Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Treinta años sin Manuel Broseta

«En estos días es más necesaria que nunca la cordura, la moderación, la tolerancia y el convencimiento en el respeto a la democracia y al Estado de Derecho»

Imagen de archivo de Manuel Broseta FUNDACIÓN MIGUEL BROSETA

Aquel día perdí un poco la cabeza. Siempre pendiente de la corrección en el hablar y en la forma de expresarme, de llevar la profesionalidad hasta su límite final y de que todo se haga dentro de los cánones de las buenas maneras, aquel día se me fue la pinza y descubrí la necesidad de ser políticamente incorrecto. Sí, fue aquel día. Y fue muy doloroso aquel 15 de enero de 1992 .

Han pasado treinta años, pero aún conservo esa sensación de dolor y asco que se me instaló en el estómago. Recuerdo que estaba en antena, en directo, en Radio 5 de RNE, con un programa que se llamaba «Pase lo que pase». Y aquel día, aquel día pasó.

La banda terrorista, los asesinos de ETA , habían matado a Manuel Broseta . La noticia me la dieron a bocajarro, como los disparos que acabaron con su vida. No tuve tiempo para digerirla y nos lanzamos al trabajo de informar, que a veces, sólo a veces, es un asco. Pero no hubo otra que ponerse manos a la obra para confirmar, y poder contar a nuestros oyentes, el vil asesinato.

La confirmación, creo recordar, me llegó a través de Ximo Bosch, entonces y si no me falla la memoria, vicerrector de estudiantes de la Universidad de Valencia. Éramos jóvenes, amigos, y firmes defensores de las ideas democráticas . Aquel día creo que nos salieron las primeras canas.

Mi jefe de informativos de muchos años, otro grande, Ricardo Dasí, me había enseñado a tener mucho cuidado con los adjetivos a la hora de dar una noticia. Sin duda tenía razón, pero aquella mañana, les doy mi palabra, no escatimé calificativos . Ni uno solo. Tal vez no fue muy profesional. Tal vez no fui correcto, pero ETA había matado, en plena calle de Valencia, a Manuel Broseta.

No voy a hacer hoy una glosa de su figura, ni de su personalidad, ni de su relevancia como jurista, ni de la importancia de su contribución a la reimplantación de la democracia en España , ni de su papel capital en la estructuración del Estado de la Autonomías. Para eso están los libros de historia y las hemerotecas.

Hoy, treinta años después de su asesinato, sólo quiero recordar aquel mensaje de concordia , de diálogo y de sentido común que supo trasmitir a cuantos le conocimos. Un mensaje que hoy es tan necesario o más que entonces y que a él, le costó la vida.

Aunque parece que ha pasado mucho tiempo, hay recuerdos que perduran y que no se olvidan. En estos días que vivimos es más necesaria que nunca la cordura, la moderación, la tolerancia y el convencimiento en el respeto a la democracia y al Estado de Derecho . Y el recuerdo de aquellas personas que nos ayudaron a todos a vivir en paz y en libertad. Algunos de ellos cayeron bajo las balas criminales del terrorismo. Y eso, eso tampoco se olvida.

Treinta años después sigue vivo su mensaje de concordia, más allá de las ideologías. Concordia como camino para poder vivir en sociedad y en libertad. Lo demás… lo demás son ganas de joder . Perdón por la expresión, pero ya saben, aquel día empecé a ser políticamente incorrecto.

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