Cristina Seguí - EL CSEGUI

El mercado de invierno socialdemócrata

«Un exteniente sobre fondo lila podemita se reconvertía en una especie de Bond pacifista»

Cristina Seguí
VALENCIA Actualizado: Guardar
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Estoy disfrutando a lo grande del «gran hermano» electoral que se ha armado entre el final del «mercado de invierno» de los fichajes políticos y las próximas elecciones. Todo ese ritual pagano por el que el nuevo miembro -o «miembra» para evitar la ofensa de mis congéneres feministas y ganarme el cabreo póstumo de Lázaro Carreter- habrá de transitar, abandonando el agnosticismo civil para abrazar el misticismo político del congresista con la venia del electorado.

Tanto si te has tirado al río cual bisoño civil, como si has dado un paso al frente con el espíritu bélico de un JEMAD, aquí podrás encontrar algunos ejemplos prácticos que te ayudarán a superar con éxito el rito de iniciación de tu nueva tribu política.

Renuévate. No hay reto ni candidato imposible. Así que, como buen progre, ante este primer desafío tiraremos del Yes, we can de Obama. Vean por ejemplo el increíble caso del exJefe del Estado Mayor Julio Rodríguez, quien ha cambiado la bizarría de los fondos escarpados de Afganistán y las loas de Calderón de la Barca a la unidad de España, por halagos a Bildu y «los chikos del maíz». Su nueva foto política se presentaba en sociedad la semana pasada. En ella, un exteniente sobre fondo lila podemita se reconvertía en una especie de Bond pacifista por consejo de algún fashion victim de «Urban Outfitter». Una margarita africana roja ideología pendía de su pistola. Plateada, de las molonas. Distinta de aquellas con las que abría fuego en Libia o Afganistán. Había cambiado la rusticidad del camuflaje por un cuello de cisne negro que parecía haberse puesto por primera vez en su vida tras expresar sus dudas al responsable del atrezzo. Por encima, una chaqueta de pana para recuperar el socialismo felipista perdido de los 80. Ya saben, suficientemente elegante para el stablishment y suficientemente «dark metal» como para ir de dos al Congreso por Podemos.

Ponte en modo Ciudadanos y alterna las palabras «consenso» y «centralidad» cada dos o tres frases. Ojo con contagiarte de ese consenso de socialdemocracia ilustrada que ha conseguido que el ataque sin dilación al terrorismo o al secesionismo se convierta en tabú moral gracias a una España exánime que lleva acurrucada y atemorizada como una niña pequeña desde el 11 de marzo del 2004. El «consenso» es amable y complaciente con todos. No chirría a una derecha que podría necesitar apoyos y lanza guiños aterciopelados al cojonudismo asamblearista del frente de izquierdas.

El cariz desinteresado del consenso y la unidad ideológica por el bien de los demás te permitirá, además, integrarte en una nueva tribu política con más posibilidades de supervivencia que la tuya, amén de prender la mecha que detone la anterior formación de forma controlada. Esta teoría ha sido demostrada de forma exitosa por Toni Cantó e Irene Lozano, que han recalado en la formación de Rivera y Sánchez, respectivamente, en una fascinante demostración de adaptación al medio.

La persistencia en la centralidad te permitirá remar a derecha o izquierda dependiendo del sondeo. Cuando te escores a la izquierda atrapa la pretendida sensibilidad social y dominio propagandístico del intervencionismo. Y, cuando vires a la derecha camúflate en el respeto por la propiedad privada y el proyecto europeo.

Guarda tu mejor baza para el final de la campaña: el asistencialismo. España es un país con cuatro millones de parados y algunos querrán creer cualquier cosa, incluyendo una renta básica para ellos por deferencia de los pérfidos cuatro mil quinientos ricos que ganan más de seiscientos mil euros al año. Y perseguidos hasta los confines del fraude fiscal por aquellos que en su programa niegan el auténtico avance social: la riqueza y la prosperidad. Las tribus de la sociademocracia.

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