Los argumentos de los acusados para negar el calvario de Sara

La madre dice que no «imágino» que su expareja la agrediera hasta que vio la autopsia y él niega que la matara

La madre de la niña Sara delaró ayer en el juicio celebrado en Valladolid EFE

M. Gajate

«Nunca» sospechó de él. Ni en esos días en los que «todo le pasaba a Sara», ni cuando un médico inició el protocolo por posibles malos tratos. Tampoco cuando volvió de trabajar y la pequeña tenía un «enorme» e «inexplicable» golpe en la sien. Ni siquiera cuando se certificó la muerte de la niña a causa de los golpes y una agresión sexual. No fue hasta que vio el informe de la autopsia cuando le culpó a él. A Roberto. Su entonces pareja , señalada como autor material de la muerte de la pequeña Sara en agosto de 2017 en Valladolid. «Siempre he protegido a mis hijas». «¿Cómo iba a imaginar que él le estaba haciendo esto?». Así lo declaró ayer Davinia, la progenitora de la indefensa menor en la segunda sesión del juicio por el caso, en la que él negó todo.

Comenzó tranquila, incluso un poco altiva, pero acabó derrumbándose. Episodio por episodio, tuvo que responder por cada una de las heridas y magulladuras que le fueron detectadas a la pequeña de apenas cuatro años. Daños que consideró que no eran «vitales» y a los que no dio más «importancia» . Como tampoco lo hizo con mensajes de su entonces pareja y acusado, con el que apenas llevaba unos meses de relación, en los que le mencionaba que la pequeña le había tocado el pene.

«Nunca le vi pegarla. No habría vuelto a entrar en mi casa». Defendió que todos los supuestos malos tratos fueron «accidentes» que ella «presenció», salvo uno, que «me extrañó que lo fuera», pero que tampoco le hizo sospechar de quien estaba cuidando a sus hijas. Fue un fuerte golpe en la cabeza, que el acusado le dijo que se había dado con una mesa la niña sola. Cuando ese suceso ocurrió los médicos, uno de los cuales había dado la voz de alarma, ya habían detectado heridas en los pies, una quemaduras, moratones en la parte interior del muslos -que eran «chiquitines»- y labios hinchados .

Exageraciones

Pese a que la contusión en la sien llamara su atención, no la llevó al médico. Sus hermanos querían que lo hiciese y ella les dijo que iba a ir a urgencias, pero «mentí». Quería «que me dejaran en paz» porque estaban «exagerando». El golpe, dijo, era fuerte, pero no entrañaba, a su juicio, un riesgo «vital» y le provocaba un «miedo atroz que pudieran quitarme a mis niñas» los servicios sociales que ya investigaban unos posibles malos tratos -también pidió a su hija mayor que no los atendiera para «proteger» a Roberto-. « Él me decía: ‘Ni se te ocurra llevar a la niña al hospital ni a la calle. Que no la vea nadie’». «Yo confiaba en él. Si no, no se las habría dejado ».

Así, nunca sospechó de malos tratos. Incluso se quejó de que los médicos que había visto a la niña se «concentraran» en ellos y «la desatendieran». Ni siquiera lo hizo el día en que la niña entró en muerte cerebral. Antes de irse a trabajar, la vio «mejor» del golpe en la cabeza. «A ver si se le cura pronto y podemos ir a la piscina», dijo antes de romper a llorar. La siguiente vez que la vio estaba tendida en una alfombra con los médicos intentando reanimarla. «No sabía que él había tenido el algo que ver. No sabía qué había pasado, si se había desmayado o era por el golpe de días atrás. Pensé que era por ese golpe» y me «sentía culpable» hasta que «vi la autopsia». Entre lágrimas, expuso que al saber de los golpes y la violación ya sí vio claro que había «sido él», en relación a Roberto. Cuando leyó sobre la agresión sexual «me quedé a cuadros. No daba crédito sobre lo que había sufrido mi niña».

Davinia -que respondió ante fiscal, la acusación ejercida por el padre de Sara y su abogado- insistió en que «nunca» habría «imaginado» que le pudiera estar haciendo daño Roberto.

Y él, que según ella, le «presionó» para que acusara al padre de Sara -que no estaba en el país- y a su hermano, aseguró que no lo hizo. «Nunca pegué a Sara. No se me ocurriría hacer algo así» a la niña, con la cual tenía un trato «bueno» mientras mantuvo con su madre una «relación que no se llegó a consolidar». «Jugaba con ella, como hacía» con sus sobrinos. «Tengo cuatro. Somos una familia normal» , apuntó, para argumentar con ello que «sería incapaz» de haber sometido a la niña a continuos maltratos y a una violación vaginal y anal que negó. «No la golpee. Traté de reanimarla».

Durante su declaración estuvo tranquilo, mirando al jurado, al público, a Davinia, cuando hablaba de él - y esbozando alguna sonrisa- y negando con la cabeza el relato de los hechos por parte de las acusaciones. Sólo contestó a las preguntas de su abogado. Aseguró que no había sido testigo de las lesiones y que éstas se habían producido en su ausencia, que cuando regresaba se encontraba con los daños que en ese mismo día llamaban la atención de los familiares y por los que se llevó a la pequeña al médico en varias ocasiones.

Incluso aseguró que dijo que «no iba a volver» tras varios episodios de lesiones de la niña y discusiones entre su madre y los hermanos de ésta sobre las mismas y la investigación abierta por presuntos malos tratos. «No era normal» lo que ocurría, aseguró negando ser el responsable de lesiones «inexplicables», algunas de los cuales, sobre todo la que provocó el fatal desenlace según la autopsia -golpes repetidos de la cabeza sobre una superficie plana-, ocurrieron cuando sólo él estaba en casa a cargo de las dos menores.

Respecto a que su motivación fuera un «odio a los rumanos» que la Fiscalía alegó por comentarios despectivos, apuntó que «no soy racista» y que lo dijo tras contarle Davinia que su ex pareja le «escupía, pegaba y llamaba puta».

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