Ferran Garrido - Un pica en Flandes

El manifiesto del «No a los países catalanes»

«Espero que no se le ocurra a nadie intentar ridiculizar, ningunear o despreciar, la justa reacción de una parte muy representativa de nuestra sociedad»

La paciencia tiene un límite. A mí, lo que me sorprende es que el límite se haya estirado tanto. Fuera de los límites de la Comunidad Valencia es difícil de entender lo que ha venido sucediendo desde hace mucho tiempo. Muchos años. Tantos que la situación y sus perversas consecuencias han calado, sin duda, en un sector de la población que ha asumido como normal lo que no es más que una anomalía inducida por intereses exteriores. Una injerencia interesada e infame.

Lo dije una vez y lo diré tantas veces cuantas haga falta . Se puede ser de izquierdas y no estar a favor del reaccionario y artificial intento, inagotable intento, cansino intento, de la creación al menos de forma virtual, de los inexistentes países catalanes.

A nadie debe extrañar que diversas entidades, representativas de una parte muy importante de la sociedad civil valenciana, hayan publicado un manifiesto bajo el título “No a los países catalanes” . A mí no me extraña. Como decía antes, lo que me sorprende es que se haya tardado tanto.

Los que llevamos años y años diciendo lo mismo, defendiendo la identidad propia del pueblo valenciano y de la lengua valenciana ya estamos acostumbrados a todo. A todo. A que se nos llame de todo con un catálogo de insultos y de términos sacados del manual más reaccionario posible para colgarnos la etiqueta despectiva que pretende situarnos en la marginalidad. Y esto se ha hecho desde sectores sociales a los que yo siempre he respetado su opinión, que además la han impuesto, mientras ellos no han hecho lo mismo. Son muy reaccionarios y, pobres, no lo saben, muy fascistas. Además, son unos primos, porque se han creído que los primos, sus primos, quieren colonizar la Comunidad Valenciana por amor a la tierra sin darse cuenta, o tal vez sí, que es por amor a la cartera, a la suya, y a unos intereses económicos que en nada nos favorecen a los valencianos y poco tiene que ver con nuestra cultura.

Este proceso se ha llevado a cabo con la connivencia de los partidos políticos que han manejado la situación a su conveniencia, según la ocasión y la circunstancia. Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Pero lo peor de todo es que han intentado convencernos que, para ser progresista, hay que estar a favor, cuando no convertirse en activista militante, de la entelequia de los países catalanes . Que no existen. Yo insisto en que se puede ser de izquierdas y defender una identidad propia como pueblo sin necesidad de convertirse en la sucursal pobre del vecino del norte. Y también se puede ser de derechas y defender lo propio.

A estas alturas, a mí ya me da igual destapar las cartas y jugar al descubierto. A lo largo de muchos años hemos arrastrado el complejo al que nos ha sometido el insulto, el trato peyorativo, el desprecio y el ninguneo. Pero que no se extrañen . La paciencia tiene un límite.

Estoy seguro que esta reacción tendrá poco recorrido . Ya sabemos cómo somos, víctimas de nuestro propio meninfotismo. Sólo espero que no se le ocurra a nadie tomar a broma la situación. Un manifiesto no es más que un papel, pero no se puede luchar contra un sentimiento. Y el sentimiento renace a medida que se va notando en la nuca el aliento de un imperialismo casposo, cutre y muy reaccionario que, inexplicablemente cuenta con la complicidad de gentes que se consideran, precisamente, todo lo contrario. Que nadie se equivoque. Es una estrategia peligrosa que nos ha traído hasta aquí. Pero que tampoco se equivoque nadie. Igual que nos ha traído, vamos a salir.

Cuando se hizo de la lengua un arma arrojadiza se sentaron las bases de un conflicto. Cuando se crea un conflicto se despiertan sentimientos. Y cuando se desprecian los sentimientos que sienten los demás se está demostrando una actitud excluyente, reaccionaria y totalitaria. Y en esas estamos .

Espero que no se le ocurra a nadie intentar ridiculizar, ningunear o despreciar, la justa reacción de una parte muy representativa de nuestra sociedad. Lo espero, pero no dudo que se hará. Y será un nuevo paso en este viaje a ninguna parte. El catálogo de insultos ya lo conocemos. Tal vez vuelvan a caer en lo mismo de siempre.

Pero que nadie olvide que se puede ser de izquierdas y declarar abiertamente que los países catalanes no existen . Espero que sean capaces todos de sacudirse los complejos para darse cuenta de que Valencia no es una sucursal de esa Ínsula Barataria de la republiqueta imaginaria.

Si para reivindicar esa financiación justa que nunca llega hemos de crear “el problema valenciano” hagámoslo. Pero no nos apuntemos al “problema catalán” que ni es nuestro ni le luce muy bien el pelo.

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