José García Domínguez - Punto de fuga

La trola de todas las trolas

Cuando escuché hablar por boca de ganso al diputado Domènech, recordé que el principio fundamental de toda propaganda, incluida la política, ordena la repetición constante

José García Domínguez
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A mí me pasa como a aquel heterónimo de Antonio Machado, el profesor de retórica Juan de Mairena: también procuro distinguir entre las voces y los ecos. Así, cuando esta semana pasada escuché hablar por boca de ganso al diputado Domènech, de En Comú Podem, recordé que el principio fundamental de toda propaganda, incluida la política, ordena la repetición constante, permanente, machacona, de un mensaje simple; cuanto más simple, mejor. Y es que el diputado Domènech ha vuelto a recitar la falacia infinitas veces enunciada por todos nuestros nacionalistas domésticos desde que aquí se iniciara la variante castiza del proceso de Kafka. Una monserga canónica, la trola de todas las trolas, según la cual nada menos que el ochenta por ciento de los ciudadanos de Cataluña habríamos llegado al acuerdo de exigir al irrenunciable modo la celebración de un referéndum de autodeterminación.

Nada menos que un ochenta por ciento. O sea, ocho de cada diez catalanes de los que uno se cruza por la calle todos los días. Un porcentaje en verdad impresionante. Y de ahí que no haya loro patriótico en este aciago rincón del Mediterráneo que se prive de repetir el mantra sin tregua.

Yo ignoro si el diputado Domènech, que según creo es de Letras, sabrá manejarse con las matemáticas elementales, esas que se aprenden de muy pequeñito en el colegio, a fin de salir de dudas. Pero, igual el tribuno Domènech que el resto de los recitadores profesionales del cuento, deberían ser capaces de defenderse con un ejercicio bien sencillo de aritmética bien básica. Veamos, en Cataluña hay ahora mismo 7.500.000 almas censadas. Y, siempre y cuando que el descubrimiento de las ondas gravitacionales no haya alterado los fundamentos numéricos últimos de aquello que los maestros de antes llamaban las cuatro reglas, el ochenta por ciento de 7.500.000 deberían seguir siendo 6.000.000 redondos. La pregunta, Domènech, se antoja simple: ¿Dónde estaban escondidos todos esos millones de campaneros el 9-N? ¿Se les olvidó la cartera o los donuts?

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