Ballet de la ópera de Lyon

La danza vuelve a llenar el Liceu

Cada vez que vemos un espectáculo así no podemos evitar preguntarnos si algún día tendremos un cuerpo de baile estable en el Liceu

Un momento de la representación del Ballet de la Ópera de Lyon A. Bofill

Pep Gorgori

Jirí Kylián creó, en los años 90, tres coreografías que siguen manteniendo toda su frescura décadas después y que se han programado estos días en el Liceu con el Ballet de la ópera de Lyon como protagonista. Los tres montajes están unidos por la exquisitez de la selección musical. En «Wings of Wax» (1997) el escenario está presidido por un árbol seco, suspendido del revés mientras un foco da vueltas sobre él continuamente. Preciosa manera de transmitir en una imagen simple la profundidad de obras como la «Passacaglia» de las «Sonatas del Rosario» de Biber o una de las piezas de las Variaciones Goldberg de Bach.

En el centro del programa, la «Bella figura» (1995) que se abre y se cierra con dos fragmentos del «Stabat Mater» de Pergolesi. Al final, dos bailarines encarnan, a un Cristo desdoblado entre el llanto y la esperanza de la bailarina. Músicas del barroco veneciano quedan enmarcadas entre Pergolesi mientras Kylián ofrece una sucesión de imágenes que se incrustan en la retina del espectador: juegos de iluminación, participación activa de los telones, fuego y un vestuario tan sencillo como impactante.

A su lado, «Petite mort» (1991), pieza breve y tan sublime como las otras dos, queda algo eclipsada pese a su preciosismo conceptual. Espadas y telas entran en juego para recrear los movimientos lentos de dos de los conciertos para piano de Mozart, interpretados en directo -las otras dos piezas cuentan con música previamente grabada-. Kylián la creó como parte de las conmemoraciones en año Mozart y puesta como final de este tríptico deja al espectador con ganas de más. Probablemente en ello influya también la elevadísima calidad del cuerpo de baile de la ópera de Lyon, con bailarines técnicamente perfectos y al mismo tiempo capaces de emocionar.

Cada vez que vemos un espectáculo así no podemos evitar preguntarnos si algún día tendremos un cuerpo de baile estable en el Liceu. Utopía, sí. Pero estos días el ballet lionés ha llenado la sala.

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