Fernando Conde - Al pairo

Indicios

«Los jueces están para impartir justicia, para cumplir y hacer cumplir la ley, y, sobre todo, para garantizar los derechos de los ciudadanos en una democracia de orden»

Borja Fernádez, el día que fue detenido ICAL

Vivimos tiempos inciertos, convulsos y atribulados (de esos en los que San Ignacio aconsejaba no hacer mudanza ). Las varas de medir no son iguales para todos. La sofística, a la que venció Socrates en su tiempo, finalmente ha ganado la partida. Ahora todo es relativo, no hay verdades absolutas. El color de las cosas depende del cristal con el que se miren y flota en el ambiente una sensación de inseguridad amenazante. La buena y la mala suerte son ahora el fiel de la justicia y la injusticia. A todo ello han contribuido decisivamente varios factores. Son muchos, pero por citar sólo algunos: el entierro bajo toneladas de escombros de Monstesquieu (la separación de poderes es una utopía que ha muerto a manos del poder político/económico); la búsqueda de la felicidad basada en la acumulación de riquezas (los padres les dicen a sus hijos que estudian para ser ricos, no para ser felices); y la usurpación de espacios y terrenos impropios (el orden y las garantías judiciales vendidas en almoneda al mejor postor, es decir, al medio de comunicación más dispuesto a pagar por ello y a hacer casquería con los despojos). De esto último va ésta esta columna.

No suele un servidor, por coherencia y convicción, entrar en los juicios mediáticos que hoy sustituyen con tanta cotidianidad a los juicios de sala. Los jueces están para impartir justicia, para cumplir y hacer cumplir la ley , y, sobre todo, para garantizar los derechos de los ciudadanos en una democracia de orden. Por eso se entiende tan mal que los sumarios (incluso los «secretos») acabe en manos de manipuladores informativos con tanta frivolidad como frecuencia. Esta semana se hacía pública una noticia que ponía los pelos de punta. El ya famoso caso Oikos , en el que, entre otros, figura como encausado el futbolista del Real Valladolid Borja Fernández , ha llegado a los juzgados y, al parecer, según el fiscal, todo lo que tienen contra él son «indicios» , pero ninguna prueba.

Borja Fernández salía hace poco más de un mes detenido de su casa, esposado (se intuía, porque nadie lleva una jersey recostado sobre ambas manos. ¿Una nueva versión del viejo sambenito?) y señalado como uno de los cabecillas de una supuesta trama de corrupción en el fútbol. El juicio mediático acababa de comenzar esa mañana de lunes y la pena de telediario estaba ya impuesta. Después de un año de flagrantes injusticias, el Real Valladolid veía a su ya excapitán envuelto en un oscuro entramado de escuchas, conversaciones, barbacoas y amistades peligrosas. «Annus horribilis». Pero, ¿detenido y enjuiciado por indicios? ¿Y, si finalmente los indicios no se constituyeran en pruebas, quién reparará el daño causado y restituirá el buen nombre? Vivimos tiempos inciertos, convulsos y atribulados. Quizá no merezcan la pena.

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