El cochero descarriado
La hacienda «Gaspar Ibáñez», ya conocida jocosamente como la finca «Vitaldent», es una de las numerosas propiedades del empresario encarcelado esta semana por blanqueo de capitales y fraude fiscal
Actualizado: GuardarTiene Segovia un magnetismo especial para los hombres de negocios que triunfan y sienten la irresistible llamada del caballo, para los magnates hechos a sí mismos que se embarcan en aventuras hípicas como parte emblemática de sus emporios y compran fincas. Primero fue Enrique Sarasola, poderoso industrial vasco e íntimo amigo tanto de Felipe González como de varios mandatarios hispanoamericanos, quien se estableció en El Espinar. Después llegó a un latifundio de Lastras del Pozo el fundador de Telepizza, Leopoldo Fernández Pujals, un antiguo marine de origen cubano que combatió en Vietnam y salvó Jazztel de la ruina, por lo que se embolsó un pastizal. Una vida de película, vamos.
El tercero es el señorito Ernesto Colman, a quien solían ver de vez en cuando los vecinos de Villacastín encaramado al pescante de sus coches de caballos, para liberar adrenalina guiando los enganches por esos parajes serranos a menos de una hora de Madrid.
La hacienda «Gaspar Ibáñez», situada dentro de su término y ya conocida jocosamente como la finca «Vitaldent», es una de las numerosas propiedades del empresario encarcelado esta semana por blanqueo de capitales y fraude fiscal
Natural de Uruguay, ese país de forma redonda en el Cono Sur al que cantaba Marujita Díaz, el avispado protésico llegó a España con mil dólares allá por 1989. En sus ratos libres, Colman -ahíto de abrir franquicias y buscar salidas para el dinero en B- se convertía en cochero, bridas y látigo en mano, para competir en esta disciplina que reúne pruebas de doma, maratón y manejabilidad. Sobre su faetón, contemplaba el mundo arrogante y la impecable guarnición de los équidos, de la retranca o la baticola al manoplillo, pero ya solo veía el descamino en una dirección, como ellos. Por efecto de las anteojeras.
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