Inaugurando futuros abandonos

Si hay una imagen perfecta que ejemplifique la mala gestión de un gobierno es la de una obra urbanística a medias; y podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el gobierno Colau-PSC ha convertido esta práctica en un arte.

Anuncian a bombo y platillo grandes reformas urbanísticas que al poco tiempo ellos mismos paralizan -para sorpresa de propios y extraños- para dar paso al anuncio de una nueva obra urbanística que con el tiempo corre la misma suerte que la anterior. Y suma y sigue. Pasó con el proyecto del 22@ que fue paralizado sin previo aviso pocos minutos antes de iniciarse la comisión donde debía aprobarse. Pasó con la reforma de la Rambla que el año anterior vio como era desbancada por la súbita decisión de conectar el tranvía por la Avenida Diagonal. Y ha vuelto a suceder con la reforma de la Ronda Sant Antoni que un año más -y ya van cuatro- ve como las superillas la adelantan en las prioridades del equipo de gobierno.

No sabemos si es mala gestión, incompetencia, o simplemente la voluntad de iniciar obras cuya única finalidad es expulsar al vehículo privado de las calles barcelonesas. Pero poco importa el motivo. La realidad es una ciudad con proyectos muy necesarios que quedan aparcados para dar paso a proyectos que no han sido consensuados ni con vecinos ni con los demás grupos de la oposición, que son muy costosos para las arcas del Ayuntamiento y que no sólo no aportan ningún beneficio palpable sino protestas de los vecinos y cuantiosas pérdidas de los pequeños comerciantes directamente afectados.

El urbanismo no debería tener color político ni ideología. Debería ser útil a la ciudad y beneficioso para los vecinos, y por encima de todo debería ser planteado con una visión global de ciudad y con el debido consenso de aquellos que van a ser al final quienes lo van a costear: los barceloneses.