Susana Frouchtmann: «Hoy no interesa recordar las 45 checas de Barcelona»

La escritora y periodista investiga la historia de Alfonso Laurencic, «El hombre de las checas»

Alfonso Laurencic, en una imagen de archivo AP

SERGI DORIA

Susana Frouchtmann tenía ocho años cuando apareció en su casa Meri Laurencic para trabajar de institutriz. Aquella silenciosa mujer viviría con su familia hasta su muerte en 1988.

Treinta años después, la periodista ha indagado sobre el marido de Meri, Alfonso Laurencic. La Causa General y los documentos de la posguerra lo calificaban de «ideólogo» de las checas de las calles Zaragoza y Vallmajor. En las listas del «Terror en Barcelona» aparecía junto a su mujer, de soltera Meri Preschern. «Ella nunca contó nada, era muy discreta, aunque yo siempre me pregunté quién la había traido a mi casa». En aquellos años de silencio, hablar de la Guerra Civil era tabú; solo hubo una somera explicación sobre Frau Meri: su marido había sido «utilizado» por los rojos en las checas y por eso lo fusilaron en 1939.

La investigación sobre «El hombre de las checas. La historia de Alfonso Laurencic, el artista de la tortura» (Espasa) corrige algunos datos de la biografía oficial de este austro-húngaro culto y políglota. Expulsado de Hungría y París, después de pasar por Viena -donde conoció a Meri- y Berlín, el padre de Laurencic fue un brillante editor: por su revista «Las maravillas de España» fue nombrado Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica en 1918. «Su hijo heredó aquella cultura familliar, fue pintor y director de orquestas de jazz... pero con la guerra orientó sus aptitudes a la supervivencia con el diseño “piscotécnico” de las checas».

Frouchtmann califica a Laurencic de soberbio y clasista: «La guerra le había arrebatado una vida amable; buscando mantener el estatus, perdió todo sentido de límites morales... Se puede perdonar una traición ante el horror de ser torturado de la forma más cruel, tal como sucedía en las checas. Lo que no tiene justificación -ni siquiera en tiempos de guerra- es prestarse a colaborar con tus cancerberos con el solo fin de mejorar tu propia condición de preso, empeorando la de los otros reclusos. Acabada la contienda, Laurencic no podía esperar comprensión...».

«El hombre de las checas» aparece en una credencial del Deustche Allgemeine Zeitung. «Los centros de tortura estalinistas fueron de lo peor de la guerra , hoy no interesa recordar las 45 checas de Barcelona», concluye.

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