, un accidente labor se saldó con la muerte de cuatro trabajadores. Un siniestro que acabaría marcando un punto de inflexión .

Operación urbanística

Desde el punto de vista económico, la venta de las parcelas del viejo Mestalla -la piedra angular de la operación urbanística para permitir la mudanza del club - no se producía y, desde entonces, el gigantesco bloque de hormigón a la salida de la ciudad por la Pista de Ademuz se ha convertido en el icono de la crisis económica que no solo afectó al fútbol, sino que se llevó por delante a Bancaja, la CAM, el Banco de Valencia y la televisión autonómica Canal 9.

Detalle del Nuevo Mestalla captado este miércoles MIKEL PONCE

La inauguración del flamante Wanda Metropolitano tras unas obras ejecutadas en menos de cinco años sobre el antiguo estadio de La Peineta y un coste de 310 millones de euros ha vuelto a poner el foco sobre el nuevo Mestalla. Mientras que el acuerdo entre las Administraciones madrileñas y el conjunto colchonero ha permitido convertir el estadio concebido con motivo de la candidatura a los Juegos Olímpicos en la nueva sede del Atlético en un tiempo récord de apenas un lustro, en Valencia no han fructificado los intentos de retomar las obras.

Amadeo Salvo lo intentó tras acceder a la presidencia en 2013. Para ello, propuso el rediseño del proyecto original de Mark Fenwick para reducir los costes en sesenta millones. Necesitaba cien para acabar la obra y evitar la «subasta» de la entidad. No los consiguió y arrancó el proceso de venta del club.

Peter Lim, el magnate de Singapur que se hizo con la mayoría accionarial del Valencia, no ha puesto fecha a la reanudación de las obras, que en el pasado ejercicio ya generaron un deterioro de 29 millones de euros en el balance del inmovilizado de la entidad.

Lim debería aportar los cien millones de euros necesarios para finalizar el estadio y los plazos comienzan a apremiar.

De hecho, el alcalde de Valencia, Joan Ribó , ha advertido ya de que el club deberá demoler el viejo Mestalla entre 2012 y 2023 para cumplir con el compromiso adquirido en la operación urbanística que impulsó las obras del nuevo estadio.

Al igual que el Atlético de Madrid, el Valencia ha tenido de cara a las Administraciones. El Ayuntamiento de Valencia aprobó en 2007 las modificaciones del planeamiento urbanístico que permitían la recalificación de los 85.000 metros cuadrados sobre los que se asienta el viejo coliseo. De esa forma se podrían levantar nueve torres de dieciéis alturas con capacidad para albergar 630 viviendas de alto nivel, además de un colegio, un centro de salud y un parque.

Con el dinero geneado por las plusvalías el Valencia dispondría de liquidez para cambiar de estadio, aumentar su masa social y generar nuevos ingresos. El guión, sin embargo, jamás se cumplió.

Ribó ya ha expresado que el Ayuntamiento ha querido ser «paciente» con el club y ha anunciado que se le «darán las máximas facilidades». Con todo, el alcalde advierte de que el Valencia «debe presentar un plan de actuación». De esa forma, en el horizonte de 2023 se situaría la inauguración del nuevo Mestalla . Dieciséis años después de la colocación de la primera piedra.

Imagen de las obras paralizadas del Nuevo Mestalla MIKEL PONCE

Para ello, el Valencia debe encontrar comprador para las parcelas de su actual estadio, que están hipotecadas por 175 millones , de los cuales el grueso corresponde a Bankia (155) y el resto a CaixaBank. Aquel que quiera hacerse con los terrenos debe asumir ese peaje, mientras que el club ha de lograr en paralelo una vía de ingresos para que las máquinas vuelvan al nuevo estadio con la garantía de que ya no se vuelvan a paralizar, según ha admitido el director general del club, Mateu Alemany .

De esa forma, los aficionados del Valencia seguirán viendo desde la distancia el Wanda Metropolitano mientras celebran el centenario del club -en marzo de 2019- todavía en el viejo Mestalla.

Solo una recuperación deportiva que devuelva al equipo a la Champions e incremente los derechos de televisión se antoja como la vía para que la actual propiedad acometa la reanudación de un estadio, convertido en el símbolo de aquellos años de vino y rosas que acabaron en una pesadilla de la que la afición valencianista, en contraste con la del Atlético de Madrid, no se ha despertado.

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