Juan José Esteban Garrido - Historia militar de la Comunidad Valenciana

La Armada Santa de Torreblanca: una Valencia naval

«Una de las grandes tronadas históricas, que sin embargo más desapercibida ha pasado»

Galera sutil de Rafael Monleón

En la rompiente de los siglos, a finales del siglo XIV , después de la conclusión de la guerra de los dos Pedros en 1369, la imposición progresiva del poder naval de los reinos hispánicos deja como única salida viable a los musulmanes el contraataque mediante veloces golpes de mano, de devastadores efectos, tanto materiales como psicológicos sobre las costas españolas. Raids costeros en los que cobra especial importancia el disponer de información de primera mano sobre los objetivos, la celeridad de la acometida y la sorpresa.

Toma forma, en este contexto, una de las más prolongadas contiendas entre la cristiandad y el islam , una de las grandes tronadas históricas, que sin embargo más desapercibida ha pasado. Se multiplican exponencialmente incursiones y avistamientos, al tiempo que la zozobra y el miedo se enseñorean del litoral sur europeo en general y de las costas valencianas en particular, sobre todo en los meses estivales.

Simultáneamente, las mejoras en el diseño y construcción de los buques de transporte -cocas atlánticas y naves mediterráneas eran continuas-, lo que a su vez se tradujo en un aumento de la actividad marítima que atraía numerosa población hacia la costa . Por otro lado, los barcos de pequeño porte propios del Mediterráneo: fustas, galeotas y leños e incluso galeras sutiles, basados en la propulsión mixta, vela latina-remo, muy aptos para ceñir vientos contrarios y con un magnífico perfil hidrodinámico, suponían para los piratas de Berbería, un versátil, veloz y muy eficaz instrumento para surcar las derrotas mediterráneas y poner pie en litorales trillados durante sus incesantes correrías.

Galera sutil de Rafael Monleón

De acuerdo con las noticias del archivo de la ciudad de Valencia, se avistó la alarmante cifra de 99 embarcaciones de piratas berberiscos entre 1350 y 1400. En las postrimerías del siglo XIV, el factor de la compañía toscana Datini escribía: «De 7 cosas que se exportan de la corona de Aragón, 6 salen de Valencia». De una Valencia en ebullición marítima. «En dos años, 1396 y 1397 más de 230 embarcaciones de diferente arqueo y procedencia entraron o salieron del Grao y siempre en itinerarios de larga distancia…». Y es en este efervescente y bullicioso escenario comercial, trufado de inseguridad y miedo, dónde se va a desarrollar la trepidante aventura de la Armada Santa .

Todo comienza en 1397, a finales de agosto, con el asalto y saqueo de Torreblanca cuya línea de costa, de playas bajas, resultaba ideal para las temibles embarcaciones berberiscas. Allí, sus ágiles embarcaciones, podían varar con seguridad y volver rápidamente a la mar si la situación lo requería. Lidera a los berberiscos un valenciano renegado, que se apellidaba Fuster, ahora al servicio del rey de Túnez. Con 4 galeras pequeñas o galeotas, desde Bugía, saqueó algunos lugares cerca de Andraitx en las Baleares, para recalar a continuación en las islas Columbretes y abalanzarse desde allí, sobre Torreblanca.

Fuster es el mejor testimonio histórico de un mundo despiadado, tan cruel como implacable, en el que hombres sin ley, gentes ávidas de botín que no respetan a nada ni a nadie, utilizando la religión como coartada ideológica, aprovechan la fricción permanente, la sorda y enconada guerra entre las dos orillas del Mediterráneo, para enriquecerse sin ningún escrúpulo en medio de un sinfín de crímenes y tropelías. En este sentido, el rey Martín I el humano dirigiría, en 1400, una reveladora carta al rey de Castilla felicitándolo por las medidas adoptadas: «contra los piratas y cossarios que van por los mares robando e usurpando todo lo que poden, non menos de vassallos e amigos que de stranyos enemigos vuestros y nuestros», texto que nos da una idea de la percepción coetánea en el preludio de la Edad Moderna, de lo que era navegar por aquel Mediterráneo turbulento y convulso.

Los berberiscos desembarcan abruptamente en Torreblanca un día de fiesta, cuando gente de todo el Maestrazgo había acudido a la población y estaba llena de forasteros. El momento elegido apunta directamente a la madeja inextricable de apoyos mudéjares, con los que contaban los piratas berberiscos en tierra.

