Erice

Nos dejó hace un mes. No puedo empezar el nuevo curso en esta columna sin recordar a Manuel Erice, a quien en gran medida debemos la posibilidad de opinar en estas páginas y la fortaleza de la edición de ABC que ahora dirige José Luis Martín, en quién él tenía total confianza. Duele la despedida de un amigo, de un maestro del periodismo, de una gran persona que era capaz de dejar su sello en lo que hacía. Su vitalidad era contagiosa, su prudencia una norma de conducta, su capacidad de ver el lado positivo de la vida, una de sus virtudes. Nunca olvidaré las tertulias regionales que teníamos en COPE, en las que Manolo, Nacho y yo nos dedicábamos a analizar lo que pasaba en nuestro entorno, en una comunidad tan poco dada a encajar la crítica. Sus opiniones tenían gran peso y las completaba con reposados análisis en las páginas del periódico que atrapaban la atención de la vida política de la comunidad. Por entonces Manolo ya perfeccionaba su inglés y soñaba con lo que un día se produjo, que ABC aprovechara su talento en Madrid y le enviara a cubrir las elecciones americanas. Comenzaba para él una aventura apasionante en la se volcó hasta tal punto, que llegó a ocupar todo su tiempo. Cuando ABC le envía a Washington hizo realidad un sueño.

Leer sus crónicas desde EE.UU. era una delicia. La enfermedad se manifestó cuando había escrito su primer libro. Me contó con pasión la vivencia del fenómeno Trump cuando le llamé para entervistarle en la radio. Pero no pudo ver su obra puesta de largo. Su fe, sus ganas de vivir, su pasión por agarrase a lo que quería le permitieron un poco más de vida, pero insuficiente para que volvamos a leer sus crónicas, para que escuchemos con emoción sus proyectos o para que volvamos a ver que su Whatsapp tiene vida. DEP Manolo, amigo, maestro. Siempre te echaremos de menos.