El juez José Ricardo de Prada en un seminario el pasado mes de mayo
El juez José Ricardo de Prada en un seminario el pasado mes de mayo - Efe

El juez discrepante que habla demasiado

El magistrado José Ricardo de Prada justificó el chivatazo a ETA y expresó que la tortura en España ha sido «clara»

Madrid Actualizado: Guardar
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El camino de un juez para ir por libre es el voto particular, el cauce para expresar una voz discrepante con la decisión adoptada por mayoría por sus dos colegas en un tribunal. En la Audiencia Nacional, el rey del voto particular es José Ricardo de Prada, un magistrado de perfil progresista que no pierde oportunidad para expresar su visión singular sobre cada asunto.

Este gusto por discrepar resume los rasgos profesionales de De Prada. Sus compañeros le definen como un juez «estudioso», muy preparado, que siempre intenta profundizar en los casos y a quien le gusta mucho polemizar.

A través de estos votos particulares, De Prada levanta controversias. En abril de 2011, justificó el chivatazo a ETA del caso Faisán por el «contexto político» en el que se produjo: una tregua. Calificó de «caricatura» el análisis de dos compañeros, que mantuvieron imputados por colaboración con ETA a los policías que alertaron en 2006 al dueño del bar Faisán de Irún de una operación contra la banda.

Una pintada inacabada

Otra polémica surgió de un argumento sorprendente: el juez rechazó condenar a un joven que había ensalzado a ETA con una pintada porque le pillaron in fraganti.

Según De Prada, el acusado podría haber cerrado la frase cambiando el sentido, exigiendo a ETA su arrepentimiento. Algo poco esperable: el condenado escribió junto al anagrama de ETA: «Estamos orgullosos de vuestra lucha, viva vosotros, el pueblo está con vosotros». Sus dos colegas de tribunal consideraron al joven culpable al no compartir esa fantasía.

Pero De Prada, con un gran prestigio en asuntos internacionales (fue juez del tribunal internacional de crímenes de guerra de Bosnia-Herzegovina), no habla solo a través de sus resoluciones. Tiene una costumbre menos jurídica: reflexionar en otros foros sobre cuestiones de su trabajo.

En los cursos del verano de 2014 de San Lorenzo de El Escorial, Madrid, el magistrado calificó de «altas y desproporcionadas» las condenas a los etarras. Este año, en abril, no se cortó en un coloquio en Tolosa, Guipúzcoa, y criticó cómo aborda la Audiencia Nacional el terrorismo.

El magistrado aseguró que en España la tortura se ha producido de forma «clara», criticó la utilización de los informes policiales como prueba en un juicio y lamentó que los tribunales hayan condenado por terroristas a personas que no lo eran, en alusión al entorno de ETA. Un compañero le describe como un «excelente jurista» que en ocasiones no mide las consecuencias de sus palabras. «A veces se le llena la boca».

Esta verborrea casi provoca que sea apartado de dos causas contra ETA. La Sala de lo Penal rechazó apartarle para juzgar a dos líderes de Batasuna acusados de integración en ETA por un solo voto de diferencia: nueve contra ocho.

La Fiscalía apoyó que fuera apartado con un argumento demoledor contra un juez: tener prejuicios sobre asuntos sobre la mesa de la causa. Aun así, todavía queda pendiente que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), resuelva una queja de las víctimas del terrorismo por tales palabras.

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