Panadería Brasal: cien años de tradición y trabajo

Desde 1919 esta familia toledana lleva trabajando en su obrador del barrio de las Covachuelas con las técnicas más tradicionales para producir miles de barras de pan que se consumen a diario por toda la ciudad de Toledo

El próximo sábado, 21 de diciembre, se van a reunir en el obrador para celebrar este siglo de vida, un homenaje a Mariano, Paca y sus cinco hijos que lucharon por un sueño que sigue vivo

Los tres nietos de Mariano Brasal, el fundador del obrador: Gerardo, Angelines y Mariano, con Charete, a la izquierda, esposa de Gerardo H. FRAILE
Valle Sánchez

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Hace un siglo, en el corazón del barrio de Antequeruela-Covachuelas, Mariano Brasal , un huérfano de 18 años, decidió, con el apoyo de su entonces novia Francisca Galán (Paca) abrir una panadería en un edificio de la calle Río Llano , un negocio que nació en una época difícil, marcada por el hambre y la penuría, y que fue creciendo poco a poco hasta convertirse en uno de los obradores de pan más populares de Toledo. Brasal , en la ciudad, es más que una panadería; su nombre está tan asociado al mejor pan que, incluso, muchos toledanos llevan pidiendo en los despachos una barra «brasal» como si fuera una modalidad como la de viena o candeal.

No hay secreto para este éxito. Son las mismas paredes del obrador y la misma masa madre de aquellos primeros años del siglo XX, que se guarda todos los días en la nevera para crear miles de barras de pan que se distribuyen por más de veinte despachos de la ciudad, colegios, restaurantes y hospitales desde el cocedero que fundaron Mariano y Paca . Todo gracias al tesón, la abnegación y la fuerza de este matrimonio y sus cinco hijos: Mariano, Félix, Carmen, María y Ana , la última hija que aún quedaba viva mientras hacíamos el reportaje y que tristemente falleció el pasado miércoles. Ese espíritu de trabajo y honradez es lo que ahora quieren recordar sus nietos, la tercera generación que mantiene vivo el negocio en pleno siglo XXI, otra época también difícil para lo artesanal y lo auténtico.

Angelines, hija de Mariano, y los hermanos Mariano y Gerardo Brasal, hijos de Félix, abrieron a ABC las puertas del obrador para recordar a sus abuelos y a sus padres, que se levantaban a la una de la madrugada para hacer pan en los hornos de leña, repartían a caballo por el Casco Histórico y la Fábrica de Armas y, cuando terminaban, se dedicaban a limpiar las caballerizas, dar de comer a los caballos, ir a comprar la leña y la harina y volver a empezar. «Aquella vida no tiene nada que ver con la nuestra, trabajaban 24 horas al día. Este es el homenaje que se merecen los que no están, los que han levantado este negocio, los que han tenido los reaños de hacer realidad un sueño para que los que aún estamos sigamos viviendo de ello», explica Angelines , la actual gerente del obrador, que recuerda con pasión a su abuelo. «Era muy listo, un emprendedor de la época, que hizo realidad un sueño con su mujer y sus hijos, mi padre y sus hermanos, que eran también muy trabajadores y buenas personas».

H. FRAILE

Mariano Brasal cuenta una tierna historia de su abuelo: «De pequeño, con seis años o siete estaba desnudito por el Casco y, un sacerdote, que luego se convertiría en el cardenal Sancha, le vio y se quitó la bufanda que llevaba y se la puso». Ese niño -cuenta Angelines- se convirtió años después en un gran empresario: «Comenzó muy joven a trabajar en una panadería y como era un tío hábil y listo, un joven adelantado a su época, llegó a ser a esa edad gerente de una panadería; en esos años comenzó a salir con mi abuela Paca, que también era muy lista y mi bisabuela, que trabajaba en la Fábrica de Armas, les animó a montar un pequeño negocio en su casa, en estos terrenos, junto con unos metros que pidió al con Ayuntamiento». Y ahí comenzó todo, en el año 1919. «Al principio se amasaba a pie, como las uvas y, luego, ya se alquiló un motor que se movía con una correa. Mi abuelo siguió trabajando y se hizo tratante de ganado; compraba y vendía caballos... luego vino la Guerra Civil y siguió trabajando, nunca se metió en nada y con la posguerra vivió las colas de racionamiento y las cartillas que se sellaban para recibir un chusco de pan».

Después, el abuelo enfermó del corazón y sus hijos Mariano y Félix se hicieron cargo del negocio y comenzaron a trabajar, con ayuda también de sus mujeres, Angelita y Pilar , que han estado más de cincuenta años al frente del obrador. Pero el fundador estuvo siempre presente, hasta su muerte en 1968. «Esto era como las películas de Corleone: mi abuelo sentado en una silla de mimbre y todos los nietos alrededor. Le queríamos un montón, era un sol de persona». Mariano nos habla de la faceta de tratante de su abuelo: «Se pasaba el día en el Café Español con empresarios y los patriarcas de gitanos que controlaban los caballos y lo burros». Y también recuerda que, con diez años, en los años 60, tenía que ir los fines de semana a repartir pan con su padre al Poblado Obrero con un caballo y un carro casa por casa; un trabajo que hacían todos los nietos, incluido Marianito, el hermano de Angelines que falleció en un accidente de tráfico en el Valle cuando tenía solo 20 años y que 40 años después sigue estando presente en el corazón de la familia.

Homenaje

El próximo sábado, 21 de diciembre, más de cien personas se reunirán en la panadería, en el obrador de la calle río Llano, en el barrio de las Covachuelas, para celebrar el centenario de esta panadería. Los nietos y bisnietos estarán acompañados también por la otra familia, la de los trabajadores que han sido igual de importantes y una pieza más de este negocio durante estos años. Será una fiesta para recordar a los que faltan y con la esperanza en el futuro, representado en la pequeña Carmen , una preciosidad de cuatro meses de grandes ojos azules, que es la quinta generación Brasal.

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