Artes&Letras

Física y química, literarias

Juan Pedro Aparicio rescata para la editorial leonesa Eolas relatos referenciales de la literatura clásica en lengua española escritos a lo largo de ocho siglos. Berceo, Cervantes, Góngora, Lope, Larra, Galdós, Machado, Juan Ramón y Lorca figuran entre los autores seleccionados

El autor Juan Pedro Aparicio, en una imagen de archivo C. B.

JOSÉ IGNACIO GARCÍA

Entre el escritor, matemático, galeno, astrónomo y converso Pedro Alfonso y el polifacético autor valenciano nacido en París, de origen alemán y exiliado en México, Max Aub, transcurrieron más de ochocientos cuarenta años de calendarios españoles; y ese tramo en que florecieron y se marchitaron reinos y dinastías regias, cartografías, épocas históricas, estilos artísticos y corrientes literarias, lo ha compendiado narrativamente en doscientas cincuenta páginas Juan Pedro Aparicio, ejerciendo una labor de síntesis que solo está al alcance de unos pocos privilegiados y eruditos.

Porque tarea de sabios es conocer de una manera tan profunda y exhaustiva a tantos autores de la literatura española, cuya obra ha sobrevivido a la vorágine de los tiempos -y en muchos casos a la Inquisición y al instinto caníbal y voraz de sus hogueras-, y admirable resulta comprobar cómo Aparicio es capaz de escarbar entre la hojarasca de pergaminos, manuscritos, beatos, códices, legajos y libros hasta extraer la esencia de los mejores pasajes breves que han conducido a la narrativa actual y han apuntalado sus bases.

Vaya por delante que el prolífico y laureado maestro leonés, liante como buen cuentista amorceñado en filandones que es, nos engaña desde el mismo título del libro, que no reúne esa cifra redonda y cerrada a la que se refiere, sino un par de docenas más de microrrelatos, sentencias, pasajes, párrafos o extractos de textos más extensos. Pero, más que como una mentira, el exceso de carga debe tomarlo el lector como un ejercicio de generosidad inherente al talante legionense o quizás como una imposibilidad del antólogo, piadoso y enamorado, de dejar fuera de la recopilación textos que, a pesar de rebasar la centena, merecían ser incluidos entre el pasaje de un navío literario al que se le augura un viaje de larga trayectoria, ideal en el futuro para estudios más profundos.

Entronca Aparicio la literatura con la física y sus leyes y, tras romper una lanza a favor de ese género en creciente efervescencia que es el microrrelato, va más allá, bautizando estos textos como cuantos, a los que en literatura define como ‹‹el mínimo de narratividad necesario para hacerse visible››. Resulta imprescindible que estos cuantos literarios sepan compaginar la narratividad con la elipsis inherente a un buen relato, por breve que este sea; y culmina su planteamiento dividiendo los cuantos en dos grupos, en función de que -más allá de su extensión- correspondan a historias completas o sean extractos de obras de más hondo calado; a los primeros los denomina ‹‹exentos››, y son los menos numerosos, y a los segundos, que proliferan mucho más a lo largo del libro, los califica como ‹‹integrados››.

Aparicio, como si fuera un arqueólogo literario, ha desempolvado textos referenciales de la literatura clásica escrita en lengua castellana, ahorrando al lector anémico de tiempo la ardua tarea de expurgar entre la inagotable palabrería publicada casi a lo largo de un milenio; y así -amparado en textos, entre otros, de Gonzalo de Berceo, de Fernando de Rojas, de Cervantes (al que dedica un espacio mayor y merecido), de Góngora, Lope, Quevedo, Calderón, Larra, Espronceda, Bécquer (a estas alturas del Romanticismo, y por ejercer de tal, el crítico echa de menos a José Zorrilla en el plantel), Galdós, la Pardo Bazán, Clarín, o los más cercanos Unamuno, Azorín, Machado, Juan Ramón, Gómez de la Serna o Lorca- nos muestra la evolución que a través de los siglos han protagonizado las costumbres, las culturas, los pensamientos, la moral, los hábitos sociales, y -por supuesto- los temas literarios, la forma de plantearlos y el lenguaje empleado para hacerlo.

En tiempos proclives a las enfermedades que tienen que ver con los recuerdos, y entre tantas teorías físicas y literarias, hay que agradecer a Juan Pedro Aparicio que nos refresque la memoria con la buena química que destilan estos cuantos cuantos que, por los caminos de la narrativa, han recorrido episodios fundamentales de casi mil años de nuestra historia.

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