La abogada de Manos Limpias, Virginia Lopez Negrete
La abogada de Manos Limpias, Virginia Lopez Negrete - EFE

López Negrete y la teoría de la conspiración

La abogada que ejerce la acusación popular en nombre de Manos Limpias parece abonar esa tesis con sus declaraciones

Palma de Mallorca Actualizado: Guardar
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Hasta hace relativamente poco tiempo, sólo las grandes estrellas futbolísticas solían suscitar apasionados y enconados debates, con posiciones claramente a favor y en contra por parte de los aficionados. Más recientemente, se han sumado a ese restringido y selecto grupo algunos líderes políticos emergentes y un nada despreciable número de jueces, fiscales y abogados.

En ese segundo grupo se encontraría, sin ninguna duda, la letrada Virginia López Negrete (Valladolid, 1974), que como es bien sabido ejerce la acusación popular en representación de Manos Limpias en el juicio del caso Nóos. Desde el inicio de esta causa, cualquier declaración o cualquier gesto de López Negrete son seguidos o interpretados casi siempre con sumo detalle, tanto por sus partidarios como por sus detractores.

Así ha ocurrido de nuevo en estos últimos días, cuando por vez primera desde que se inició el juicio ha faltado en dos ocasiones a la vista oral, por motivos estrictamente profesionales, o cuando afirmó el pasado viernes que «ABC miente y manipula a sus lectores». La letrada hacía referencia a una información en la que se indicaba que alertó al secretario general de Manos Limpias, Miguel Bernad, de su posible detención 24 horas antes de su arresto. En dicha información también se reconocía, en tono elogioso, que López Negrete se ha dejado la piel en el caso Nóos, extremo que no sabemos si la letrada también debe de considerar igualmente falso.

En ese contexto, cabe recordar que cuando empezaron las investigaciones en torno a Bernad, por presunta extorsión, hubo quienes creyeron ver una especie de conspiración en esa circunstancia. Esa teoría pareció cobrar fuerza cuando el abogado de Diego Torres, Manuel González Peeters, pidió que se expulsase del juicio a Manos Limpias. Ahí se demostraría sin ninguna duda, decían, una supuesta conjura de las «cloacas del Estado» —según expresión de López Negrete— para «salvar a la Infanta».

La nueva petición de expulsión planteada la pasada semana por González Peeters pareció ya casi la prueba definitiva. Sin embargo, la defensa de Doña Cristina no se sumó a la petición de expulsión de Manos Limpias ni tampoco lo hizo la Fiscalía Anticorrupción. En el caso de Pedro Horrach, esa decisión tendría un valor añadido, tras el rifirrafe que hubo semanas atrás entre Horrach y López Negrete acerca del modo de actuar de Manos Limpias. La posición de ambos sobre ese punto es completamente antagónica, por decirlo suavemente. Por su parte, la presidenta del tribunal, Samantha Romero, volvió a decidir mantener al sindicato en la vista oral.

Los defensores de López Negrete suelen remarcar siempre, en tono de elogio, que «ha conseguido sentar a la Infanta en el banquillo», como si sentar a alguien en un banquillo fuera siempre, ya de entrada y sin ninguna excepción, algo loable. Por otro lado, un hecho puede ser quizás reprobable desde un punto de vista ético o tal vez sancionable por parte de la Administración, sin que ello suponga la existencia de ningún delito. Parece una obviedad, pero conviene recordarlo también ahora. En un país como el nuestro, si tener o haber tenido problemas con la Agencia Tributaria supusiera automáticamente que una persona ha vulnerado gravemente la ley, muy posiblemente millones de españoles nos habríamos sentado ya en el banquillo.

Críticas a Horrach

Por esas cosas de la vida, o de los juicios, el «malo» ha pasado a ser ahora Horrach, quien, paradójicamente, fue quien impulsó toda la investigación del caso Nóos, con la colaboración estrecha del juez José Castro. Sin Horrach, no habría habido caso Nóos, pues Manos Limpias se sumó al proceso cuando éste ya estaba en marcha. Al fiscal le empezaron a llover las críticas hace ya algunos meses, cuando en el último tramo de la instrucción discrepó, legítimamente, del parecer del juez instructor.

Horrach ni siquiera tiene decidido aún si en un futuro pedirá o no la expulsión de Manos Limpias en base a las actuales actuaciones de la Audiencia Nacional, pero hay insignes analistas que lo dan hoy ya por seguro. Debe de ser porque poseen poderes sobrenaturales o «legeremáncicos», como los magos de Harry Potter, que les permitirían poder leer y explorar con todo detalle la mente del fiscal.

Hay quienes también consideran ahora a Horrach como el principal «abogado defensor» de la Infanta, incluida López Negrete. De ser así, se trataría sin duda de un «abogado defensor» muy poco recomendable, pues en su escrito de acusación consideraba a Doña Cristina presunta «responsable civil a título lucrativo» de determinados gastos de Aizoon, la mercantil cuya titularidad compartía con su marido, Iñaki Urdangarín. Horrach argumentaba que por ello debía abonar una fianza de 587.413 euros, que fue ingresada en su momento. Debe de ser el primer caso en la historia de la humanidad en que un «abogado defensor» exige una fianza a su «cliente».

Las indagaciones actualmente en marcha sobre Manos Limpias podrían llegar a la conclusión de que López Negrete no tiene absolutamente nada que ver con las actuaciones presuntamente irregulares de Bernad. Si finalmente fuese así, sólo cabría alegrarse muy sinceramente por ello. La presunción de inocencia, no haría falta decirlo, debería valer para cualquier persona, tanto si está siendo sólo investigada como si se sienta ya en el banquillo.

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