ENTREVISTA

Alexis Ravelo: «Me interesa la violencia, sus causas y sus consecuencias. Por eso hago novela negra»

El escritor canario Alexis Ravelo participa este viernes a las 19.30 horas en el Club de Novela Negra de la Librería Taiga de Toledo para charlar sobre su novela 'Los nombres prestados', con la que ha ganado el Premio Café Gijón

El escritor canario Alexis Ravelo, autor de 'Los nombres prestados', Premio Café Gijón Elena Palacios
Mariano Cebrián

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Del encuentro en el monte de un «perrazo» negro y un niño con discapacidad intelectual nace una relación. Esta imagen alegórica es el inicio de la nueva novela de Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971), 'Los nombres prestados' (Siruela), con la que ha ganado el último Premio Café Gijón y que presentará 'online' a los lectores del Club de Novela Negra de la Librería Taiga de Toledo el próximo viernes a partir de las 19.30 horas .

Portada de la novela

Situada a mediados de los años ochenta del siglo XX, 'Los nombres prestados' es una historia de acción y suspense, un «wéstern moderno», como lo define el autor, una novela negra que funciona también como una alegoría que indaga en las causas y las consecuencias de la violencia política , en la vinculación entre víctimas y verdugos, en las obligadas paradas que habrá de hacer quien recorra el tortuoso camino hacia la redención.

El título de su última novela, 'Los nombres prestados', dice mucho de lo que el lector encontrará. ¿Cree que las personas, por mucho que quieran esconderse, no pueden escapar de su pasado?

Del pasado no se puede huir porque, de alguna manera, nuestra identidad es memoria. Todo lo que somos lo vamos construyendo con nuestros recuerdos. Además, la memoria miente y podemos interpretarla de otra manera, pero por la noche, cuando te vas a dormir, los recuerdos de verdad vuelven y de eso no puede uno escapar. Quizá, lo que puedes intentar es ser una persona mejor y, para ello, a veces es posible ser una persona distinta, de ahí el título de mi novela. En ella, todos los personajes toman otros nombres prestados porque buscan ser personas diferentes.

Esto es lo que pasa con el terrorismo y la violencia de Estado, uno de los temas que le ha servido como excusa para su novela. Ha dicho en algún momento que la indisoluble retroalimentación de ambos ha marcado la democracia. ¿Hasta qué punto cree que es así?

Esto no sólo ha pasado en España, sino en otros países como Perú, Irlanda del Norte o Colombia, entre otros. Me interesa la violencia, sus causas y sus consecuencias. Por eso hago novela negra, dentro de la cual tenía pendiente cómo afecta la violencia política a los seres humanos y a la sociedad en la que viven. De ahí nace la historia que he escrito, que yo entiendo como una alegoría o una fábula moral en la que me pregunto cómo se pueden cerrar heridas en un país marcado por la violencia política, no sólo por parte de grupos terroristas, sino también del Estado. Yo sé que toda esta situación ha generado y genera mucho dolor, y es muy difícil pedir a alguien que ha sido víctima que perdone, pero creo que como sociedad sí deberíamos empezar a andar ese camino, asumiendo todo el mundo su culpa y reconociendo al contrario para vivir de la forma más justa posible. Algunos me llamarán buenista.

Lo que sí queda claro en su novela es la capacidad de empatía para ponerse en el lugar del otro. ¿Cómo se ha documentado psicológicamente para entrar en la cabeza de un terrorista de un lado y del otro?

Básicamente, he tirado de hemeroteca. He leído muchas noticias y entrevistas a personas, además arrepentidas. Además, he utilizado testimonios personales de gente que vivió de cerca aquella época. Pero luego mi principal aportación viene de la literatura y los libros que tratan de ese tiempo, aunque también he rescatado mi memoria personal, puesto que recuerdo de esos años la historia de Yoyes y del GAL, y cómo aquellos sucesos despertaron en mí cierta curiosidad por saber qué es lo que les llevó a actuar así y lo que sintieron antes y después.

He visto que la empezó en 2013 y la acabó en 2020. ¿Por qué tanto tiempo?

Tardó muchos años y encima fue cambiando de forma y se fueron introduciendo temas en la novela, sin que yo me diera cuenta. En los últimos años, cuando estaba en una de las últimas redacciones, cuando te preguntas si realmente ha valido la pena escribirla, cayó en mis manos un libro maravilloso de Patrick Radden Keefe, 'No digas nada', una novela-reportaje sobre Irlanda Norte que sostiene la tesis de que para cerrar las heridas de la violencia política en un país al que ha devastado, lo primero que hay que hacer es poner cara y nombre a las víctimas y a los victimarios para intentar cerrar las heridas de alguna manera, que es lo que yo defiendo. Primero, hallar la verdad y luego asumirla. Pero también puedo citar otra obra que me marcó, que fue 'El refugio de los canallas', de Juan Bas, novela sobre el conflicto vasco.

