Los dos acusados, a su llegada a la Audiencia Provincial de Toledo el pasado viernes
Los dos acusados, a su llegada a la Audiencia Provincial de Toledo el pasado viernes - Efe

Los dos procesados por el crimen del cazador se acusan entre sí de matarlo

Flores Alba, «dominado» por su primo, dice que solo cavó el foso y enterró el cadáver de Antonio Fernández

Toledo Actualizado: Guardar
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«Asesinos». Fue lo que este lunes dijo María Isabel sin alterarse mientras miraba a los ojos de los dos hombres acusados de la muerte de su compañero sentimental desde 2005, Antonio Fernández. Este cazador perdió la vida de un disparo percutido con una pistola por uno de los dos procesados en esta causa, Rufino González (67 años) y su primo Flores Alba (53), aunque la Fiscalía informó en un principio de que la relación familiar era de tío y sobrino.

Terminada su declaración en la Audiencia Provincial de Toledo, María Isabel se puso en pie, se cruzó de brazos y mantuvo fija la mirada en Rufino y Flores, quienes un rato antes se habían culpado entre sí de la autoría del asesinato.

«Asesinos», se le oyó decir a los dos encartados nada más terminar la sesión matinal.

Rufino, alias «el Conejo», había sido el primero en declarar ante un jurado popular en la primera sesión de la vista oral. El suceso ocurrió el 30 de septiembre de 2013, un día muy lluvioso, en la finca Los Baños (Aldeanueva de Barbarroya). Sin embargo, el cadáver de Antonio Fernández, envuelto en un saco de dormir y con bolsas tapando su cabeza, no fue hallado hasta cuatro meses y medio después, el 13 de febrero de 2014, tras ser detenidos los dos acusados el día antes.

«Me dio pena»

Vigilante y amo por decisión propia del coto donde sucedieron los hechos —su verdadero dueño era un hombre ya fallecido—, Rufino se acogió este lunes a su derecho a responder solo a las preguntas de su abogada. La letrada le llevó por un sendero que permitió a su cliente presentarse como una víctima de su primo, al que había acogido en casa y mantenía «porque no tenía ni para comer y me dio pena».

El procesado, conocido cazador furtivo por la Guardia Civil, aseguró que Flores planeó todo para asesinar al cazador, a quien Rufino conocía desde hacía al menos cuatro años y con quien mantenía una «relación muy buena». Rufino, que tenía alquilado un club de alterne por el que recibía 3.600 euros cada mes hasta poco antes del crimen, añadió que él siempre desconoció las intenciones de su primo y que fue Flores quien portó y detonó la pistola con la que se cometió el homicidio con alevosía.

Antonio Fernández, de Belvís de la Jara aunque residente en Talavera de la Reina, no pudo defenderse. Recibió un disparo en la cabeza y por la espalda cuando los tres subían a pie y en fila india por una fuerte pendiente de la finca al atardecer. Aunque Rufino cargó este lunes la responsabilidad del crimen directamente sobre su primo, Flores, en cambio, culpó al «Conejo» de tramar todo el plan y realizar el disparo. «¡No digas esas mentiras!», voceó a Rufino al final de la declaración de éste.

Sea quien fuere, el crimen se ejecutó precisamente a seis metros de la zanja que los dos acusados habían cavado días antes para enterrar el cadáver. Rufino y Flores, quien solo se autoinculpó públicamente de ayudar a su primo a hacer el hoyo y enterrar a la víctima, arrastraron el cuerpo sin vida de Antonio para echarlo en el foso dentro de un saco de dormir y cubrirlo con tierra antes de colocar unas plantas encima para disimular. «Yo le cerré los ojos porque me daba mucha pena» antes de tapar la cabeza con unas bolsas, afirmó Rufino, quien se desvinculó de haber excavado la tumba. «Tengo dos infartos y no puedo hacer esfuerzo», explicó «el Conejo», quien también quiso inculpar en esta historia a Gabriela, una antigua novia, además de apuntar que ella y Antonio mantuvieron relaciones sexuales.

Sin embargo, Flores insistió en que los dos hicieron el agujero, que tenía el tamaño justo para que cupiese el cadáver de Antonio, un hombre de 189 centímetros de altura. «Yo no sabía que iba a matarlo. Si sé que lo va a hacer, yo no habría ido», se lamentó Flores. Este añadió que si no dijo nada a la Guardia Civil hasta que se lo detuvo, fue por miedo. «Me amenazó con hacerme lo mismo», declaró ante el jurado popular.

Tareas de búsqueda

Sobre ese aspecto, algunos testimonios dibujaron este lunes a Flores como una persona dominada por Rufino, a quien siempre se le veía acompañado de su primo. «Obedecía a Rufino, era sumiso, estaba sometido totalmente», afirmó un agente de la Guardia Civil que conocía tanto a la víctima como a los dos acusados.

Ese guardia participó en las primeras tareas de búsqueda del cazador, en las que Rufino y Flores colaboraron con el único fin de despistar. «Hubo un momento en que pareció que Flores iba a contarnos algo, pero Rufino le miró y entonces Flores se vino abajo», recordó el agente. Cuatro meses y medio después, fueron detenidos.

Pero, ¿por qué asesinaron a Antonio? Tanto la Fiscalía como la acusación particular sostienen que se debió a un móvil económico para robarle material de caza valorado en poco más de 3.000 euros y venderlo después, algo que no sucedió. No obstante, llama la atención que no se llevaran 1.600 euros que Antonio guardaba en su coche, aparcado al lado de una casa rural en Aldeanueva de Barbarroya. «No pretendí robar las armas», testificó Flores este lunes.

¿Y por qué el cazador acudió a la cita? Todos los testimonios apuntan a que Antonio, un apasionado de la caza, fue al encuentro por la insistencia de Rufino. «He quedado con ‘el Conejo’ para ver si me deja en paz», espetó a su hermana Milagros. «Dije a mi marido que no se relacionara con él», recordó este lunes María del Pilar, esposa de Antonio, quien advirtió a su marido de la mala compañía porque le había oído decir historias repelentes sobre Rufino. En cambio, «nunca había oído hablar de Flores», aseguró.

El arma del crimen

La sesión también se centró en aclarar quién mantuvo siempre el contacto telefónico con Antonio días antes de su muerte. Y ese fue Rufino, que borró todos los mensajes de su móvil tras el crimen, ya que Flores no tenía teléfono. ¿Y la pistola del crimen? También de Rufino. «Si no tengo un duro, ¡cómo voy a comprar una pistola!», exclamó su sobrino durante el interrogatorio al que fue sometido por todas las partes.

En casa de Rufino no solo vivía Flores, sin recursos económicos, cuando ocurrió el asesinato. También Gabriela, amante del «Conejo», empleada en un club de alterne de Talavera e imputada en un primer momento, estuvo residiendo en el inmueble que su novio tenía en el camino de los Caños de la Ciudad de la Cerámica.

Allí la Guardia Civil encontró armas para las que «el Conejo» no tenía licencia y, a 15 metros, en una casa derruida, los investigadores descubrieron la pistola. «Rufino me confesó [en un vis a vis en la cárcel] que mató a Antonio por mí», afirmó este lunes Gabriela, quien estuvo visitando en prisión al «Conejo» -al que describió como una persona «muy posesiva»- hasta que dejó de estar imputada en esta causa y se echó otro novio.

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