Las bases inestables de la CUP complican la negociación a ERC

Los disturbios y el éxito electoral excitan las filas del partido antisistema

Las diputadas de la CUP, Dolors Sabater (c), de JxCAT, Laura Borràs (i), y de ERC, Marta Vilalta (d), conversan antes de la conferencia del vicepresidente del Govern y candidato de ERC a presidir la Generalitat, Pere Aragonès, el pasado jueves día 3 EFE

Miquel Vera

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Las negociaciones para la elección del presidente de la Generalitat son siempre una prueba de estrés para la CUP, una coalición asamblearia sustentada sobre una base de pequeños partidos y grupos como Arran. Tras las elecciones de 2015, la formación estuvo a punto de partirse dividida entre su facción más nacionalista (partidaria de Mas) y la antisistema. Finalmente, se impusieron los segundos tras una asamblea 'in extremis' con empate incluido.

La investidura de Torra también puso al límite a la CUP, aunque en esa ocasión sus resultados (cuatro escaños) y la resaca del 1-O favorecieron a Junts. Ahora, el partido vuelve a estar en el centro de las negociaciones gracias a sus nueve diputados y ERC se está empleando a fondo para lograr que los antisistema avalen a su candidato, Pere Aragonès .

La negociación marcha «bien», según las cúpulas de ambos partidos, pero hay varios elementos que pueden complicar los planes de los republicanos . Por una parte, el enfado en las bases cuperas por las condenas de ERC a los disturbios por el arresto del rapero Pablo Hasel y las evasivas a la exigencia de desmontar la Brimo, los antidisturbios de los Mossos. El nombre de Aragonès es otro impedimento. De hecho, el actual presidente en funciones fue el blanco de una cruzada personal de la CUP y Arran bajo el lema «Paremos la Ley Aragonès» , que buscó boicotear una norma sobre contratación pública que los anticapitalistas consideraron neoliberal y privatizadora.

Conscientes de que caminan sobre un suelo inestable, los negociadores insisten en las coincidencias en asuntos sociales. La CUP, a su vez, intenta mantener a raya unas bases crecidas por los resultados del 14-F y excitadas tras las algaradas. Pero la presión interna sube y organizaciones integradas en la coalición como Endavant intentan marcar el paso exigiendo «nacionalizaciones» y que el partido no sirva de muleta para otro gobierno «autonomista» de ERC y Junts.

Ilustrativa fue una estampa de este mismo viernes, cuando Arran y otras organizaciones del universo de la CUP comparecieron ante la prensa para reivindicar y justificar los disturbios vividos en Barcelona en una escenografía con decenas de jóvenes, banderas rojas, humo y consignas contra los Mossos. «Para nosotros dejar de luchar no es una opción», advirtió Adriana Roca , carismática portavoz de la rama juvenil de la CUP. Unos pasos atrás, callada y mezclada entre adolescentes estaba Dolors Sabater , la candidata de la CUP el 14-F, que no quiso tomar la palabra. Al acabar el acto, la exalcaldesa se pegó de nuevo a Roca.

Sabater hace semanas que va con pies de plomo , consciente de que su liderazgo no suscita un consenso unánime dentro de su partido y sabedora de los nervios que se acumulan en sus bases en plena fase final de la negociación con Esquerra. ¿Su reto? Evitar que la investidura de Aragonès agriete o se lleve por delante la formación anticapitalista más grande de España. En Esquerra, por su parte, cruzan los dedos para que esta vez la última palabra no la tenga otra vez una asamblea.

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