NECROLÓGICA

Descansa, tú

Íñigo Domínguez de Calatayud (1947-2019) pertenecía a una generación de periodistas extraordinarios

Íñigo Domínguez de Calatayud, en una imagen de archivo LA GACETA

Alberto Estella

Si uno no hubiera puesto el acento al tú, aunque fuera por despiste, Iñigo Domínguez de Calatayud -que llevaba entrañado el mejor castellano-, me hubiera advertido que había empleado un adjetivo posesivo (tu), cuando se adivinaba que lo que pretendía escribir era el pronombre personal, pero sin la tilde diacrítica. Tenía unos reflejos extraordinarios. Revisaba los textos certeramente y en un santiamén, lápiz rojo en mano, sembrando las galeradas de cruces, tildes, tachaduras…Sucede que el obituario de hoy no lo puede supervisar ni corregir, porque desgraciadamente es el suyo. Quien lo firma es un simple colaborador, que tuvo la fortuna de coincidir con una generación de periodistas extraordinarios, entre los que destacaba su director y amigo Eneco. Me decía «que bien se te dan los muertos, tú», ignorando que hoy tendría que hacer de tripas corazón para dedicarle precisamente a él, estas líneas conmovidas. ¿Es preciso constatar que he llorado al saberlo, querido Íñigo?. Un hombre bueno, incapaz de hacer daño a los demás, pero muy capaz de hacérselo a si mismo.

Sintonizamos desde el primer momento, porque poseía una educación exquisita, era un caballero y atesoraba una extensa cultura. Pero no solo como columnista, sino como letrado, prácticamente desde su llegada a la dirección de La Gaceta de Salamanca. Sucedía que a alguno de los profesionales del medio se le encabritaba la pluma con cierta frecuencia y hubo bastantes respuestas judiciales al amparo de la Ley de defensa del honor y la propia imagen. Pero usualmente aquellos litigios no prosperaban -solo «perdimos» uno-, y no por mérito del abogado, sino porque los textos autorizados por él eran duros, pero nunca dignos de reproche civil o penal.

Otra cosa eran sus propios artículos, en que lucía la destreza del lenguaje, la agudeza de su opinión, y la inclemencia. Mas de una vez recordamos a su paisano don Miguel de Unamuno, cuyo consejo parecía destinado al mas brillante Eneco : «Haz de tu estilo estilete, /haz de tu pluma plumero,/ limpia el polvo con acero/ y con acero arremete». Su espacio -«Las cuatro esquinas»-, fue seguramente el mas leído del periódico en aquellos años de su dirección.

En cualquier caso sus juicios sobre cada una de las opiniones publicadas, eran extraordinariamente certeros, como saben y hoy recordarán cientos de sus alumnos de la Facultad de Periodismo de la Universidad Pontificia de Salamanca, donde fue profesor invitado.

Con el dolor por la marcha de otro amigo que me precede -por edad, injustamente-, me consuela pensar que ya estará con el Padre. Quiero creer que, con sus brazos extendidos, Él le ha llamado con aquella voz que Íñigo, como bilbaíno, empleaba tanto, y no solo para animar al Atletic: «¡Aúpa!». E Íñigo habrá estirado los suyos para auparse, después del duro bregar, hasta los del Todopoderoso. Yo apenas puedo decir, desolado : «Descansa, tú».

Íñigo Domínguez de Calatayud nació en Bilbao el 8 de agosto de 1947 y murió el 3 de julio en Salamanca. Comenzó su carrera en ABC Sevilla y pasó a dirigir desde muy temprano diarios como La Voz de Avilés, El Diario de León y La Gaceta de Salamanca, donde fue su director durante 24 años hasta su jubilación en 2008.

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