David Frontela - Vía Pulchritudinis

Macondo

«...Aquí y ahora, tenemos muertos y los tenemos enterrados junto a nuestros pueblos y ciudades pero el «relato» ha decidido que no sea así, que miremos hacia otro lado»

Gabriel García Márquez ABC

El recuerdo de los primeros años en una redacción me trae a la memoria aquella frase que los más veteranos te espetaban con indubitado sarcasmo cuando un reportaje se te iba al traste; «Que la realidad no te arruine una buena noticia». Aquella broma que se susurraba entre bambalinas y que nadie quería reconocer ha pasado el tamiz de los años y ahora se ha transmutado en el tan ansiado y reconocido «relato». Poco importa la noticia, el reportaje o la entrevista; lo importante es el «relato». Aquello que los políticos, las empresas, sindicatos o los incontables grupos de presión hacen de verdad importa menos que nada y lo que consigue calar en nosotros es cómo lo cuentan; el «relato».

García Márquez hizo de esto una genialidad con el realismo mágico que en Macondo y con Aureliano Buendía adquirieron tintes épicos. Poco importaba que fuera imposible que alguien viviera 140 años o que lloviera meses y meses sin parar, la magia de «Cien Años de Soledad» lo hicieron posible y en nuestro imaginario de lectores esa realidad imposible se convirtió en una verdad tan cierta y respetada como nuestros recuerdos. En Macondo acuñaron una realidad tan mágica como insalvable; «uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra». Pues bien, aquí y ahora, tenemos muertos y los tenemos enterrados junto a nuestros pueblos y ciudades pero el «relato» ha decidido que no sea así, que miremos hacia otro lado. Los gobiernos ya no ven problemas sino éxitos, los ciudadanos tampoco vemos dolor a nuestro alrededor y cambiamos los muertos de las pateras por la artrosis de nuestras mascotas. Los periodistas tampoco contamos esa realidad que destroza las historias porque las palabras de verdad son incompresibles para el algoritmo que determina el éxito en los buscadores web de noticias.

Con la alegría pegada a las yemas de los dedos del Tercer Domingo de Adviento admitamos la realidad como fuente de alegría. Que el «relato» sea más fácil de digerir no nos va a adelgazar ni a quitar los problemas, la tristeza existencial. El caso es vivir pero vivir de veras, sin trampantojos, «relatos» o mentiras. La verdad se merece una oportunidad aunque a veces sea dura y cruel pero, a la larga, compensa.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación