Sociedad

Las palabras, peculiares productos que se adquieren sin dinero en Salamanca

La capital charra celebra un «Mercado de palabras» dentro de los actos del VIII Centenario de la universidad

«Mercado de las palabras» celebrado en Salamanca EFE

EFE

No hay dinero ni monedas para comprar, sino que hay que hablar y dejarse hablar. Es como está concebido el «Mercado de palabras» una iniciativa del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca (USAL) que durante toda la jornada de este sábado en horario de mañana y tarde permanecerá en la Plaza de Anaya.

Actores y narradores convocan con sus voces al público para que se acerque a degustar sus productos y a participar en sus propuestas, que adquieren el aire de un desafío con premio incluido.

Se trata de una invitación a jugar con las palabras recorriendo ocho puestos del mercado y en cada uno de ellos, una actividad a realizar: intercambiar palabras, probarlas, pintarlas, reutilizar las usadas en poemas incompletos o dejarse desafiar por las relacionadas con la ciudad y con la historia de la vida universitaria.

También se pueden escuchar leyendas y anécdotas o leer las palabras en una pequeña biblioteca. Escolares y adultos no dejan de sorprenderse con la iniciativa que ayer celebró su primera jornada, tal y como asegura Raquel López, una de las organizadoras, porque todos quieren recorrer los ocho puestos de este singular mercado.

Pero, sin lugar a dudas, la palma se lleva una ruleta con palabras en la que salen cosas como yo lo sé o cuántos números son y de pronto hay una adivinanza que tiene por detrás algo de la ciudad, o la palabra vitor o una sopa de letras, todo ello en relación con Salamanca y su universidad.

Otra de las propuestas tiene que ver con palabras usadas con las que hay que completar poemas que están incompletos. «Se sacan palabras de diferentes cajas, algunas con relación directa con la ciudad con el lenguaje más salmantino o con palabras que se oían en la universidad y con ellas hay que completar poemas que están rotos . El resultado siempre es absurdo y bastante loco, pero uno se siente un poco poeta», ha sostenido López.

Al público le divierte también la idea de cómo saben las palabras, cómo son, que tacto y olor tienen. «Son cosas distintas y preparadas con cuidado, no pretenden ser espectaculares», ha subrayado la organizadora, informa Efe. La conversación que se mantiene con la persona que está al frente del puesto es «bastante íntima» y además se crean pequeños círculos y grupos entre los participantes que se ayudan y se apoyan, ha añadido.

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