David Frontela - Via Pulchritudinis

Volver

Hemos de reconocernos capaces de haber forjado un mundo mejor habiendo emigrado

Dibujo de 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry PIXABAY

El Principito decía que los ritos eran necesarios para ordenarnos, para saber cuándo prepararnos para ser felices y cuándo estar alerta frente a la tristeza. Son la forma en la que ordenarnos el tiempo, la vida. El inicio de las vacaciones es uno de esos ritos en los que la alegría nos desborda y sin saber por qué abrimos el alma a los buenos augurios. Este año esa ventana de nuestras almas se abre con la mirada puesta en lo cercano. Los vuelos y cruceros han dejado un enorme frente abierto a los pueblos. Misas de domingo con abuelos, vermuts de teleclub con la familia de la diáspora y noches de portal a la fresca del amargacenas. Los mojitos dejarán paso a los claretes mientras recuperamos la esencia de la infancia por orden de ese virus que nos dejó en el pueblo.

Los anhelos de este verano no deben llevarnos a no perder las maletas sino a recuperar el equipaje de una vida que fue y que nos hizo lo que somos. Los urbanitas con aires de rurales nos empeñamos en que internet llegue para acabar con la despoblación sin darnos cuenta de la sabiduría que de estos rincones debiera volver a nuestro mundo cuando la Virgen de Agosto nos mande de vuelta a la oficina. No se trata de convertir la Gran Vía en una era con trillos sino de reconocer que el espíritu de estas tierras tiene mérito por mucho que nos demos al denuesto de lo nuestro.

No hay que rebatir el progreso, todo lo contrario. Hemos de reconocernos capaces de haber forjado un mundo mejor habiendo emigrado, siendo ejemplo de convivencia y de gentes que trabajaron en silencio, sin ruidos, sin aspavientos. Eso seguirá sin hacernos ricos pero este verano tenemos la oportunidad de saber que lo que somos lo hacemos cada día allí donde nos encontremos y que la raíz está aquí. Que los que se fueron y ahora son maquetos o forasteros son tan buenos como los que se quedaron porque las tierras no daban para tantos jornales como quisiéramos. Este rito de reencarnación del verano pospandemia debe darnos alas para saber que internet tiene que llegar para traer cosas pero, sobre todo, para exportar todo eso bueno que, aunque parezca mentira, todavía tenemos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación