Plácidos meses

Óscar Puente nunca imaginó que un gobierno en muy minoría fuera tan placentero. En el medio año largo ha gobernado a sus anchas, sin controles de socios, ni de la oposición. Entre los primeros, Saravia está a lo suyo, en lo que le gusta, el urbanismo, con aportaciones por cierto interesantes: un verso suelto que no da guerra. Podemos, sin pulso, ni iniciativa, ni soporte moral para exigir, porque la fractura de los concejales con las bases les atenaza. C’s irrelevante (Rivera, cuando pasen los pactos «se lo debe hacer mirar en Castilla y León») y el PP que no sabe por dónde le da el aire, permanece inactivo.

Ante tanta comodidad se afloja y los meses de Puente se caracterizan por el postureo, el continuismo y la falta de decisión para afrontar los problemas o la proyección de la ciudad.

Redondo, encantada en el puesto que ocupa (dice), sin realizar políticas de turismo y cultura eficaces e innovadoras: llegó sin programa y sigue en el más de lo mismo, el presupuesto es un ejemplo. Los verdaderos problemas del alcalde sin atajar: ni contempla el desequilibrio en el excedente de personal, la policía municipal como ejemplo, ni adopta medidas para resolver la circulación en la estación de tren, ni afronta con decisión el soterramiento, pues no es lo mismo publicidad y propaganda, que actuaciones. Días atrás en una reunión entre las partes, el Ayuntamiento tuvo claro que deberá pagar la deuda contraída, sin resolver el problema. La pataleta de Puente por esta herencia con la amenaza de llevar a los tribunales al anterior regidor por una presunta irregularidad en la firma de un documento crediticio, le tranquilizaría pero sería poco inteligente: encharcaría el campo con litigios personales y el soterramiento se pararía.