Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Cuando muere la magia

«Los trazos, en sus pinturas, escriben versos en colores que trasladan la vida a sus obras»

Nunca me ha gustado marcharme sin una despedida . Ni quedarme en un sitio sin saludar. Por eso me duele tanto cuando alguien se va sin tener tiempo para decirle adiós. Duele...

Últimamente se está yendo mucha gente a la que conozco. Conozco, porque nunca hablaré de ellos en pasado. Esta mañana mi amigo Pepe Belloch me decía, literalmente, «mucha gente que se va, y estoy hasta las pelotas de visitar el tanatorio». Todos estamos un poco así, entre desabridos y molestos con la vida. Dolidos, enfadados con la muerte que se lleva a nuestros muertos. A personas a las que queremos, que nos dejan para siempre, aunque yo, ese para siempre lo uso sólo como frase hecha porque, mientras les pensemos, no se van.

Hoy, la noticia de la muerte de Alex Alemany me la ha dado mi querido maestro Ricardo Bellveser. Con su dolor de poeta. Y he torcido el gesto. Me ha pasado como a mi amigo Pepe porque tanta muerte ya le altera a uno el carácter. Pero es lo que hay y hoy ha emprendido el viaje uno de los más grandes de la pintura española, de la pintura valenciana. Una buena persona a la que querer.

Alex Alemany es una figura fundamental para entender el desarrollo del arte durante los últimos 25 años del siglo XX. No les voy a contar su vida ni su currículum. Les remito al artículo que publican los compañeros de cultura. [Lea aquí el artículo]

Yo solo me lamento hoy de no haber podido decirle adiós. Y tal vez en mi pesar esté el pesar de mucha gente que le olvidó en vida en estos tiempos de recuperar la memoria, y que ha olvidado recordar a muchos de los que la configuran para que nosotros podamos presumir de una sociedad culta, elegante y bien formada. Ingratos.

Me gusta cerrar los ojos y sentir el privilegio de saber disfrutar del silencio. Y disfruto en romper ese silencio al abrirlos para contemplar un cuadro. Una vez escribí que la pintura era la sublimación visual de la poesía. Y lo sigo pensando.

Encuentro pocos placeres tan intensos como pasear las salas de un museo y contemplar la genialidades que salieron de la imaginación de los maestros. En ese espejo veo aún la imagen de Alex Alemany. Aunque su obra se reparte en centenares de colecciones privadas, sé que no tardaré en poder volver a ver sus ojos en los ojos de una galería repleta don las miradas de sus retratos.

Cuando el pintor moldea una imagen en el espacio de su pensamiento, son sus ojos los que proyectan la belleza sobre el lienzo y son sus ojos los que nos devuelven su mirada en la mirada de sus retratos.

Personajes que nos miran desde un cuadro para recordarnos que los ojos miran lo que a veces el espectador no ve, pero que contemplan las miradas que les observan. No me estoy volviendo loco, no. Esto lo aprendí de un maestro, Alex Alemany, que supo hacer del retrato una expresión poética con estilo mágico y propio.

Cierro los ojos al calor del color de sus pinturas y recuerdo sus abstractos y sus dibujos para sentir como en el tiempo escribió sus versos sobre lienzos hasta acuñar la magia de un realismo cercano a la perfección. Los trazos, en sus pinturas, escriben versos en colores que trasladan la vida a sus obras. La vida... y yo ahora me pregunto quién le va a retratar a él, ahora que el maestro ha muerto.

Una vez me enseñó que entre la pintura y la poesía hay una camino que recorrer para llegar al mismo destino, aunque tenga sendas paralelas que, a veces, por la magia de las musas, se entrecruzan para romper el espacio que las separa. Y, es entonces, cuando el arte nos acaricia con la belleza de la creación y de las lágrimas.

La poesía está en la mirada, no en el objeto. Y no lo digo yo. Lo dijo el pintor que fue capaz de dedicar sus palabras a los poetas sin nombre en su vivir para pintar, para relatar sin palabras lo que los versos describen. Más allá del retrato está el relato pictórico de su mundo onírico, desde hoy irremediablemente mudo. Y muerto, pero eterno en el tiempo.

Hay muertos que cuando mueren dejan mucha vida pendiente. Y mucha memoria para que nos acordemos de que hay que recordar. Mi llanto de hoy es un lamento para dolor de los desmemoriados.

Esta noche me voy a refugiar entre los cuadros de su s erie blanca . No quiero pensarle de otra forma que me separe de sus imágenes y de los versos. Seguramente lloraré al dormir. Se ha ido Alex Alemany en este tiempo ingrato cuando se moría la magia.

Yo no sé pintar, pero le retrato en estas líneas con mis palabras. Unas palabras cercanas al verso, porque no me gusta despedirme sin decirle adiós al amigo y al maestro .

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