Galeota corsaria

El ataque, sorpresivo y brutal acabó con toda la población cautiva. Torreblanca fue incendiada y hasta las sagradas formas, robadas de la iglesia. La indignación unánime, galvanizó al reino de Valencia y las autoridades municipales de la capital, arropadas por una opinión pública entregada, vieron llegado el momento de materializar sus anhelados proyectos de lucha anti-pirática a gran escala. La abrumadora oleada de alarma e ira popular, sería encauzada rápidamente por el gobernador general Mosén Ramón de Boil.

En septiembre de 1397 se votó en la ciudad de Valencia un crédito para armar 5 galeras, 5 galeotas y dos naves de transporte. Los diferentes gremios de artesanos: curtidores, armeros, zapateros y tintoreros, armarían más naves. En cambio, la corona se desentendió financieramente del proyecto, aduciendo estar muy ocupada en otros frentes, aunque lo respaldó políticamente con firmeza.

Así pues, la ciudad de Valencia encabezaría la Armada de represalia y para obtener financiación, emitiría “censales”, es decir deuda pública municipal, además de buscar el concurso y la ayuda de otras villas, ciudades e instituciones, como la corte papal de Avignon, dónde con el respaldo de Martín I, el papa Benedicto XIII concedió la bula de cruzada en Marzo de 1398. La Iglesia al dar este paso, se comprometía económicamente con la empresa, lo que la impulsó notablemente. Y por último hay que destacar que en mayo de 1398 se logró la adhesión de la ciudad de Mallorca.

En Valencia, desde principios de año, se instalaron mesas de reclutamiento , se pregonó la cruzada por la Corona de Aragón y se dedicaron a la armada las limosnas de las parroquias valencianas destinadas a redimir cautivos. Valencia era el alma de la armada , nuevas quillas besaron la mar en el Grao, si bien el reino de Mallorca contribuyó también sustancialmente. Y así tras muchos dares y tomares, entre el 17 y 22 de junio de 1398, el capitán general valenciano mosén Jofré de Rocabertí con la mayor parte de los barcos aprestados por la ciudad del Turia, puso proa a Port Fangós.

Desde allí, reforzada, la Armada Santa se dirigió hacia Mallorca y posteriormente a Ibiza, donde recaló el 14 de agosto. Una fuerza de combate de 70 embarcaciones de todos los portes, amén de 7.500 cruzados, iban a protagonizar nuestra historia.

Modesto Lafuente , en su Historia General de España destaca: «Asombra ciertamente el poder marítimo que en aquel tiempo alcanzaba el reino aragonés, puesto que además de dominar tres grandes islas de Italia perpetuamente agitadas de revueltas, aún le quedaban fuerzas y ánimo para salir a devastar el litoral africano».

Playa Norte de Torreblanca

El imponente espectáculo de la flota haciéndose a la mar, restallando las velas una tras otra al ser largadas, tuvo lugar en Ibiza, arrumbando seguidamente a Tedelis en el reino de Tremecén, dónde rindió viaje el 27 de agosto de 1398. Se trataba de una ciudad pequeña, pero «tan bien amurallada que era tenida por plaza fuerte». Dos galeras valencianas y una mallorquina encabezan el desembarco, varando en la playa.

Sobre el asalto nocturno posterior hay versiones contradictorias, pero la versión con final feliz nos cuenta que una vez superadas las murallas, los hombres del gremio de curtidores consiguen recuperar el cáliz de Torreblanca . El propio gremio de curtidores plantó en su estandarte el lema: «Nosotros la llevamos porque la ganamos».

Este episodio naval fue mitificado y transmitido a la posteridad por el aparato propagandístico de la corona, revestido con ropajes de leyenda, al circular la especie de que cuando más sangrienta era la batalla, bajó de las montañas un león matando al que tenía la Custodia y entregándosela a los cristianos. El león pasaría a figurar en la bandera del gremio de curtidores, así como en el escudo de Torreblanca, sosteniendo la custodia sagrada.

Un acercamiento a la verdad histórica más inquisitivo, nos muestra un escenario diferente. Tras un duro combate, mejor o peor planteado, que esa sería otra discusión, se calculan en más de mil los berberiscos muertos y sobre trescientos los cautivos. E l saqueo duró dos días y Tedelis quedó reducida a pavesas. El botín obtenido fue cuantioso y parte de él provenía de almacenes de comerciantes mallorquines, que no fueron respetados.

