Ana Ángel Esteban - Opinión

¿Qué límites poner para liberarnos de los miedos?

La psicóloga y sexóloga Ana María Ángel Esteban, colaboradora de ABC, habla sobre los sentimientos en momentos difíciles

ABC

ANA ÁNGEL ESTEBAN

Los límite sobre todo hay que ponerlos en nuestra cabeza cuando se «entretiene» con pensamientos de miedo, con anticipaciones de no conseguir, con anticipaciones de desgracias… y cuando, por tanto, comienza a fabricar ansiedad y a evitar todo tipo situaciones, incluidas las que para otros podrían resultar hasta agradables.

Desde que nacemos ya comienza el periodo de aprendizaje involuntario por imitación y por ensayo error, pero nadie nos enseña desde pequeños a cómo gestionar el miedo, sino más bien a evitarlo. Es cuando aparece y posiblemente cuando nos interfiere o incapacita para poder llevar una vida normal, es cuando somos más conscientes de ello y cuando pedimos ayuda o directamente nos encerramos en nosotros mismos o físicamente en casa.

Ciertamente unas dosis de miedo racional, basado en posibilidades reales, nos impide ser temerarios, menos mal, pero el miedo anticipatorio irracional, repetido y mantenido en el tiempo por evitación, hace que cada vez seamos más inseguros y por ende más manipulables, con menos autoestima, porque cuando en el fondo de nuestro comportamiento no hacemos o hacemos algo por una razón de miedo, básicamente lo que nos está preocupando es la opinión de los demás, sentirnos juzgados, la exposición de nosotros mismos a las exigencias de nosotros mismos, anticipando mentalmente una conducta poco «adecuada» y nada exitosa que, ya al imaginarla, nos produce mucha ansiedad. Anticipar un rechazo, una crítica, e incluso la culpa, hace que inhibamos hacer o decir algo que deseamos, imaginando consecuencias que solo están en nuestra cabeza, por miedo, y ni siquiera por aprendizaje nuestro, sino por experiencias de otros o por una personalidad excesivamente perfeccionista basada en criterios rígidos subjetivos de comportamiento.

Pero a veces aún con miedo, reaccionamos, nos exponemos. Esto se da en situaciones en las que median emociones, por algo o alguien, superiores a lo que racionalizamos. Sentimientos por una persona, por una patria como, por ejemplo, vemos ahora en Ucrania . Sentimientos de profunda injusticia que movilizan al cien por cien nuestra empatía y que nos lanzan a la protección y defensa de lo que creemos muy importante, por encima de nuestros miedos. Miles de personas que unos días antes de este genocidio nunca se hubiesen imaginado con un arma y, además, siendo capaces de usarla, ahí están con el miedo necesario para protegerse pero no para actuar. Otro ejemplo es la periodista rusa que aparece en pleno informativo con un cartel de oposición a su propio «líder».

Es por esta razón, por las creencias firmes y arraigadas, que nuestra emoción de miedo pasa a un segundo plano y nos sorprendemos a nosotros mismos reaccionando como nunca hubiésemos imaginado. Genial eso de liberarnos del miedo por lo menos en situaciones necesarias para nosotros, aunque ya sean extremas.

Pero volvamos a situaciones habituales en nuestra vida. La única forma eficaz de enfrentar y superar el miedo es exponerse a todo lo que durante tanto tiempo hemos aprendido a evitar, por no saber cómo enfrentarlo. Evitar, evitar... es lo que mantiene el miedo. Porque aunque hablemos de experiencias traumáticas físicas o emocionales, sobre todo, exponernos con «estrategias y armas» aprendidas nos va a dar seguridad para acercarnos a esas situaciones tan temidas por las consecuencias para nuestra autoestima en el campo emocional, que es el que diariamente nos acompaña para limitarnos o hacernos volar y todo ello sin darnos cuenta.

Ante un deseo que no concluye, hay un miedo casi siempre absurdo e irracional que nos hace desistir. Y así se pasa y te pierdes la vida. Y te frustras y de todas formas te sientes mal ¿Por qué te frenas?

Sigamos en el plano emocional. Pregúntate siempre antes de hacer caso a tu miedo: ¿Qué es lo peor que puede pasar? , antes de empezar a sentirte con sudor, taquicardia, el estómago encogido y la imagen mental de algo que no te gusta nada y que te está haciendo sentir así de mal, pregúntate, por favor, ¿qué es lo peor que puede pasa? Te aseguro que nunca, nunca te vas a contestar con algo tan malo, humillante, frustrante, como lo que te imaginas... te lo aseguro. Porque aunque así fuese (parecido), realmente ¿eso es lo peor que te puede pasar en la vida? Te contesto yo: NO . Tus chutes de felicidad, autorrefuerzo, orgullo, bienestar... todos están aprendidos. Ya ves cómo algunas personas son exitosas y no es porque sean mejores que tú, sólo tienen menos miedo o si lo tienen, se enfrentan. Y cada vez que te enfrentes pensando qeu puede ser terrible (jajjaajja, nada es terrible, y si lo ves así, solo es temporalmente) date cuenta de en qué medida te has expuesto y hasta a lo mejor no ha pasado lo que temías! Insisto, aunque pase lo que temes, ¿qué? realmente ¿qué? ¡Ay! es que van a pensar de mí, van a hablar de mí... pero, vamos a ver ¿y qué? Saca la cabeza y no te dejes llevar por lo erróneamente aprendido y a veces ni siquiera experimentado por ti, y resetéate, reinvéntate o como lo quieras llamar, pero saca la cabecita ya de una vez de ese pozo que te limita hasta sin darte cuenta (cuando das por hecho que «eso, uf». Vivir en el «y si», en el «verás como no«, en el «no puedo soportarlo» es evitar por miedo y solo te hace sentir falsa seguridad a cambio de quedarte «sin» , lo que quieres y a veces tanto…

Las situaciones y los comportamientos de los demás no son estereotipados, no son generales y, en según que circunstancias, anticipar en el otro algo que nos desagrada y que nos frena por eso, solo es jugar a adivinar. Pero, repito, en el peor de los casos, y si sucede ¿qué? Ahí no se acaba todo, tú eres igual de magnífico, tu valía no depende de lo que los otros piensan de ti, ni de que te rechacen, tú eres lo que sin duda sabes que eres, de buena persona, de auténtico, de trabajador, de responsable... y aunque no lo fueras es la medida tan perfecta que tú te exiges, tienes derecho igualmente a querer, a sentirte querido, a pedir (no a exigir), a opinar distinto sin miedo a ser rechazado, a decir no si sientes que algo va en contra de tus preferencias... tienes derecho a ser tú mismo sin hacer daño y sin miedo a lo que los demás puedan pensar de ti. ¿Sí? Empieza a practicar a decir y a hacer lo que quieres, a expresar sentimientos... empieza a dejar el miedo en el cajón del pasado , porque ¡esto ya no va contigo!

¡Ah! y date cuenta, también para empezar a controlarlo, si por miedo reaccionas con agresividad, con sumisión o con letargo, porque el mensaje que le va a llegar al otro va a crearle una imagen de ti bastante confundida, de alguien que esencialmente no eres tú, además de la que produce tu miedo.

Psicóloga clínica y sexóloga

615224680

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación