José García Domínguez - Punto de fuga

La religión de Matrix

Fue en Montserrat donde se fijaron por primera vez las lindes infranqueable de lo que se podría decir y escribir en el catalán contemporáneo.

José García Domínguez
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“Nos sentimos herederos de la larga tradición de nuestros predecesores, que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña”. Eso acaban de manifestar en un nota conjunta los señores obispos de las distintas diócesis catalanas. El documento, huelga decirlo, figura íntegramente redactado en la lengua vernácula. El idioma catalán, que a lo largo de los siglos se ha revelado una lengua capaz de producir una lírica notable y una prosa literaria mucho más que correcta, sin embargo, cierto día dejó de constituir un instrumento útil para, simplemente, expresar la verdad. Sucedió a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, en concreto dentro de una gran sala de la Abadía de Montserrat. Aquella mañana, un todavía bisoño ingeniero de almas fundaría el germen primero de una religión laica al que puso por nombre provisional el de “ Crist i Catalunya”, genuino núcleo embrionario de lo que después sería la gran mentira institucional e institucionalizada que hoy conocemos por Matrix.

Aquel joven hacedor de realidades virtuales y universos paralelos respondía, es sabido, por Jordi Pujol, y en aquel remoto entonces aún presidía la Cofradía de la Madre de Dios del Virtèlia. Fue allí, en Montserrat, donde se fijaron por primera vez las lindes infranqueable de lo que, a partir de aquel muy preciso instante, se podría decir y escribir en el catalán contemporáneo. De ahí que, acaso por razones de espacio, en la “larga tradición de predecesores” a la que ahora apelan nuestros pastores se les haya olvidado mencionar, sin ir más lejos, al cardenal Isidro Gomá, cardenal primado durante el aciago 18 de julio de 1936 y redactor, junto con el también catalán Enrique Pla y Deniel, de la célebre carta en la que, con fecha de 1 de julio de 1937, la jerarquía eclesiástica toda, la catalana incluida, manifestó su adhesión sin fisuras a la causa bélica del general Francisco Franco. Causa que, por cierto, que el muy catalán Gomá sería el primero en designar como “cruzada”. Una larga tradición, sí.

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