Ferran Garrido - Una pica en Flandes

La Feria del Libro

«Recuerdo cuando, cada año, paseaba por las calles de la Feria del libro de la mano de quien me enseñó a leer»

Imagen del periodista Ferran Garrido firmando sus obras en la Feria del Libro Manolo Guallart

El primer libro es como el primer amor. Siempre nos acompañará en la memoria y dejará en nuestros ojos las palabras que los tactos de nuestros dedos recorrieron por sus páginas. Por mucho que nuestras lecturas nos lleven de viaje por todos los paisajes posibles de la literatura, el primer libro nunca se puede olvidar. Como el primer amor, con sus palabras, sus ojos y sus tactos.

Un libro es mucho más que un compañero de viaje. Es un camarada para toda la vida porque, cuando leemos sus páginas, sus palabras nos impregnan para siempre. Como el primer amor. Mi primer libro aún está en las estanterías de mi biblioteca , una extensa colección que empezó con mi padre y su inmenso afán lector, para continuar conmigo y con mi reverencial ansia coleccionista, en un no parar de lecturas y adquisiciones que crecen día a día.

No fui niño de literatura infantil, no iba conmigo, pero esa primera lectura se clasificó como libro para niños. Y no sé por qué. Muchos adultos deberían leer de vez en cuando aquel 'Maravilloso viaje de Nils Holgersson' que, de la mano de la escritora sueca Selma Larguerof me acercó tal vez para siempre a la creencia en la humildad como camino de perfección y a la literatura de una Premio Nobel indiscutible en su calidad literaria. Luego llegaron otras lecturas y muchos libros se fueron incorporando a mi viaje por la vida, hasta convertirme en un apasionado lector.

Si he de ser sincero, del primer amor sólo recuerdo una imagen idealizada, pero de ese primer libro recuerdo cada palabra, cada vez que lo he leído, cada vez que acaricié sus tapas convertido en un ser diminuto para viajar volando a caballo de un pato en un viaje que me enseñó a ver el mundo y la vida a vista de pájaro. Y no es una mala visión de las cosas.

En fin, que sigue en mi biblioteca, entre los cientos de volúmenes que han ido configurando mi vida. Este argumento me lleva, sin posibilidad de escapar, al genial Borges cuando decía «que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído» porque, además, todo lo que he leído me ha llevado a lo que he escrito.

De eso estoy seguro. Bueno, de eso y de la cara de estupor de Bea cuando me veía elegir nuestra nueva casa en función de disponer de espacio suficiente para instalar mis libros y mis bicicletas. Dos elementos indispensables para mí. Pobre Bea, qué paciencia tiene conmigo.

Recuerdo cuando, cada año, paseaba por las calles de la Feria del Libro de la mano de quien me enseñó a leer. Una mano que había pasado miles de páginas de sus libros y alguna que otra de su vida. Era como si hubiera llegado el día de los Reyes Magos. A medida que avanzaba por la Feria el corazón latía más aprisa y una excitación especial ponía en alerta mis sentidos. Entonces era cuando negociaba las compras en un regateo incesante. Es uno o de mis recuerdos de infancia más divertidos. Si al final no me comparaban todo lo que quería, pues no pasaba nada. Acababa leyendo mis nuevas adquisiciones y todo lo que había comprado mi padre. Sin duda salí ganando. Esos libros siguen conmigo y, con ellos él, que ya se fue pero que sigue leyendo a mi lado.

Ahora voy a las ferias, a la Feria del Libro, con intenciones diferentes. Ahora, aún no me lo puedo creer, voy a firmar mis libros. Y lo hago con todo el amor del mundo porque, al otro lado del mostrador que me separa y me une con mis lectores, veo aún aquella mano que apretaba, con tanto amor, mi mano de jovencísimo lector. Y veo los mismos ojos en otros ojos. Ojos de lector.

Este año estoy disfrutando de forma especial las Ferias del Libro. Llegan a destiempo y después de las restricciones y de los confinamientos. De las suspensiones y los aplazamientos. De las publicaciones casi clandestinas de los tiempos de silencio, pero vuelven con la fuerza de la luz que, con la lectura, ha de iluminar nuestras noches de lectores insomnes.

La Feria del Libro de Madrid me sorprendió con su potencia y ahora llega la de Valencia , en un octubre especial, para ofrecernos en su Fira del Llibre toda la calidad de la literatura, de la poesía, de las novedades del mundo editorial, para que nuestras bibliotecas sigan creciendo y nuestras mentes sigan vivas. Y la voy a disfrutar, para no olvidar nunca aquel primer libro que me entregó la mano que guio mis primeros pasos por la literatura y por la vida.

Una vez más iré a la Feria del Libro como autor, pero voy dispuesto a comprar todo un catálogo de lecturas pendientes para completar mi biblioteca y amueblar un poco más mi casa y mi vida. No puedo vivir sin mis libros. A fin de cuentas, soy lo que he leído.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación