Fernando Conde - Al pairo

Siete Palabras

«El perdón es mucho más caro en otras culturas que en la nuestra, y eso tiene sus consecuencias»

El Sermón de las Siete Palabras es probablemente el más genuino de cuantos actos se celebran en la Semana Santa de Valladolid . En la mañana del Viernes Santo, desde el alba, a caballo, varios hermanos de la cofradía que porta el nombre («Septem Verba») recorren la ciudad arropando al hermano encargado de declamar el poema elegido para recordar las últimas «palabras» de Cristo en la cruz (en esta ocasión, un soneto del poeta Boris Rozas ). La puesta en escena es magnífica y el entusiasmo que provoca en quienes lo contemplan inenarrable. Terminado el recorrido ecuestre, la cofradía procesiona desde la cercana Iglesia de Santiago, su sede, hasta la Plaza Mayor pucelana para escuchar de nuevo el poema y la posterior intervención de la persona elegida para glosar las «palabras» del crucificado. El tenor de esa glosa suele ser bastante social y comprometido, y este año, de nuevo, no ha defraudado.

Las palabras del obispo de Santander , el palentino Manuel Sánchez Monge, a propósito de la primera de las palabras de Cristo en la cruz («Señor, perdónales porque no saben lo que hacen») han abrazado por igual a políticos corruptos, a científicos que juegan a ser dioses clonando vidas humanas y a políticos oportunistas y populistas, dispuestos siempre a administrar a los ciudadanos incautos y desprevenidos una buena dosis de principios a lo Groucho Marx (es decir, de los de «tengo unos principios, pero si no le gustan, tengo otros»). Y decía el obispo que debíamos perdonarles porque no saben lo que hacen. Pero mucho me temo que, aunque haya que perdonarles, la mayoría de los que lo hacen saben que lo hacen y lo que hacen. Pero el perdón, siempre tan al alcance de la mano en la tradición católica, quizá en el fondo sea lo que indirectamente fomente y explique que, por ejemplo, los políticos corruptos existan, en número mucho mayor del deseable, en un país como el nuestro.

En esto las sociedades protestantes son mucho más implacables que la nuestra, porque someten al político pillado en falta a una suerte de ostracismo social muy difícil de sobrellevar. El perdón es mucho más caro en otras culturas que en la nuestra, y eso tiene sus consecuencias. El obispo hizo una glosa impecable -y en esto también-, pero su generosidad para con quienes van restándole a la vida dignidad y honor con su conducta, me llevó a esta reflexión. Tal vez el perdón debería ir justo después de la contrición y el cambio de rumbo, y no por delante y sin aval. Pero no sólo el perdón en sentido cristiano, sino también el perdón social debería ser a hechos probados. Quién sabe, quizá así habría menos corrupción y más valores en nuestra sociedad.

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