Enrique Marty, durante la entrevista
Enrique Marty, durante la entrevista - F. HERAS
Artes&Letras

Enrique Marty: «Me gusta el exceso, hace las cosas más profundas»

El artista salmantino ha creado para la capilla del Patio Herreriano de Valladolid la instalación «Alguien, creyendo que hacía algo bueno, despertó a las serpientes»

VALLADOLID Actualizado: Guardar
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Enrique Marty ha llenado la capilla del Patio Herreriano con medio millar de piezas; trescientas añadidas a las doscientas que ya mostró en Bruselas, en la muestra «Cultural Freedom in Europe». «Es un caos, pero un caos muy ordenado», dice.

En la instalación, titulada «Alguien, creyendo que hacía algo bueno, despertó a las serpientes», levanta una especie de «ciudad». Hay casas que recrean las de «la manzana de Turín donde Nietzsche perdió la razón». Los personajes que se agolpan representan ese caos de las ciudades y las gentes que pueblan los campos. Hay también referencias a distintas religiones y una nueva reflexión sobre la caída de los ídolos de la que escribió el filósofo alemán. De nuevo, la «descontextualización» de los símbolos, desposeídos de su significado religioso.

Por si faltara algo, este «diálogo con el exceso» tiene una prolongación en la web del artista, donde cada día añade material relacionado con el proyecto.

«He pretendido hacer la teoría del todo. Y si hablas del todo hablas de la nada», dice.

-«Alguien, creyendo que hacía algo bueno, despertó a las serpientes». ¿Qué quieren contar sus esculturas?

-Es una instalación compuesta por quinientas o más piezas, pero se podría entender como una sola. He hecho casi una apropiación del espacio de la capilla, convirtiéndola en una pieza más, por eso me interesaba tanto este espacio para mostrar esta instalación. Está basada en el concepto nietzscheano de la caída de los ídolos. Cuando caen las ideologías, las ideas, las culturas, lo que queda son ídolos que han perdido su significado. Hablo sobre la pérdida de significado. Una capilla desacralizada, que ahora es sala de exposiciones, encajaba perfectamente con el concepto. Le he buscado un título ambiguo. Cuando alguien libera serpientes que están encerradas, lo más probable es que le muerdan. Es la idea de que queriendo hacer algo bueno puedes hacer algo malo. ¿Qué es lo bueno?

-¿Es muy distinto trabajar pensando en un espacio concreto?

-Generalmente siempre trabajo pensando en el espacio concreto. Si lo ignoras y montas igual la obra en un espacio como la capilla o en una habitación blanca, lo más probable es que no funcione, porque el espacio te va a comer de alguna forma, va a haber una pelea ahí que no tiene sentido. El espectador va a ver que hay un conflicto ajeno a la propia obra. Puede haber un conflicto, pero siempre y cuando lo tengas controlado. Si se descontrola es porque el espacio no dialoga con la obra.

-¿Impone intervenir en un espacio como la capilla del Patio Herreriano?

-Todo lo contrario. Me pone (ríe).

«Cuando caen las ideologías, las culturas, lo que quedan son ídolos que han perdido su significado»

-Una postura casi unánime respecto a su obra es que no deja indiferente a nadie. ¿Lo busca?

-Sí. Encuentro bastante triste una obra que pasa inadvertida si no lo buscas. A veces juego a camuflar una obra, que se puedan ver o no ver. Siempre que sea buscado, me parece correcto. Ahora, como artista tienes un deber: el de comunicar con el espectador. Soy quizá excesivo… aunque no es la palabra, porque no voy por ahí montando broncas. Pero me gusta el exceso. Creo en esa frase que dice que «el exceso hace las cosas más profundas». Un jardín zen, en vez de vaciarme la cabeza y producirme esa relajación de espíritu, me llena la cabeza más. Para conseguir ese estado casi de misticismo necesito una iglesia barroca que me inunde de información. La estética del exceso me parece muy interesante, es casi una cuestión filosófica. Luego mi casa es minimalista, todo es blanco o negro. La gente entra en mi casa y espera ver lámparas de araña... les digo que para eso vayan a mi estudio.

-En su obra hay pintura, fotografía, vídeo… ¿pero es este tipo de esculturas lo que ha marcado el sello Marty?

-Soy consciente de que es difícil contemplar toda mi obra, porque soy compulsivo. Pero mi idea es que tengo solo una obra, lo veo todo como un núcleo central, un árbol en el que hay ramas que se van extendiendo, pero que forman parte de la misma obra que va evolucionando.

-¿Ve su obra inquietante?

-Sí. Pero cada persona mide su propia inquietud. Entiendo la obra como un espejo, o como la idea de la sombra de Jung. La sombra de cada uno es esa parte que no queremos admitir en nosotros, la tenemos reprimida y la volcamos en los demás, la vemos en lo demás. Lo que no me gusta de mí lo veo reflejado en otra persona o en otra cosa.

«Es difícil contemplar toda mi obra porque soy muy compulsivo, pero mi idea es que tengo solo una obra»

-Las esculturas de sus personajes son reducciones de personas cercanas. ¿Alguien le ha pedido que no le tome como modelo?

-Ha habido gente que se ha negado totalmente. Y se da un fenómeno curioso: la gran mayoría de la gente no se reconoce, pero los demás sí reconocen a otros.

-Muchos artistas con su proyección internacional ya vivirían en otro lugar. ¿Continuar en Salamanca es ya un acto de rebeldía?

-Empiezo a pensar que sí (ríe). Hace un tiempo me planteé irme a Madrid, mis amigos de Madrid me dijeron que vivía mucho mejor en Salamanca. Después iba a Londres muy a menudo, porque mi novia vivía allí. El ambiente del arte en Londres a finales de los 90 y en los 2000 era de una ebullición alucinante, me encontraba mucho más identificado con el arte que se hacía allí… Al final deseché la idea de irme. Una ciudad tan mastodóntica te devora. Ahora, con internet, te piden una foto y la tienen un segundo después, hablas en directo por miles de medios… Salamanca es una ciudad muy manejable, con distancias muy manejables, cerca de Madrid, del aeropuerto… Tiene lo que necesito.

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