Guillermo Garabito - Buenos días, Vietnam

A hombros nuestra niñez

Es Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, puerta grande por la que entran los niños con ilusión de palmas y misterio de mayores

Inicio de Semana Santa en León ICAL

Es Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, puerta grande por la que entran los niños con ilusión de palmas y misterio de mayores. Es Domingo de Ramos para templar los pies y el alma. La ciudad puesta como si a pulso la levantáramos todos los que la habitamos y así la fuésemos a llevar a la gloria. La ciudad es un paso más engalanado de balcones encendidos. Valladolid, estos días, es una dolorosa alegre porque sabe la verdad: Que hoy es domingo y al siguiente, desde esta esquina, veo a Dios resucitar.

Domingo de Ramos y los soportales apretados por el júbilo y el gentío. Domingo y este parece ser el mismo que aquel, porque el Domingo de Ramos son los siglos puestos de uno en uno con sus cosas a cuestas. Las cosas de entonces y las de hoy -que siguen siendo parecidas-, mientras la ciudad sigue siendo la misma. A hombros los niños esperando que llegue ‘La Borriquilla’. Y a hombros, también, nuestra niñez. El domingo uno vuelve a ser crío, pequeño como entonces, cuando la abuela le llevaba de la mano por la Calle Santiago hasta que empezaban a verse cofrades al fondo. Paso corto y vista larga, que diría Jesús Nieto. Aquella mano de la abuela que es una mano que siempre sabía dónde está el Cielo y nos ponía las mejores vistas a él. Por el Domingo de Ramos se entra de lleno a la Semana Santa… en Valladolid, en Sevilla y en Jerusalén. Porque el lugar de Dios es en la calle, entre la gente, y el de las cofradías, haciendo hermandad en esta sociedad cada vez más individualista, detrás de Él.

Dos años sin Semana Santa de puertas hacia afuera en los que Dios moría igual y morían otros tan solos como Él. En silencio y por nosotros muere cada primavera, pero por fin podremos volver a acompañarle en el trance final de su partida el Viernes Santo en la Plaza Mayor de Valladolid, que es la Plaza Mayor de los siglos. La ciudad hoy está hecha de terciopelo. Estrena todo, lo de siempre. Estrena maderas viejas, tallas de papelón, vírgenes traspasadas por un dolor nuevo que es el mismo de cada año. La luz antigua de los hachones nuevos, cera derramada que se derrama otra vez. Valladolid hoy inaugura el Barroco, como si Juan de Juni o Gregorio Fernández lo acabaran de inventar. Mi Valladolid estrena veinte cofradías, cofrades de acera, gorriones que juegan, columnas muy quietas, calles, costanillas y plazuelas. Niños, castellanos viejos, aprendiendo a rezar. Iglesias tan añosas que ya son casi nuevas. Un cielo que es el mismo que llevamos hasta América y una fe, esta, que se renueva cada primavera.

Hoy estrenamos la alegría alborozada, mañana estrenaremos el silencio. Un silencio tan nuevo que cualquiera diría que es el mismo silencio que usaban nuestros abuelos.

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