José Gabriel Antuñano - El callejón del gato

Creer en Valladolid

«Esta legislatura municipal pasará a la historia por las broncas y el deporte del alcalde Puente de embarrar el campo para enzarzarse con la oposición»

ICAL

Bolaños y León de la Riva, con sus cosas, impulsaron el desarrollo y pusieron los fundamentos de la puesta en valor de Valladolid, aunque al segundo algunos con pertinaz inquina le nieguen el pan y la sal. Puente se encontró con una ciudad lista para saltar a la élite, apoyado en una mayoría muy cómoda, porque Saravia y Charo Chávez se le entregaron muy pronto.

Sin embargo, descontadas las aportaciones de Saravia que empieza a poner orden en la gestión del urbanismo y en el diseño de una ciudad con el rescate del pasado, los logros de esta legislatura resultan decepcionantes, pese a la insustancial propaganda. Pasará a la historia por las broncas y el deporte del alcalde de embarrar el campo para enzarzarse con la oposición en degradantes cuerpo a cuerpo.

Valladolid, por encima de otras cosas y dentro de las competencias que corresponden a un municipio, necesita que los pucelanos crean en su ciudad y restablecer el diálogo, al que no ayuda la habitual crispación de Puente. Ambas tareas recaen sobre el futuro alcalde de la ciudad.

Los oriundos y habitantes de la ciudad deben mejorar la autoestima. Esto no va con el temperamento, pero un regidor/a implicado con la ciudad puede mejorarlo, si resuelve asignaturas pendientes: optimizar la calidad de vida y la comodidad de la ciudad; decidir cómo acometer la reforma de la otra barrera de la ciudad (los barrios de los años 60) y su integración; la actividad y ocupación del Centro y de Villa de Prado; el rescate del patrimonio y la mejora del medio ambiente (no con eslóganes sino con hechos).

La otra gran tarea es la coordinación con las diferentes administraciones y entidades públicas y privadas, para ofrecer una oferta cultural en su acepción más amplia, ambiental y de servicios, donde se conjunten diversas actividades y se complementen, dejando a un lado la lucha por quién pone el logo. Esta integración se consigue con diálogo, no con broncas zafias.

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