Joan Carles Valero - Letras expectativas

La decadencia a los 35 años

El consenso olímpico hizo posible que el catalán tuviera su primera proyección internacional como idioma oficial de los Juegos

Los participantes españoles, con Don Felipe como abanderado, durante la inauguración de Barcelona 92 ABC

Joan Carles Valero

Hace 35 años se produjo un hito en nuestra historia. Cuando Juan Antonio Samaranch padre pronunció la famosa frase: «A la ville de… Barcelona», un estallido de júbilo y confianza en nuestro futuro se adueñó de los barceloneses, catalanes y españoles. El 17 de octubre de 1986 era viernes y a las 13.32h. la marca de Barcelona empezó a brillar con luz propia en el mapamundi hasta alcanzar su máximo esplendor en 1992.

Aquella decisión unió a todo el país en torno a un proyecto que cristalizó seis años después con la organización de los mejores Juegos de la historia. Los preparativos modernizaron la ciudad con la construcción de las Rondas, el anillo olímpico de Montjuïc, el aeropuerto, el cableado de fibra óptica, los barrios Villa Olímpica y Valle de Hebrón... La ciudad giró su rostro al mar, recuperó su fachada marítima y se creó el programa ADO de apoyo al deporte español con el apoyo de un puñado de empresas en una muestra de colaboración público-privada sin parangón que se extendió al resto de la organización.

Los barceloneses ofrecieron la mejor imagen de su ciudad con la campaña 'Barcelona, posa't guapa' y más de 100.000 ciudadanos de todo el país se apuntaron como voluntarios. El consenso olímpico hizo posible que el catalán tuviera su primera proyección internacional como idioma oficial de los Juegos. También la 'senyera' ondeó junto a la rojigualda y la cultura mediterránea deslumbró al planeta en el mayor 'spot' publicitario global jamás visto. Todo el mundo quiso conocernos y creció el turismo en la ciudad.

El fuego del Olimpo que trajo Samaranch, nuestro moderno Prometeo, lo están apagando los gobiernos de Pere Aragonès y Ada Colau. Frente al consenso para mostrar la mejor imagen de Barcelona, de su espíritu deportivo, capacidad organizativa, ilusión, valores, innovación y receptividad, ahora solo hay ideología hueca y falta de pragmatismo, lo que nos empuja, como advierte ahora el Círculo de Economía, a la irrelevancia y decadencia.

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