La Edad de Oro del toreo en Zaragoza

Este abril se cumple el centenario de la desaparición del torero aragonés Florentino Ballesteros, mortalmente herido en el ruedo de la vieja plaza de Madrid. Su compoetencia con Herrerín hizo que la Misericordia se quedara pequeña y hubiera que ampliarla. A los dos se debe su aspecto actual, y los dos cayeron en la arena sin poder verla

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Florentino Ballesteros y Jaime Ballesteros «Herrerín», protagonizaron la Edad de Oro de toreo aragonés. El 1 de septiembre de 1912 actuaron por primera vez juntos; antes, los dos ya sabían lo que era el público zaragozano en una temporada muy complicada empresarialmente. El uno, Florentino, buscaba la gloria para olvidar su desventurado pasado. El otro, Herrerín, quería abandonar el taller de hierros de las Tenerías. Los dos hicieron historia en tan solo dos años, tanto que la vieja plaza, que por entonces iba a cumplir su 150 aniversario, se fue quedando pequeña y hasta se pensó en hacer una nueva.

De lo que fue aquella competencia lo explica perfectamente el ballesterista marqués de Lacadena, «Don Indalecio», en la crítica: «Zaragoza era una sucursal de Triana.

Luchas y apasionamientos en las calles, en los cafés, en los periódicos y en la plaza de toros. El que era ballesterista no admitía el herrerinismo, y viceversa. La empresa de la plaza se frotaba las manos porque el público agotaba las localidades. La plaza resultó insuficiente, se acabó ampliándola, pero cuando las obras estuvieron terminadas (1917-1919) sus causantes ya no existían. Imparcialmente hay que decir que los aficionados de entonces fuimos más allá de lo justo y sensato. Por parte de unos se perdió la ecuanimidad, con gran asombro de los aficionados de España que veían las cosas en frío y se admiraban de lo que aquí pasaba». ¡Bendita pasión! Ahora tan necesaria en las plazas.

El 6 de julio de 1913 volvieron a actuar juntos con novillos de Mariano Catalina, y a partir de ese momento, Zaragoza se dividió en dos. El 13 de ese mismo mes, el 20; el 9 y 22 de septiembre, triunfos, salidas a hombros... Y llegamos a la temporada de 1914. El 5 y el 19 de abril, el 3, 24 y 31 de mayo, que fue a beneficio de la Asociación de la Prensa; y éxitos también en otras actuaciones por separado. La decisión de ampliar la plaza, tomada. Los dos, tan diferentes en su temperamento y calidad artística, daban a los aficionados razones para la ilusión en medio de la crudeza que se vivía social y económicamente con la primera Guerra Mundial en pleno estallido.

La competencia entre la fina elegancia de Florentino y la ruda valentía de Jaime se rompió demasiado pronto. El 6 de septiembre de aquel 1914, Herrerín se fue a torear a Cádiz y un novillo de López Plata le segó la vida. La conmoción fue tremenda, mientras Ballesteros siguió una carrera rutilante. Tomó la alternativa en Madrid de manos de Joselito el 13 de abril de 1916, y se colocó entre los diestros más deseados por la afición. Y un año después, el 22 de abril, también en Madrid, también con Joselito en el cartel, llegó la terrible cornada. En la madrugada del 24 dejaba de existir. Su entierro paralizó Zaragoza en una de las manifestaciones de duelo más intensas jamás vividas.

La Misericordia se amplió, desde aquel tiempo luce el aspecto del que seguimos disfrutando en la actualidad. Ni Herrerín ni Ballesteros, la vieron terminada.

Ver los comentarios