Historias (verdaderas) de la calle Montcada

Albert Garcia Espuche culmina su historia total de la Ribera con «La gent del carrer Montcada»

Alzado de la calle Montcada en 1957 por Adolf Florensa ABC
Sergi Doria

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Decía Josep Pla que la verdadera historia se halla en los archivos notariales. En 2002, el historiador Albert García Espuche rescató la memoria del barrio de la Ribera con los legajos del notario Francesc Lentisclà inspirador de su novela «El inventario» (Muchnik Editores). La vida convulsa de la Barcelona de la segunda mitad del siglo XVII descrita con minuciosidad testamentaria: «Las plazas, calles y tiendas en las que se agitan o reposan unos y otros personajes son, hasta el último detalle como las que en verdad existieron», advertía García Espuche.

Escribano público de Barcelona, Lentisclà habitaba un austero cuarto en una calle Montcada que hoy asociamos a la nobleza. Desde Antoni de Bofarull a Duran i Sanpere el origen de la calle se atribuyó erróneamente a Guillem Ramon de Montcada en 1148.

En 1911, el noucentista Ramón Rucabado se «inventaba» el Barrio Gótico: «Tal como lo hemos ideado, sería como un estuche precioso que custodiaría las joyas riquísimas de Barcelona, la Catedral y el Palacio de los Reyes. Todas las calles incluidas en el perímetro deberían ser devueltas, no al primitivo estado de la época histórica en que se terminó la edificación de aquellas, sino al estilo gótico catalán, intervenido por la mano experta y sabia de los mejores arquitectos modernos de Cataluña». Una forma de expresar con claridad la manipulación de la Historia por el catalanismo burgués.

Parque temático

En ese «precioso» escenario, la calle Montcada estaría repleta de opulentos mercaderes y aristócratas con lujosos palacios. El resultado de la «intervención por mano experta» fue, como señala García Espuche, «un parque temático de ‘palacios medievales’ que funciona muy bien para el consumo de observadores ingenuos». En la idealizada Montcada «no existía actividad económica, no se abrían tiendas y, por tanto, no podían tener cabida establecimientos característicos de Barcelona, como tabernas o droguerías», objeta el historiador.

Patio de la casa Dalmases en 1903 ABC

Convertir casas menestrales en palacios ojivales resultaba extraño en «una ciudad donde no se hacía ostentación excesiva de la riqueza», añade. Palacios son el Real, el del Virrey, el del Bisbe… Montcada, subraya García Espuche, se caracterizaba por la mezcolanza social de la que nacían alianzas matrimoniales interclasistas y compañías mercantiles. Ricos mercaderes enriquecidos y servidores reales, sí; y «velers» «assaonadors», sombrereros, laneros… «Algunas de las casas más sobresalientes se configuraron durante los siglos XVI y XVII por la suma de unidades más pequeñas», puntualiza.

Después de tres décadas volcado en la historia total del barrio de la Ribera y la guerra de 1714, Garcia Espuche culmina su proyecto con «La gent del carrer Montcada. Una historia de Barcelona segles XIII a XVIII» (Ajuntament de Barcelona). En dos volúmenes y mil doscientas páginas hace inventario de las casas, la condición social de sus vecinos, sus oficios, las genealogías familiares, los libros, las revueltas y las guerras, los cambios en la propiedad…

Muerte y peste

El rigor documental del historiador permite identificar a los vecinos de Montcada que murieron en las epidemias de peste. Llama la atención que los más pudientes que podían huir de la ciudad a sus torres de recreo permanecían en sus casas a riesgo de morir…

En los inventarios post mortem se excluían aquellos objetos que podían contagiar la pestilencia, como ocurrió al fallecimiento en 1530 del mercader Jaume Codina, propietario de Casa Dalmau: telas y sillería se trasladaron a la torre del finado en Horta.

Y ya que mentamos a la peste, uno de los propietarios de la calle Montcada, Joan Francesc Rossell, es autor de «El verdadero conocimiento de la peste, sus causas, señales y preservación» (1632). Más allá de sus méritos científicos, Rossell era conocido en Barcelona como «Lo falsari» por haber falsificado una patente real para poder ser inscrito como «ciudadano honrado».

Catedrático de Medicina y conseller, Rossell fue procesado por «apropiación privada de tejidos y otros géneros en perjuicio de la hacienda municipal». Ello no impidió su elevación a conseller en cap, síndico del brazo real y cónsul en Génova. Y tales honores no evitaron que en 1629 volviera a ser procesado por fraudes durante la inspección de la epidemia de la peste y cobro de honorarios superiores a lo establecido.

En «La gent del carrer Montcada» conoceremos puertas adentro a las personas que habitaron las casas Junyent, Dalmases, Taverner, Calveria, Comalada, Meca, Amat, Saleta, Brunés… Hasta cuarenta. Unas permanecen, «maquilladas» por los afeites «góticos»; otras desaparecieron en 1714.

Propietarios que vieron su hogar ocupado por los vencedores; otros, de la misma calle, partidarios de Felipe V. Como Francesc de Junyent i de Vergós, uno de los fundadores en 1700 de la Acadèmia de Desconfiats. El 11 de septiembre de 1714, Francesc entró en Barcelona junto con su hermano Ramon al mando del ejército borbónico. En su casa, «totalmente derruida», se hospedó en 1715 un teniente de las reales guardias españolas y luego un mercader…

Historias verdaderas de la calle Montcada. Un banco de datos para conocer mejor Barcelona.

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