Sergi Doria - Spectator in Barcino

Esto va (también) de Historia

Unos y otros pretenden gobernar en una obscena competición por el poder. Los unos con la corrupción en la mochila; los otros con el discurso falaz de la «legitimidad histórica»

La VI Temporada del culebrón «Épica sin Ética» que inició el Astut Mas hasta pasar el papel principal a Puigdemont, –ese Kurtz populista que pretende mandar desde Bruselas vía Skype– aporta serias dudas de que Junts per Catalunya y Esquerra puedan ofrecer algo más que no sea caos.

Pasemos revista a la tropa: Junts per Catalunya conjunta restos de serie de Convergència, comunidad extractiva hoy camuflada en el fantasmal PDECat. Rull & Turull: dos abogados, como sus colegas Homs y Forn, que se han pasado la vida en el partido del «tres per cent». El sardanista Lluís Puig, la inefable Ponsatí y media docena de alcaldes de Ruralia, afortunado topónimo de la carlinada decimonónica reencarnada en independentistas de tractor amarillo y vara. El resto, con Jordi Sánchez de estrella, muñidores de la subvencionada sociedad civil... Mucho prefijo «ex»: ex directores de la Generalitat con cargo bien remunerado y el oportunismo deportivo de la ex seleccionadora nacional de natación Anna Tarrés.

Más que Junts per Catalunya, debería ser Junts per Puigdemont: aparte del narcisismo del caudillo, no busquen un programa de política real salvo que el Estado Español tenga un «pollastre de collons».

En el otro grupo de «presuntos patriotas», Esquerra Republicana y sus «87 años de Historia sin un solo caso de corrupción». Tampoco esperen de ellos ninguna solución a sus problemas de ciudadano de a pie. Esquerra sigue siendo un partido de agitación. Si les dicen que eso es mentira, que ellos trajeron la República y gobernaron Cataluña, consulten las hemerotecas y calibrarán la dimensión de la leyenda.

Hablemos de 1931-1939, porque de la Esquerra del Tripartito ya sabrán algo. Macià y Companys fueron dos políticos tan carismáticos como ineficaces. Al Avi se le escapó de las manos el ala radical del partido, el Estat Català de los hermanos Badía. El segundo fue desbordado por los de la estelada el 6 de octubre y el descontrol revolucionario: anarquistas del 36 exterminando religiosos, chequistas del 37 aplicando el progromo estalinista.

Para que sepan con quien nos estamos jugando los cuartos, esto va, también, de Historia. Y Esquerra no ha pedido perdón por sus desafueros republicanos.

Además de sus desfiles fascistoides, los «escamots» del tristemente célebre Badía –el «Capità Collons»– asaltaron el 24 de octubre de 1933 la revista satírica El Be Negre; meses antes, habían secuestrado y torturado a Viriato Milanés, joven anarquista confidente de Badía y Dencàs. Raptado el 15 de julio de aquel año bajo la acusación de planear un atentado contra Esquerra con elementos de la FAI y procesado al mismo tiempo por confidente, el desaparecido Milanés fue declarado en rebeldía: sus raptores temían que detallara al juez la corrupción y violencia de los «escamots».

Para ilustrar aquel episodio, la crónica de Irene Polo, reportera que dejó el diario de Esquerra, La Humanitat, para escribir en L’Opinió, órgano de la militancia esquerrana harta de los mafiosos de Estat Català: «De golpe nos enterábamos de que con la República y bajo el régimen de un partido titulado liberal y popular, podían ocurrir las mismas cosas que se han contado de las dictaduras americanas… Y pese a todo, el partido de Esquerra Republicana de Cataluña, no solamente parece que ya no se acuerda, sino que está procurando hacer ver que aquí no ha pasado nada», denunciaba el 5 de noviembre del 33.

Su testimonio queda reafirmado por el de Anna Murià, periodista de La Rambla y afín a Estat Català. En un ejemplo de honestidad, recordaba el caso Milanés: «Lo llevaron detenido, no a Comisaría, sino al Casal d’Esquerra Estat Català del Distrito II, el mío, donde lo apalizaron tan bestialmente que tuvo un vómito de sangre. El hecho fue denunciado, la prensa se hizo eco, pusieron el grito en el cielo no solo los de la FAI sino muchos militantes de ERC…».

Si en las escuelas se explicara la Historia con toda esa letra pequeña que corrige con su gama de grises el discurso infantiloide de buenos y malos; si TV3 dejara de emitir propaganda a cargo del presupuesto; si los dos millones de votantes de los secesionistas se tomaran la molestia de dudar de las consignas, nadie toleraría la pretendida «superioridad moral» que exhibe el diputado Tardà al hablar de los 87 años de honradez de su partido; Puigdemont no se compararía con Macià y Esquerra no seguiría poniendo flores frente a Muntaner, 38: el portal donde un comando anarquista asesinó a los hermanos Badía el 28 de abril de 1936.

Unos y otros pretenden gobernar en una obscena competición por el poder. Los unos con la corrupción en la mochila; los otros con el discurso falaz de la «legitimidad histórica». Sin candidatos solventes, ni programa diferente al conflicto con el Estado, el «pollastre de collons» lo tienen ellos.

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