Guillermo Garabito - LA SOMBRA DE MIS PASOS

El batín de recibir

Ahora que ha vuelto el verano he comprobado que el cartero es nuevo una vez más. Para que luego digan que no hay relevo generacional en los pueblos…

GUILLERMO GARABITO

El calor nos salva de los analistas políticos, porque en verano nunca hay nada nuevo sobre lo que escribir. Esa es la mejor oportunidad, la de no tener nada sobre lo que escribir, ningún presidente al que investir. Porque a los columnistas, lo que más nos gusta es investir presidentes, sean para la institución que sean. Y durante el estío, a falta de mayor actualidad, los hay que se sienten tentados de especular por la presidencia de la comunidad… de vecinos. Pero ser presidente de la comunidad de vecinos es peor que ser presidente de la Junta de Castilla y León, aunque no esté Igea para condicionarte, ni nada. Algo de eso que uno no le desea ni a su peor enemigo. Por eso siempre nos quedarán los pueblos, los pueblos son la esencia de la civilización, que es la ausencia de comunidades de vecinos. Uno sólo tiene que ponerse de acuerdo con uno mismo. Y con el alcalde cada cuatro años. En mi comunidad de vecinos han puesto, para estrenar el verano, unos buzones horribles. Unos buzones así como para desalentar a los repartidores de propaganda. Unos buzones homologados para ciegos, porque ni siquiera un invidente podría saltarse tal espanto. Por eso lo mío es volver a La Mudarra, que tiene un buzón de verdad –de los que dan ganas de escribir cartas– y no una horterada con pretensión de vanguardia.

En La Mudarra los carteros son nuevos con demasiada frecuencia. Quizá sea esta una de las medidas más eficaces contra el envejecimiento en el medio rural que se le ha ocurrido a la administración. Y por eso en vez de dejar las cartas en el buzón suelen tocar a la puerta de casa, para presentarse y saludar y preguntar quién es el vecino de más allá. Siempre he pensado que debería invitarles a un vino, como en la película de «Bienvenidos al norte», y hacernos amigos, lo que ocurre es que en España pasan con el correo demasiado pronto.

Tal vez sea por esto por lo que me dedico a espantar carteros sin querer, queriendo. El pasado año, después de una fiesta con amigos, me desperté un viernes con el sonido del timbre golpeando la puerta. Y como no encontraba nada por las prisas me eché encima un batín de cachemires, que es una de las posesiones más preciadas que heredé de mi abuelo. Y así me planté en la puerta disimulando, la espera, la resaca y los calzoncillos, por el batín. Pero no debí hacerlo excesivamente bien. La cartera, que parecía Clark Kent, se disculpó una y otra y, después, otra vez y nunca más volvió a llamar a casa.

Ahora que ha vuelto el verano he comprobado que el cartero es nuevo una vez más. Para que luego digan que no hay relevo generacional en los pueblos… El martes me despertó el tipo muy amablemente para presentarse. Ahora que hay confianza, ya el lunes, le espantaré con lo del batín.

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