Antonio Robles - Tribuna Abierta

¡Libertad, libertad!

«¿Qué diferencia hay entre la violencia ejercida el viernes en la UB contra un acto de reconocimiento a Cervantes y la exclusión de los derechos lingüísticos del 55,3% de los ciudadanos catalanes?»

Las crías del huevo de la serpiente hace ya mucho tiempo que rompieron el cascarón y corretean por calles y universidades de Cataluña asustando a la gente.

Resulta desconcertante que su última travesura en la Universidad de Barcelona haya alarmado a tantas personas. Es delirante que un grupo de violentos fascistas irrumpan en la universidad para boicotear un acto académico en homenaje a Cervantes. ¿Cómo se puede comprender tamaño insulto a la inteligencia? ¿Cómo aceptar que en el templo del conocimiento y de la libertad de pensamiento se pueda entrar a patadas y berridos contra el recuerdo del creador de Don Quijote?

Por lo que se ve, se puede. Y con el permiso pasivo del rector de dicha universidad. Mejor dicho, con el permiso pasivo a los energúmenos y la negativa a que la policía entrara en el recinto para restaurar la legalidad y asegurar vida y hacienda de los asistentes al evento. Pero vuelvo al principio. Resulta desconcertante que haya tanta gente que se haya alarmado ahora, ¡ahora!, cuando estos actos y muchos otros se repiten desde hace ya muchos años sin que siquiera levantaran la voz o se alarmaran. De hecho, ni siquiera repararon en ellos, bien porque los medios que los debieran difundir, no lo hicieron; bien porque los políticos que lo debieron evitar, lo organizaron o consintieron; bien porque miraron para otro lado.

Esa sorpresa, este alarmismo de hoy, debería hacer reflexionar a mucha gente en Cataluña y fuera de Cataluña. El viernes, quienes sentimos la impotencia ante los energúmenos, reconocimos las huellas del racismo cultural, las hechuras del fundamentalismo nazi.

Pero tales hechuras supremacistas descarnadas no son excepciones, son las formas que se instalaron desde los años ochenta por el pujolismo en la escuela, en los medios de comunicación, en la exclusión del español en el callejero y en las instituciones, camufladas, justificadas en la normalización lingüística, en la recuperación de la cultura catalana, en la construcción de una nación mancillada por la pérfida España. Sólo esas justificaciones han permitido que el catalanismo político viva con buena conciencia, pero…

¿Qué diferencia hay entre la violencia ejercida el viernes en la UB contra un acto de reconocimiento a Cervantes y la exclusión de los derechos lingüísticos en la escuela del 55,3% de los ciudadanos catalanes, o los símbolos constitucionales de España en Cataluña? La única diferencia ha sido y es la violencia explícita. Pero la otra violencia camuflada tras la justificación de víctimas de una España opresora es exactamente lo mismo, racismo cultural.

En medio de la impotencia ante la barbarie, la gente en pie gritó: «¡Libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!», el mismo grito espontáneo de hace 12 años en el hotel Calderón tras confirmarse los tres primeros diputados de Cs, el mismo que en 1999 gritamos ante otra agresión en un acto de Convivencia Cívica en la propia UB. Tomen nota los sorprendidos.

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