Una mar bravía y fuertes turbonadas se cebaron con la escuadra en la singladura de retorno, pero los baqueteados barcos valencianos fueron capaces de recomponerse en un tiempo asombrosamente corto, para poder atender la petición que el rey Martín I hizo a los jurados de Valencia, de enviar la Armada Santa en socorro del papa Luna.

Eran los tiempos del cisma de occidente . Benedicto XIII se encontraba cercado en Avignon por las tropas francesas al haberse negado a renunciar a la tiara pontificia, siguiendo los dictados del esquinado rey francés. Entre 10 y 15 galeras, entre 4 y 8 galeotas y unos 3000 hombres de guerra, levaron anclas del fondeadero del Grao de Valencia, en pleno invierno, en diciembre de 1398. Alcanzaron las bocas del Ródano y comenzaron a remontarlo hasta que la falta de calado le impidió proseguir.

Sin embargo, su disuasoria presencia en aguas provenzales, proporcionó al papa Luna una tregua , verdadero quite de la providencia, que valía un papado. En 1399 en agradecimiento por este providencial socorro naval, Benedicto XIII entregaría a Martín I el Santo Grial que tras diversas peripecias llegaría a la catedral de Valencia en 1437.

La Armada, de regreso de aguas provenzales, fondeaba en Valencia en febrero de 1399 pasando lo que quedaba de invierno, avituallándose y aprestándose para continuar la cruzada en la siguiente primavera. El 26 de julio de 1399 más de 30 barcos zarparon de Valencia rumbo a Mahón. Desde allí, las escuadras valenciana y mallorquina reunidas, dieron vela el 21 de agosto en demanda de la ciudad de Annaba, antigua Bona e Hipona, al este de la actual Argelia.

Una galerna intratable los hizo volver, no pudiendo hacerse a la mar hasta una semana después, cuando esta hubo amainado. Para colmo de males, el ataque a Annaba se saldó con un rotundo fracaso que obligó a los expedicionarios a reembarcar. El clavario, o sea el encargado de la supervisión económica de la escuadra valenciana, en carta dirigida a los jurados valencianos afirma que mercaderes mallorquines, quizás escaldados por lo de Tedelis, habían prevenido deliberadamente a los musulmanes.

La suma complejidad y parcialidad de intereses cruzados dentro de la misma corona de Aragón, se pone aquí de manifiesto. Y volverá a aflorar, cuando los valencianos, siguiendo instrucciones del rey, propusieron dirigirse a Sicilia, para ayudar a su hijo Martín el joven, en la lucha por el control de las islas del golfo tunecino: Querquenes, Gherba y Pantelaria. Los mallorquines no estaban por la labor y las escuadras se separaron.

Pese a todo, los ecos de la demostración de fuerza realizada por las dos cruzadas contra Berbería, al poner potentes armada en el agua, que no en los papeles y golpear en el punto elegido del litoral norteafricano, rompieron el imperio de la corriente corsaria , rebajaron la virulencia de sus incursiones e hicieron mucho más proclives al acuerdo diplomático a los poderes políticos de Berbería. A pesar de todo, no se pudo erradicar la piratería, ya que para ello hubiera sido necesario el mantenimiento de una Armada operativa permanentemente, lo que económicamente resultaba inasumible.

Sin embargo, el esfuerzo naval realizado había tenido enormes repercusiones económicas , muy positivas para el tejido social que lo llevó a cabo. Mejoró la seguridad marítima, hubo abundancia de barcos al servicio de los comerciantes valencianos, se desarrollaron vocaciones marineras, se despertó en Valencia ese vigor que da la aventura del mar y sus riesgos, se pusieron en circulación capitales atesorados que de otro modo hubiesen permanecido inactivos, se aumentó el empleo en las capas populares y por tanto su capacidad adquisitiva. En definitiva, el apresto de estas armadas colocó a Valencia en una posición privilegiada , en la pole position de la parrilla de salida del siglo XV, ni más ni menos que el siglo de oro valenciano, pero esa es ya otra historia.

Juan José Esteban Garrido es Teniente de Navío (RV), ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y miembro de la Asociación Valenciana de Historia Militar

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