Gervasio Fernández Riol

La obra titánica del Consorcio

«Y un gran milagro es el que necesita el Consorcio para recuperar aquella primitiva y voluminosa actividad que, hoy, tanto se echa de menos. No es una utopía: Toledo necesita un Consorcio con el apoyo económico suficiente»

Por Gervasio Fernández Riol

El día diez de septiembre, del año 2001, abría oficialmente sus puertas la Oficina del Consorcio («ente de gestión del Real Patronato de la Ciudad de Toledo »), ubicada en ese momento, y de manera provisional, en la Calle de la Sillería, en su número 13.

Que la Ciudad y sus habitantes esperaban con inmensa alegría e ilusión ese acontecimiento, lo demuestra el hecho que, desde ese instante, la afluencia de solicitudes de ayudas económicas para la rehabilitación de sus viviendas se convirtió en un permanente quehacer de gestiones y trámites administrativos tendentes a alcanzar esa finalidad y que, con gran satisfacción para todos, perdura hasta nuestros días. Junto a ese área fundamental, se impusieron en el esfuerzo económico de la institución consorcial los campos de la recuperación del patrimonio monumental y el de la arqueología. Se cumplía, así, el mandato legal de «promover y coordinar todas aquellas acciones que deban realizar en Toledo las Administraciones y entidades que lo componen, orientadas a la conservación y revitalización» del ingente patrimonio monumental, histórico, cultural y artístico que, durante más de dos mil años, ha ido atesorando nuestra Ciudad.

En efecto, la creación del organismo ha supuesto una auténtica revolución en todos los órdenes de la vida social ciudadana: se han remozado viviendas y casas principales, renovado plazas y viales; se ha iniciado la creación de la deseada zanja única en numerosas calles; se ha completado el arreglo y mejora integral de algunos barrios; se ha suprimido el poco estético cableado, etc., etc. Esta preocupación se veía reflejada, ejercicio tras ejercicio, en el hecho de que, la partida presupuestaria de más peso se destinaba a atender este Capítulo, exactamente cerca del setenta por ciento. Sólo hay que darse un paseo por el Casco Histórico para constatar la obra modélica y admirable de la actuación consorcial.

Otro de los frentes era, y sigue siéndolo, el cuidado, mantenimiento y mejora del magnífico y rico tesoro patrimonial, arquitectónico y monumental, como queda dicho más arriba. En este caso, casi siempre se actuaba de oficio, aunque también se podía hacer a petición de los titulares de los inmuebles. Palacios, Conventos, Torres y otros espacios, declarados BIC y Monumentos Nacionales, o con el nivel de protección exigido por el PECHT, han sido objeto de una espléndida recuperación. Ninguna demanda quedaba desatendida, aunque por el volumen de la obra a ejecutar su desarrollo se podía prolongar varios ejercicios.

El último de los campos de proyección de la acción rehabilitadora del Consorcio afectaba al sorprendente y atractivo mundo de la arqueología. Sin duda, es el objetivo más agradecido, ya que lo descubierto y puesto en valor hasta ahora nos ha ofrecido tales manifestaciones y tan variadas que ha llegado a convertirse en la estrella del organismo. Las Cuevas de Hércules, las Termas y otros restos romanos; los numerosos baños, la mezquita del Cristo de la Luz o la de El Salvador, es la parte más sobresaliente de la herencia rescatada del pasado islámico de la Ciudad. Evidentemente, hay mucho más que, por conocido, no se cita. Y no hablamos del Programa del Toledo desconocido o de aquellos otros que han creado una nueva cultura ciudadana.

Todo lo anterior, ha sido posible gracias a la generosa ayuda económica de las Administraciones consorciadas. Salvo alguna excepción, el aporte económico institucional fue constante y ello permitió que el Consorcio cumpliera sin mayores sobresaltos con sus obligaciones estatutarias. Su sostenido esfuerzo económico ha sido fundamental para que este proyecto tan ilusionante cristalizara en una realidad que se visualiza de inmediato. El cambio de la imagen urbana ha sido tan positivo y real que sólo es acreedor de nuestro agradecido reconocimiento. Pero, por desgracia, las cosas se torcieron a partir de finales del curso 2008 y, en consecuencia, la acción consorcial se frenó.

¿La causa? Un cambio en el mundo de la política nacional, sucedido un año antes, trajo consigo una cierta relajación y un abandono progresivo de los compromisos económicos, por parte de las Administraciones. Si hasta ese momento el dinero prometido se libraba sin mayores complicaciones, a partir del Presupuesto de 2009 los ingresos comenzaron un gradual y doloroso descenso. Descenso que se ha hecho incontenible hasta llegar, en el presente 2017, a la cifra casi simbólica de 2,8 millones de euros . En apenas dos lustros, pues, de los casi doce millones anuales de inversión se ha pasado a esa mínima partida. ¿Por qué esta situación, si la actuación del Consorcio ha seguido una línea ascendente y siempre acompañada de una eficaz gestión? Si, además, y así nos consta personalmente, los residentes del Casco siguen apostando y aplaudiendo el buen hacer de la institución ¿por qué esa dejación institucional? Ni se puede justificar ni menos explicar. Antes al contrario, la imagen renovada de la geografía urbana, la recuperación patrimonial y el afloramiento de los numerosos restos arqueológicos, llevados a cabo por el Consorcio, hablan en pro de potenciar, todavía más, su ámbito de gestión. El Circo Romano o la Vega Baja, por ejemplo, esperan una actuación urgente.

En una objetiva y elemental valoración a la obra consorcial, estamos obligados a reconocer que lo hecho tiene mucho mérito. Mérito que se ha de atribuir fundamentalmente a su personal y, de manera especial, a la figura de su actual Gerente , como cabeza visible del organismo. Gracias a todos ellos, se está haciendo realidad el proyecto común de Ciudad habitable y moderna; su dedicación y eficaz entrega no tienen límites. De milagrosa se puede definir su obra. Y un gran milagro es, en efecto, el que necesita el Consorcio para recuperar aquella primitiva y voluminosa actividad que, hoy, tanto se echa de menos. No es una utopía: Toledo necesita un Consorcio con el apoyo económico suficiente.

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