Salvador Sostres - Todo irá bien

Lluís Llach sin mí

«Explicar a Lluís Llach desde sus ideas o desde sus amigos es reducirle a su parte menos interesante y más lamentable»

Salvador Sostres

Y luego está la manía de organizar cosas sobre Lluís Llach sin contar conmigo. No tiene ningún sentido. Si compitiera con Llach en un quiz show sobre su vida, ganaría yo. No puede hacerse nada serio sobre Llach sin mí, es imposible. He ido al centro Arts Santa Mònica a ver una exposición sobre su obra. La ha realizado Lluís Danés. Danés está bien, y se nota que le gusta Llach, y que piensa como él, pero no tiene ni idea. Danés tiene talento, sentido de la escena, buen gusto, pero la elegancia formal no le libra de la mediocridad de fondo. Es un drama catalán hacer las cosas con los que somos amigos o estamos de acuerdo. Es un drama que tiene consecuencias especialmente nefastas en la cultura. Cuando tienes una cultura pequeña, como la catalana, si además eres un sectario, la devastación es inevitable. Las cosas tienen que hacerlas los que saben. Los que saben mucho. Los que más saben. En todo lo que piensa y defiende, el señor Llach está absolutamente equivocado. El señor Llach es un fascista de izquierdas -valga la redundacia- y todos sus razonamientos tienen una siniestra raíz totalitaria y conducen a la miseria, cuando no directamente a la muerte. Es difícil encontrar a un hombre más equivocado y cínico que Lluís Llach, pero es un gran artista, autor de hermosísimas canciones y con un gran magnetismo. Su talento inconformista e inquieto le permitió una constante evolución a lo largo de su carrera, y aunque se le conoce como cantautor, desbordó apabullantemente el alcance de esta etiqueta. Desde muy joven fue más allá de las meras canciones y exploró paisajes sonoros como en Verges 50, se atrevió con un réquiem en Campanades a Morts, y nos ha dejado como mejor legado un par de maravillosos discos temáticos, llamados Un pont de mar blava y Porrera. A Llach hay que explicarlo desde aquí. Desde el talento, como a cualquier artista. Lo único talentoso que escribió Oscar Wilde fue De profundis y por eso su obra no le salvó de la cárcel. Explicar a Lluís Llach desde sus ideas o desde sus amigos es reducirle a su parte menos interesante y más lamentable. Hacer una exposición de Llach sin que uno pueda tener la sensación de estar en uno de sus conciertos es no haber entendido nada. Hacer una exposición de Lluís Llach sin ofrecer ni una sola canción inédita, o las imágenes o el sonido de alguno de sus conciertos que no hayan sido aún publicados es no hacer una exposición sobre Llach. Danés no explica ni muestra nada que no supiéramos. Sus trucos escénicos redundan en el vacío. No es que me sienta muy orgulloso de saberlo todo sobre Llach. Es así, y no tiene más importancia. Pero me irrita esta tendencia catalana -que me parece que no es sólo catalana- de no dejar las cosas en manos de los mejores. A Llach le repugnaría que yo fuera el comisario sobre su exposición, pero sólo yo puedo ponerlo contra las cuerdas, hacerlo sufrir, romperle el espejo y mostrar al genio. Sólo yo puedo justificarle, separarle de su banalidad, de su estupidez y de su cara dura, y mostrar la luz de su poder, que él tantas veces se ha dedicado a perturbar con su terrible ideología y su vergonzosa actividad política. Sólo yo podría explicar que fue el que más instigó a Puigdemont para que declarara la independencia y que al día siguiente, cuando llegó la hora de pagar el precio, tomó el primer Vueling a Senegal, donde tiene una casa en la playa desde la que juega a hacerse el solidario. Sólo yo podría enfrentar sus canciones con su tren de vida y su simpatía por la CUP: y él se creería atacado, pero le estaría salvando, y le salvaría a través de sus canciones, de su música, de su figura imponente sentada al piano. Y no iría a la cárcel, porque el talento prevalecería y todo lo demás sería igual. A un artista, para explicarlo, hay que destruirlo. A un genio, para proyectarlo, hay que retorcerlo en su agonía hasta que quede sólo lo esencial, lo imprescindible, lo que le acerca a Dios más de lo que el resto jamás podremos estar. Sin dureza, sin violencia no se explica a un genio. Arcadi Espada es quien mejor explica a Ferran Adrià y El Bulli. Ferran se ha cansado de hacer libros, y ninguno se lo ha encargado a Arcadi. Y hasta que no lo haga, El Bulli no estará bien explicado. Hasta que Arcadi no destroce a Ferran con toda su brutalidad, y ponga acentos de luz en lo letal, en lo sagrado, no acabaremos de entender lo que sucedió en Montjoi. Y yo entiendo a Ferran y que quiera ahorrarse lo de Arcadi, porque para qué vamos a engañarnos, fácil no iba a ser, ni agradable, pero es una rendición, un atentado contra su genio, una pereza intolerable y gravemente perjudicial para la Humanidad, que va a quedarse sin la explicación, sin la metáfora de uno de los genios más importantes de todos los tiempos. Por supuesto lo de Lluís Llach no es tan importante, ni por lo tanto tan grave, pero si la cultura catalana desprecia a sus genios -y el mayor desprecio no es insultarles, sino explicarlos mal- no tiene ningún sentido que luego se hagan la que se protegen del imperialismo español. No tiene ningún sentido querer la independencia si luego las exposiciones de Lluís Llach no las hago yo. No puedo decir que su paso por la política me haya decepcionado, porque siempre he tenido claro que era un cretino. Pero vivo con tristeza que se dedique a pisotear su genio, tal como vivo con tristeza lo que el catalanismo ha hecho con Albert Boadella, con Arcadi, con Josep Maria Flotats, con Valentí Puig, Josep Pla y con cualquiera que no pase su estupidísimo test político, que además es de una pobreza y de una falta de inteligencia mucho peor que cualquier supuesto enemigo. Si en lugar de los judíos, Hitler la hubiera tomado contra los catalanes, no habría tenido que agobiarse construyendo el gueto de Varsovia. Ya nosotros habríamos votado a Puigdemont, o a Torra. Ya nosotros le habríamos negado el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes a Pla, y nos habríamos negado a leerle y le habríamos llamado fascista. Franco fue un manager para Lluís Llach en comparación con el daño que él mismo se ha causado. La censura le libró de muchas estupideces. Sin ella, se habría acomodado en el primer rebote de su instinto, que es lo peor que tiene. Se habría acomodado en su deficiencia intelectual y no habría forzado su talento ni habría tenido que recurrir a su imaginación. A los genios hay que asaltarlos, hay que ir a por ellos. Hay que haber ido a más de cien conciertos de Lluís Llach para saber quién es, hay que haberle observado detenidamente, sabérselo de memoria, conocer sus defectos, ser cruel con ellos, sin ninguna piedad, con todo el conocimiento. Los genios no se salvan en la indulgencia sino en el fuego. No es ni siquiera presuntuoso decir que yo soy la explicación de la derrota del independentismo. ¿Cómo se puede ser indepedentista sin saberse de memoria mis artículos? ¿Quién más sabe escribir en catalán? Luego ponemos TV3, es un genocidio que tu hija estudie una hora más de castellano y exponemos a Lluís Llach como ordenamos la compra del súper en la nevera, y él hace estos papelones, y escribe ridículas novelas, y yo te digo: hasta Franco se tomó con tu obra muchas mas molestias.

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