ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Toledo: misterio, historia, evocación

Los Diarios de José María Souvirón

Souvirón, saluda a Azorín, entre Leopoldo María Panero y Luis Rosales, en 1962 SUR

POR HILARIO BARERO

Es como diarista donde José María Souvirón, novelista, poeta «más o menos fracasado» según sus propias palabras, católico, franquista y homófobo, nos deja un inolvidable documento con páginas rociadas de gasolina en papel mojado, textos rebosando nostalgia , historias tocadas de una honda melancolía, sentido común, poesía, un espacio con datos valiosos, con silencios muy significativos, con apuntes de una sociedad entre la espada y la pared, con brochazos de luz tenebrosa de iglesias y confesiones. Es un museo vivo con una poderosa galería de personajes, sobrias descripciones de ciudades y la tristeza casi permanente por su familia chilena y por Málaga. Este Diario IV , como los anteriores, es también, y sobre todo, un documento social , una colmena de guiños y miradas, de reflexiones y desdoblamientos, de nombres y fechas. Es el retablo de una catedral franquista imbuido por la personalidad, la visión, la mala leche, la venda del catolicismo a ultranza del diarista, que, a pesar de su dilema moral, de su falta de equilibrio político y religioso, sus divagaciones a veces agresivas, hacen de estos Diarios una colección de libros que interesan a tirios y a troyanos. A unos porque vivieron la época, que parece lejana y como soñada, y les devuelve parte de lo robado y lo olvidado, a otros porque se creen portadores de una nueva manera de pensar y de enfrentarse con la vida y olvidan todo lo que hay detrás de esos años oscuros del franquismo.

Portada del libro

Una de las ciudades a las que Souvirón tenía gran afecto y conocía muy bien, aparte de su Málaga natal, era Toledo . En los cuatro diarios publicados la Ciudad Imperial aparece en varias ocasiones. El primer texto está fechado el domingo  17 de junio de 1956 , día en que llega a Toledo acompañado de tres «americanas» que se entusiasman al recorrer la ciudad. El segundo, fechado el sábado 14 de junio de 1958 , nos muestra la dualidad espiritual/militar del escritor con el binomio Catedral/Alcázar: «Ayer, en Toledo. Visita al Alcázar… Paseo por la ciudad, un rato en la Catedral… Andamos, cuesta arriba, cuesta abajo, por la bella ciudad nocturna, sin guía, sin turismo. Faroles, esquinas, sombras, misterio, historia, evocación... Un día muy grato».

El tercero está fechado el  23 de noviembre de 1958  y cuenta su positiva impresión de la visita que hizo a la exposición «Carlos V y su ambiente» (que titula erróneamente «Carlos V y su tiempo»). El texto es algo más que la entrada apresurada o rutinaria de un diario, es la crónica de una exposición que fue un hito en la historia de la ciudad.

La cuarta entrada está fechada e l 26 de mayo de 1959 . Asiste a los Juegos Florales en honor del Corpus, en donde Leopoldo Panero, gran amigo suyo y de la familia, gana el segundo premio. Sin ocultar su antipatía por Gerardo Diego, escribe: «El primero se lo ha llevado -¡cómo no!- Gerardo Diego. (No hay primavera sin sol -ni vieja que tenga fuego- ni algún concurso español sin premio a Gerardo Diego)»

En este Diario IV aparece Toledo en tres ocasiones . Dos de las entradas aportan datos interesantes, la otra es una breve mención a Pemán: «Estuve con él largas horas en Toledo , el día de los Juegos Florales, y se mostró como siempre, cordial y sencillo y buen andaluz afectuoso». De las otras dos la primera está fechada el miércoles 24 de enero de 1967 : «Acabo de regresar de Toledo, donde anoche actué como mantenedor de los Juegos Florales . Mi discurso fue poco oratorio; rehuí, de antemano, todos los trucos posibles, aunque acaso me hubieran convenido... La gente aplaudió mucho». (Entre esa «gente» y esos aplausos se encontraba el que esto firma que no olvida el frac del mantenedor como si fuera una armadura). Recuerda el Hotel Monterey, donde le hospedaron, «en las afueras, muy campestre, y con una vista de Toledo desde su ventana que daba gloria mirarla ». Al día siguiente da una vuelta por Toledo: «Solo entré en la catedral. Todo lo demás lo tengo muy visto. Luego fui a la casa (hoy museo) de Victorio Macho. Gran escultor de personas. Falla cuando hace monumentos -que le hacen un poco pompier-; pero las estatuas de su madre (sentada) y de su hermano (yacente) son dos maravillas. Me recibió la viuda de Victorio, una peruana muy fina, y nos asomamos a la bellísima, impresionante terraza sobre el precipicio del Tajo. !Qué estupendo espectáculo!». Y aunque olvida el nombre del hermano del escultor (Marcelo) y de la «peruana» (Zoila Barrós Conti) al firmar en el álbum de «visitantes ilustres» quiere dejar claro «a la peruana» quién es Souvirón y escribe esto: «Aquí se hacen verdad viva los dos versos de Gautier: 'Le buste / Survit à la cité'. Y curándose en salud termina el texto: «No sé cómo le sentará esto a los toledanos que lleguen a verlo...» Uno de los toledanos piensa que ser pedante es una carencia de personalidad.

El último texto por ahora ( falta publicar el Diario V ) está fechado el sábado 20 de enero de 1968 . Esta entrada parece más la de un gacetillero de la alta clase intelectual del momento que la de un diarista. Están todos. Es invitado por Gregorio Marañón, hijo del doctor Marañón, al cigarral toledano donde se encuentra con los otros invitados entre los que se encuentran Manuel Halcón, Carlos Robles Piquer, Enrique Llovet, Luis Rosales y dos mujeres: Felicidad Blanc y «una poetisa de Valencia, insinuante y explayativa, llamada María Eugenia Rincón». Lo mejor del texto es el párrafo final: «Comemos una tortilla y unas perdices inverosímilmente tiernas y sabrosas; deben ser doncellitas». (No sabía el amante de Gautier que esas perdices eran de la Venta de Aires ). Y termina la crónica social: «Hablamos. Recitamos. Se ve Toledo, admirable, glorioso, al fondo, sobre los olivos centenarios. Pasamos al despacho de don Gregorio Marañón (padre), lleno de recuerdos interesantes, retratos dedicados de (Baroja, Ortega, Duhamel, Río-Hortega, etc.)».

Uno agradece a los editores La Beira y a Ramos y al Centro Cultural Generación del 27 de Málaga , la impagable labor que hacen al publicar estos diarios que se leen como una novela, se sienten como un tratado de historia, nos recuerdan nombres de uno y del otro bando, enriquecen el campo visual de la memoria histórica y, a pesar de todo, elevan a los cielos, no todavía en loor de santidad, que todo se andará, a don José María Souvirón.

 

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