Durante ese tiempo pasaron muchas cosas. No sé si buenas o malas. Entre ellas, algunas circunstancias políticas que le dieron alas a la novela. ¿Cuáles son?

Cuando yo empecé a escribir la novela, nos pasó algo maravilloso, de las mejores noticias que han ocurrido durante la democracia, que es que ETA dejó de matar. También otras buenas, como el hecho de redescubrir la transparencia y empezar a denunciar la corrupción casi sistémica, aunque no hayamos podido erradicarla, algo a lo que contribuyó el final del bipartidismo, bueno para la democracia al no haber mayorías absolutas y verse obligados a dialogar los políticos entre ellos. Pero, al mismo tiempo, nos fueron sucediendo cosas malas, como la polarización de la vida política, el empobrecimiento del discurso y la cosificación del adversario, lo que se ve claramente en las redes sociales. Todo ello fue entrando en la novela y hay cosas que a mí me preocupan muchísimo de la deriva que llevamos, como el resurgimiento de los reaccionarios y de los poderes fácticos.

La historia comienza, sin embargo, con dos personajes que nada tienen que ver con eso. Un perro y un niño, que no se conocen pero se entienden a la perfección. Una bonita metáfora que vivió como experiencia propia y le sirvió de inspiración como inicio de la novela. ¿Tan claro lo vio?

Así es. Hace unos conocí a unas personas que utilizaban perros labradores para trabajar con chicos del espectro autista. A mí me pareció bonito pensar que cuando se trabaja la emocionalidad sin ningún prejuicio, podemos llegar a entendernos. Eso es lo que me animó a pensar en qué ocurriría si un chico con discapacidad intelectual se encuentra con un perro en el monte. Los dos pueden verse como una amenaza el uno al otro, pero al final son capaces de quererse y tener una relación amistosa casi de inmediato. Esta imagen me pareció preciosa y a partir de ahí surgió el resto de la historia. Ambos personajes representan una especie de bien absoluto e inocente que los otros personajes se ven obligados a proteger y son la excusa para el optimismo, que en el fondo es el objetivo de mi novela, con un trasfondo muy duro y de mucho dolor en el que todo el mundo tiene algo que echarle en cara al otro. Todo ello, además, alejado del entorno urbano, en un paraíso representado en Nidocuervo, como si de un wéstern se tratara con un lenguaje que intenta ser seco.

Todo ello le ha servido para ganar el Premio de Novela Café Gijón. Más allá de que me cuente lo que ha supuesto para usted, ¿no cree que este reconocimiento puede servir para poner al género negro, del que usted presume, en el lugar de la literatura que se merece?

A mí me alegró especialmente por eso, porque es un reconocimiento puramente literario. La novela negra todavía está cubierta con esa pátina de literatura de segunda, de corto recorrido o de evasión. Pero yo entiendo la entiendo como un género muy serio, en el que más allá de la amenidad y de la diversión, sirve para tratar temas de enjundia y muchas veces de una manera más hábil que cuando se utilizan otras disciplinas. Este género en España, ya desde el tardofranquismo y la Transición, dio estupendos autores e intelectuales que escribieron novelas negras para hablar de la sociedad que les rodeaba. Por eso, ya deberíamos estar acostumbrados a que una novela, por ser de género negro, no tiene porqué no ser buena literatura, al igual que pasa con la novela histórica, por ejemplo.

He leído en alguna entrevista suya que «hay quien escribe para ser famoso y millonario, y luego están los escritores». Espero que usted esté entre los segundos, ¿me equivoco?

Desde luego (carcajea). A mí lo que me interesa es hacer bien mi trabajo, que es contar la vida desde el lenguaje. De hecho, hay quien me decía que tenía que dar un salto en mi carrera y yo le contesté: «¿Para qué? Si yo ya soy feliz». Cuando era joven, estudiaba por la UNED a la vez que trabajaba de camarero, porque mi familia era muy humilde, mi sueño era simplemente poder dedicarme a escribir exclusivamente, algo que conseguí hace quince años. Con esto ya me vale. Luego podré tener más o menos reconocimientos o ventas, pero mi felicidad era esa: escribir cada día un texto mejor. Sin embargo, luego hay gente que lo que quiere es ser famoso y sacan libros, pero al final sus textos distan mucho de la literatura. Al final, el éxito literario no es vender muchos libros, sino que cada uno haga bien tu trabajo, vendas 50.000 o 50 ejemplares, ya que la calidad literaria la decide cada lector, que es algo mágico.

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