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Boye y las amistades peligrosas

Se licenció en Derecho mientras cumplía condena en prisión por colaborar con ETA, se convirtió en el gurú judicial del «procés» y ahora está procesado por blanqueo de capitales junto a su cliente el narco Sito Miñanco

Gonzalo Boye y Quim Torra en una reunión tras conocerse la inhabilitación del expresidente EFE

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Aprovechó su condena por colaborar en 1988 con ETA en el secuestro del empresario Emiliano Revill a para cursar, a distancia y desde prisión, la carrera de Derecho. Natural de Chile, y tras vivir un tiempo en Alemania, Gonzalo Boye había llegado a España un año antes del secuestro por el que la Audiencia Nacional le acabaría condenado en 1996 a 14 años de prisión. Salió de la cárcel con la licenciatura bajo el brazo .

La carrera de Boye, a quienes algunos colegas definen como profesional de grandes dotes y maneras un tanto extravagantes, comenzó a coger consistencia a partir de su participación como acusación en el juicio de los atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004 de Madrid. Allí se hizo un hueco y se ganó el reconocimiento de la profesión. Su carrera en la Abogacía se consolidaba, pero a Boye, personaje inquieto, siempre le ha gustado poner los pies más allá de las salas de vistas. La comunicación le atrae casi tanto como la toga y no ha dejado de dar muestras de ello.

Habitual en televisiones y radios, Boye, que ahora tiene 55 años, fue uno de los fundadores de la revista satírica Mongolia. En los últimos años, su labor como abogado no se puede entender sin el «procés», convirtiéndose no solo en uno de los letrados de referencia del entorno neoconvergente puigdemontista, sino también, de facto, en el portavoz oficioso de las cuestiones judiciales que afectan a buena parte de los líderes secesonistas. La cuenta de Twitter de Boye, convertida por momentos, en la práctica, en una especie de portavocía paralela del Gobierno de la Generalitat. Y se siente cómodo en ese terreno.

Boye se convirtió en una especie de gurú judicial para el independentismo cuando pasó a ser uno de los abogados del fugado Carles Puigdemont . Aunque no estuvo en el juicio del «procés», sus resultados y maneras convencieron a los herederos de la posconvergencia más hiperventilada en materia secesionista y los sucesores del expresident confiaron en Boye sus futuro judicial. Fue, por ejemplo, el abogado de Quim Torra en el proceso penal al que el expresidente acabó condenado por descolgar tarde del Palau de la Generalitat una pancarta a favor de los políticos encarcelados. Y la candidata de ese espacio político (Junts per Catalunya) para las próximas elecciones catalanas, Laura Borràs, también lo ha designado para tratar de esquivar el banquillo en una causa abierta en el Tribunal Supremo por supuestamente haber adjudicado contratos a dedo a un amigo.

Pero no todo es «procés» en los últimos años de trayectoria como letrado de Boye, que comparte despacho en Madrid con su mujer y también abogada, Isabel Elbal . No todos sus clientes son políticos independentistas a quienes, según la tesis «procesista», la «justicia española» persigue por su ideología. Entre su cartera de patrocinados también hay delincuentes «comunes», con más o menos pedigrí, como e l histórico contrabandista y narcotraficante Sito Miñanco , que poco tiene de «preso político», aunque así lo definiese un conocido «nacorrido» que hace dos décadas cantaban Os Papaqueixos.

En un reciente juicio al narco gallego, Boye protagonizó un insólito incidente. «¿Está fumando usted?» , le preguntó el juez. «No, señor, estoy vapeando» , respondió el abogado. Aquello acabó con una multa de 2.000 euros. Su procesamiento ahora, por la supuesta connivencia con su cliente Miñanco en una trama de blanqueo de capitales, podría tener consecuencias mucho más serias que una simple multa.

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