Juan Sánchez Sánchez

Los toledanos, llamados a la santidad

36 años después, el Papa Francisco hace pública una profunda llamada a la santidad en el mundo actual

Fue el 4 de noviembre de 1982, durante la visita que el Papa Juan Pablo II realizó a Toledo. En la misa celebrada en el barrio de Santa María de Benquerencia, Juan pablo II pronunció una memorable homilía, especialmente dedicada a los seglares, y en la que dijo: «¡Estáis llamados todos a la santidad!» En la catedral de Toledo, en una de las capillas, se nos recuerdan estas palabras, junto al sillón y reclinatorio que utilizó el Papa en su visita. Quien lo desee puede leer esa maravillosa homilía aquí.

Ahora, 36 años después, otro Papa, Francisco, acaba de hacer pública una Exhortación Apostólica que con el título Gaudete et Exsultate (Alegraos y regocijaos) realiza una profunda llamada a la santidad en el mundo actual. He leído despacio este documento y veo que el Papa, que se dirige especialmente a los católicos, expresa palabras que sin duda son de esperanza y aliento para el conjunto de la sociedad.

Toledo, cargada de historia, tiene también un santoral que es una invitación en la línea que expresa el Papa Francisco. Recordemos sólo varios nombres: Santa Leocadia, virgen y mártir, que vivió en Toledo a finales del siglo III y destacó por su dedicación a la caridad y a la oración; encarcelada durante la persecución de Diocleciano, se la intentó apartar de la fe cristiana, primeramente con halagos y luego con amenaza de tormentos, pero confesó valientemente. Su fiesta se celebra el día 9 de diciembre y en 2004 fue declarada patrona de la juventud de la diócesis toledana. Y San Ildefonso, que vivió en el siglo VII, y escribió sobre muchos temas, destacando el libro «De la perpetua Virginidad de la Bienaventurada Virgen María», obra por la que, en premio a la defensa que hizo de la virginidad de María, recibió de la Madre de Dios un don del cielo: la imposición de la casulla que refiere la tradición y que está presente en la iconografía artística toledana de forma abundante. Su fiesta se celebra el día 23 de enero. Pero, además: san Eugenio, san Julián, santa Beatriz de Silva, san Eladio, san Cristóbal (el santo niño de La Guardia); los santos y mártires Vicente, Sabina y Cristeta , nacidos en Talavera; y tantos otros que fueron floreciendo a lo largo de los siglos, hasta la época más reciente. Junto a la defensa de la fe, aparecen con frecuencia la actitud de servicio, la entrega a los demás, la caridad especialmente a los más necesitados… Vidas ejemplares que siempre se nos antojan referencias difíciles de imitar.

En los procesos de beatificación y canonización se tienen en cuenta los signos de heroicidad, a menudo la entrega de la vida en el martirio y también los casos en que se haya verificado un ofrecimiento de la propia vida por los demás, sostenido hasta la muerte. Pero el Papa Francisco nos habla de «Los santos de la puerta de al lado», y recuerda a algunos de los que llama «la clase media de la santidad»: los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo… personas que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios.

Francisco asegura que para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de distanciarse de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. Pero no es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. Una persona consagrada está llamada a ser santa viviendo con alegría su entrega. Un matrimonio puede ser santo amando y ocupándose de su marido o de su esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. Un trabajador es llamado a la santidad cumpliendo con honradez y profesionalidad su trabajo al servicio de los hermanos. Un padre, unos abuelos, pueden ser santos enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. Quien ocupa un cargo, quien tiene autoridad, está llamado a ser santo luchando por el bien común y renunciando a los intereses personales…

Los creyentes debemos dejar que la gracia del Bautismo fructifique en un camino de santidad, siempre con una actitud de estar abiertos a Dios, que nos elige. Nosotros también hemos de optar por Dios, sin desaliento, porque la fuerza del Espíritu Santo hará posible esa santidad. Y cuando veamos nuestra debilidad, el Papa nos invita a levantar los ojos a Cristo Crucificado y decirle: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor». En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontraremos todo lo que necesitamos para crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor.

Vivimos en una sociedad desesperanzada, que no cree en nada, amargada por la murmuración, la crítica, los escándalos de corrupción, la falta de servicio al bien común…Y la Iglesia, a través de este precioso y realista documento del Papa Francisco hace una llamada a la regeneración y a buscar la santidad sencilla. La Iglesia es sacramento de salvación, que llegará a cada uno por caminos que sólo Dios conoce. Esta llamada a la santidad la entiendo para todas las personas de buena voluntad, invitadas a construir un mundo mejor basado en el Amor de Dios a todas las generaciones. Junto a esas pequeñas cosas, una persona puede ser santa desde su vocación de servicio y entrega a los demás a través de un cargo público o desde una Organización No Gubernamental; también quien en las pequeñas cosas cotidianas está siempre tendiendo una mano a sus vecinos del barrio; quien intenta armonizar distintas ideas e ideologías para conseguir una sociedad plural pero basada en el respeto al otro, a las creencias políticas, sociales o religiosas del otro…Tantas situaciones en las que, renunciando al egoísmo, podemos aportar mucho para edificar en lugar de destruir y sembrar la tierra de sal.

El Papa Francisco basa el camino a la santidad en las bienaventuranzas, que son el programa de los cristianos, un revolucionario modelo que busca en el amor, incluso al enemigo, la construcción de un mundo nuevo. Un mensaje pleno de esperanza de este Papa que escribe intentando llevar una palabra de aliento a este mundo que se desangra en desamor y desencuentros, no sólo en los grandes conflictos, en los campos de refugiados, en las amenazas bélicas, sino también en la vida cotidiana más próxima. Si leemos esta exhortación, sin duda nos alegraremos y regocijaremos y nos sentiremos invitados a participar en una sociedad más cercana al encuentro con los demás.

¿A qué ya están pensando en verdaderos santos de clase media en Toledo?

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