Negrete, a través de la pantalla, en una de sus intervenciones de hoy
Negrete, a través de la pantalla, en una de sus intervenciones de hoy - EFE

Y Cicerón entró a formar parte del caso Nóos

El fiscal Anticorrupción y la abogada de Manos Limpias han rivalizado estos días en el uso de citas literarias

Palma de Mallorca Actualizado: Guardar
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En el juicio del caso Nóos, el fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach, y la abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, rivalizan incluso en el uso de citas. Si ayer Horrach concluyó su exposición parafraseando un fragmento del célebre «Yo acuso» de Émile Zola, este jueves López Negrete no ha querido ser menos y ha finalizado su alegato final con una sentencia filosófica. «No hay nada más hermoso que conocer la verdad, pero pocas cosas hay tan indignas como propagar la mentira, y yo añado la duda y el desprestigio, e intentar mostrarla como la verdad», ha dicho la letrada, que ha atribuido dicha cita al gran jurista y orador romano Marco Tulio Cicerón.

Aun retirando la acotación «y yo añado la duda y el desprestigio», hecha por López Negrete, lo cierto es que la cita original de Cicerón no era exactamente como la ha leído hoy la letrada, pues en realidad decía literalmente así: «Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad».

Como dirían los sabios de Oriente, parece igual, pero no es lo mismo. Porque no es lo mismo «nada» que «pocas cosas», porque no es lo mismo algo «vergonzoso» que una cosa «indigna», porque no es lo mismo «aprobar» que «propagar», porque no es lo mismo «tomar» que «mostrar».

Dirán ustedes que son sutilezas, y tendrán razón, pero es que en el derecho, como en casi todo en la vida, las sutilezas pueden llegar a tener una importancia capital. Porque no es lo mismo, por ejemplo, considerar a una persona partícipe a título lucrativo de las supuestas irregularidades fiscales cometidas por su pareja que considerarla cooperadora necesaria en la comisión de dichas irregularidades. Podría parecer quizás igual, pero no es lo mismo.

En el primer caso no habría delito, en el segundo, en cambio, sí lo habría. En el primer caso la persona afectada no tendría que ir a juicio, mientras que en el segundo debería sentarse en el banquillo de los acusados. En el primer caso habría que devolver el dinero gastado y sumarle además una multa. En el segundo caso estaríamos hablando ya de una posible pena de prisión.

Si nos centramos en la Infanta y en su vinculación con Aizoon, Horrach considera que nos hallaríamos en el primero de los dos supuestos citados, mientras que López Negrete defiende que deberíamos situarnos en el segundo. ¿Quién de los dos tiene razón? Si para acabar de conformar nuestra opinión nos tuviéramos que atener a pequeños detalles, casi nimios, como por ejemplo la literalidad y el rigor con que tanto el fiscal como la abogada utilizan sus citas, uno se acabaría inclinando, seguramente, por el Ministerio Público.

Pero es sólo una opinión. Quizás porque como también decía el gran Cicerón en su obra «Los Deberes», en su libro I, cualquier conversación «debe ser apacible y no obstinada, no debe excluir a los demás, que cada uno tenga su turno, igual que en las demás cosas». Quizás porque en el derecho, como en casi todo en la vida, «hay que actuar siempre con discernimiento y medida».

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