Las 'cajas registradoras' del club eran mujeres explotadas y drogadas

Liberadas 16 víctimas rumanas de trata de una red que controlaba la prostitución en el sur de Tenerife

Dinero y efectos intervenidos por los agentes en la operación Policía Nacional

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El viaje de las mujeres era un engaño y su vida posterior, un infierno de drogas y prostitución forzada. La Policía Nacional ha liberado a 16 mujeres rumanas a las que sometían a explotación sexual. Drogadas y ausentes, los cabecillas las consideraban 'cajas registradoras' y esas cajas tenían que estar en permanente actividad.

«Es una caja registradora, nos hace ganar un montón de dinero». Esa es más o menos la frase que le dijo entre risas uno de los cabecillas a una de sus 'novias' refiriéndose a una tercera mujer, la más solicitada por los clientes que contrataban sus servicios. La conversación fue interceptada por los agentes. Pese a las restricciones de la pandemia, la chica seguía trabajando en pisos a los que la llamaban en lugar de en el club en el que la habían colocado.

La operación que se inició en el sur de Tenerife ha permitido arrestar a nueve miembros de la red de trata de seres humanos. Actuaban en España, Rumanía y Reino Unido, y tenían controlado el negocio de la prostitución en la zona mencionada. Una de las técnicas para someter a las mujeres era obligarlas a consumir cocaína, cada vez más habitual en las redes de prostitución.

A algunas de ellas las habían enganchado a las drogas de tal manera que ya habían asumido deudas importantes debido a ese consumo . La investigación policial, dividida en dos fases, se ha desarrollado en el ámbito de Eurojust y gracias a los canales de cooperación internacional judicial. La primera parte comenzó en Santa Cruz de Tenerife, donde se estableció el origen de la principal actividad delictiva y se liberó a las víctimas, además de realizar todas las entradas y registros.

Los agentes tienen claro que la captación de las mujeres se basaba en el ya clásico «lover boy», seducidas como parejas y explotadas como prostitutas antes incluso de que se cayera el velo del supuesto enamoramiento. También saben que es muy complejo probarlo. «La mujer, a la que se refería como caja registradora, seguía enamorada del tipo aun sabiendo que estaba con otras», explican fuentes de la investigación.

En la segunda fase se llevaron a cabo las detenciones en virtud a las Órdenes Europeas de Detención y Entrega. Se averiguó desde el comienzo que la organización actuaba entre España, Rumanía y Reino Unido. En nuestro país habían copado el mercado del sexo forzado en las localidades tinerfeñas de Arona y Adeje.

La operación culminó en nuestro país con cuatro víctimas liberadas y tres detenidos a los que les constaba una Orden Europea de Detención y Entrega por los delitos de trata de seres humanos, relativos a la prostitución y pertenencia a organización criminal.

En las seis entradas y registros -cuatro en domicilios de las localidades tinerfeñas de Adeje y Arona, uno en un club de Arona y otro en un domicilio en el distrito de Tetuán de Madrid- se han intervenido móviles de gama media y alta, documentación relacionada con la investigación y más de 17.000 euros en efectivo.

En Rumanía se llevó a cabo un dispositivo en el que colaboraron dos policías nacionales y se liberó a doce víctimas. Asimismo se efectuaron seis detenciones por los delitos de trata de seres humanos y pertenencia a organización criminal, y se llevaron a cabo 16 entradas y registros en domicilios particulares en la zona de Turda en Rumanía. Además, se han intervenido cuatro vehículos de alta gama y dos inmuebles. Todo eso se había obtenido gracias a las 'cajas registradoras' con cuerpo de mujer.

Las víctimas, de nacionalidad rumana, eran trasladadas en avión desdeRumanía a Tenerife y una vez allí viajaban en coches pertenecientes a los miembros de la organización hasta las localidades de Adeje y Arona.

Asimismo, y desde España, se las trasladaba de forma habitual a Londres (Reino Unido) vía aérea. En todos estos lugares se les obligaba a ejercer la prostitución en clubes de alterne o en pisos.

Los miembros de esta organización criminal controlaban a sus víctimas forzándolas a consumir sustancias estupefacientes, sobre todo cocaína, muchas veces facilitadas por los propios proxenetas, todo ello con la finalidad de anular su voluntad y ser más rentables para el negocio. Las mujeres eran tratadas como mercancía sexual, consideradas propiedad del líder y calificadas como cajas registradoras. Sufrían constantes vejaciones, amenazas -tanto a ellas como sus familiares- y agresiones físicas por parte de sus explotadores.

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