Alejandro J. García Nistal - Noción personal

Callados mejor

Les va a resultar difícil convencer a una nación libre, democrática y solidaria, de sus juegos de cartas con trampa

El general José Manuel Santiago EFE

ALEJANDRO J. GARCÍA NISTAL

El presentador televisivo Pedro Piqueras realizaba en directo una entrevista a un experto en comunicación digital y redes sociales, Ramón Salaverría. Y después de estar hablando un rato –en televisión son unos minutos en directo- la frase final del profesor de la Universidad de Navarra con la que respondió al tema del control estatal de las redes sociales fue que «hay que respetar la libertad de expresión ante todo, como reza la Constitución española». Toma geroma. No querías morbo. Pues la razón y el peso de la máxima Ley te lo deja claro, forastero.

A los cuatreros que han asaltado el Gobierno de España y que con la excusa del Estado de Alarma se van afianzando en el poder para cambiarlo todo y que quede en sus manos, les va a resultar difícil convencer a una nación libre, democrática y solidaria, de sus juegos de cartas con trampa.

Asistí –por videoconferencia- a una charla con Josep Borrell que es comisario y vicepresidente de Exteriores de la Unión Europea que reconocía veladamente la «nacionalización de algún sector o algún elemento de la economía por el bien de la marcha del Estado». Me quedé de piedra. Hasta los socialistas, izquierda mucho más moderada que sus socios de Gobierno, no ven mal las formas y medios que coloquialmente llaman «bolivarianos».

Pero lo más triste de estos difíciles días son las afirmaciones y reconocimientos en la rueda de prensa del medio día de mandos de la Policía o la Guardia Civil. «Estamos para velar por la imagen del Gobierno» y lindezas similares sólo pueden tener dos orígenes: o la inexperiencia de los altos cargos uniformados en Comunicación, o la imposibilidad, por su bisoñez, de ocultar la siniestra realidad de contar con un Gobierno que dice y se desdice, que habla y al día siguiente te cuenta algo distinto y que la insoportable sensación de improvisación llega hasta la misma mesa de Moncloa, destapando quién y qué tipo de personas rigen los destinos de nuestra querida y enmascarillada España.

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