La Fundación Miró desconfina a Nalini Malani

La artista india, ganadora de la última edición del premio Joan Miró, presenta la exposición retrospectiva que la pandemia dejó encerrada

La exposición reúne piezas de los últimos 50 años F MIRÓ

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A la artista india Nalini Malani, ganadora de la última edición del premio Joan Miró, la irrupción del coronavirus la sorprendió en Barcelona ultimando los preparativos de «No me oyes», primera gran retrospectiva que le dedicaba la Fundación Miró. Ella logró salir a tiempo de la ciudad para llegar hasta Ámsterdam, pero sus obras, todas esas piezas con las que explora las brechas y fracturas que ha ido dejando a su paso lo que antes era imperialismo y ahora es globalización, llevaban más de tres meses confinadas en Montjuïc, esperando en silencio y a oscuras a que la Fundación Miró reabriese sus puertas.

Un silencio que quizá encaje metafóricamente con la filosofía creativa de una Malani que, como destacó en su día el jurado del premio Joan Miró, siempre se ha alineado con los «desposeídos y los silenciados del mundo», pero que se esfumó ayer en cuanto, tecnología mediante, arrancó la presentación de una retrospectiva que debía haberse estrenado hace semanas. Así, con Malani en Ámsterdam, donde vive una suerte de segundo confinamiento tras haberle caducado el visado, y la comisaria de la exposición, Martina Millà, en la fundación barcelonesa, «No me oyes» echó a rodar de la mano de pinturas, instalaciones, animaciones digitales y películas que la artista ha ido creando en los últimos cincuenta años.

Una selección que «subraya la riqueza y complejidad del trabajo artístico de Malani, basado en instalaciones inmersivas y en una iconografía en la que convergen el conocimiento de las mitologías antiguas y la denuncia de las injusticias» y que en Barcelona se articula a través de una suerte de «guion gráfico» de la profecía de Casandra para ahondar en el progreso, el feminismo y las inquietudes del futuro.

Malani, pintando en las paredes de la Fundación Miró .F. MIRÓ

Destacan especialmente los murales efímeros dibujados directamente en las paredes de la Fundación Miró y la pieza que abre el recorrido, una instalación con 32 cilindros transparentes pintados en el dorso cuyas proyecciones simbolizan « el mito de Casandra y su don profético» así como «los conocimientos profundos e intuitivos de los individuos y la manera de pensar y sentir de las mujeres, a menudo silenciada o menospreciada». Otra de las piezas esenciales para entender el trabajo de Malani es «Escuchar las sombras» (2007), una instalación pictórica de casi 30 metros de longitud que ocupa todo el perímetro del espacio, con 42 paneles transparentes de gran tamaño pintados en el dorso que ofrecen una narración no secuencial.

Cine experimental, poemas épicas y cortometrajes de animación digital realizados en los últimos se dan la mano en una exposición en la que se entrelazan también mitologías y formas estéticas orientales y occidentales y con la que Malani se reivindica como pionera a la hora de introducir en su país la cuestión feminista en el arte. Y es que, nacida en Karachi en 1946, justo un año antes de la partición de India y Pakistán, su trabajo siempre ha estado muy ligado a la historia reciente del subcontinente indio y a temas como la violencia, la guerra, el fundamentalismo, la opresión de las mujeres y los efectos de la globalización.

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