Antes la muerte que volver a Marruecos

La mayoría de marroquíes que piden asilo en España lo hace alegando ser gay

De izquierda a derecha, Youssef B. (22 años); María (21); Abderraman E. (25); Salima H. (21) y, sentada, Dihia L. (20) Ignacio Gil

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– ¿Y si os dicen que os devuelven a Marruecos?

– Yo me mato

– A mí me mata mi padre...

La primera que contesta tensa como si le hubiesen dado un latigazo es María, nombre elegido para olvidar que en su casa natal de Tánger es Mohamed M., machacado a palizas por sus propios hermanos, a quienes nunca les pareció que ella fuera «lo suficientemente hombre». El segundo que habla es Youssef B., que fue delatado a la policía por vivir con su novio y acabó huyendo de Larache para zafarse del rechazo de su propia familia.

Ambos son gais y marroquíes, demandantes de asilo en España y de momento residentes en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, donde aseguran estar sufriendo un infierno de amenazas continuas, sobre todo por la «homofobia total», –acusan–, de los compañeros argelinos. Dicen estar pasando más miedo que cuando estaban en su país. Que no han encontrado en España la libertad que buscaban, entre otros porque la «tarjeta roja» –«Documento acreditativo de la condición de solicitante en tramitación de protección internacional»– no les permite trasladarse y viajar por la Península debido a una excepción que se aplica en las dos Ciudades Autónomas y que restringe sus movimientos a los límites de uno y otro enclave.

Por eso tratan de protegerse entre sí, cómo no compartiendo las habitaciones de diez plazas del centro con otros jóvenes de su misma condición sexual, como Salima H. y Dihia L., –también nombres femeninos elegidos por ellas– y Abderraman E., que habla un castellano fluido y, a modo de portavoz, expresa amargura. «La vida ha sido muy difícil en Marruecos y cuando cruzamos para partir de cero nos encontramos con que tenemos que convivir con agresiones casi en el mismo dormitorio... es como una guerra en directo», dice y, al margen, lamentan que no tienen un euro en el bolsillo y este Estado no les da una ayuda económica.

Pasaporte falso

Todos, los cinco, entraron por la frontera hace entre dos meses y medio y nueve tras haberse pagado pasaportes falsos, en ciertos casos con el dinero ganado en la prostitución. En Marruecos no hay oportunidades para la juventud, mucho menos si uno no cumple los cánones de heterosexualidad y a pesar de –como es el caso de Yussef, Salima y Dihia– tener estudios universitarios. Para contar con tranquilidad la otra vida que intentan emprender aquí piden alejarse lo más posible del CETI, y en dos taxis de camino a la playa, alguno se arregla el maquillaje usando la cámara del móvil como un espejo y con los nervios propios de quien no sabe si exponerse tanto al final a a resultar peor.

En Marruecos, el artículo 489 del Código Penal establece penas de seis meses a tres años de cárcel para quienes mantengan «actos licenciosos o contra natura con individuos del mismo sexo». Las multas pueden ascender a los 1.300 dirhams, unos 122 euros, la mitad de un salario mínimo. Otro artículo, el 483 prevé hasta dos años de prisión por «obscenidad pública». El comité de Derechos Humanos de la ONU ha reiterado su «preocupación» y solicitado al régimen alauí que descriminalice la homosexualidad y libere a los condenados. Las sentencias de cárcel y detenciones son frecuentes. En enero, la propia policía difundió imágenes de un travesti con ropa de mujer y descalzo, cuya familia no conocía su inclinación sexual, mientras era arrestado entre insultos. Los agentes difundieron su dni por redes sociales. Historias como esta sirven para dar crédito a supuestos de persecución que en el ámbito europeo abren la puerta a ser beneficiario del derecho a protección internacional.

Según fuentes oficiales consultadas por este diario, el número de marroquíes que piden ese reconocimiento alegando su condición sexual ha crecido, «la oficina de Extranjería no detalla cuántos, pero sí confirma que es un porcentaje muy alto» , informan. En la actualidad, en el CETI hay 77 personas esta nacionalidad, todas solicitantes de asilo, de los cuales 5 son invidentes, tres están en proceso de cambio de sexo y el resto, «en su mayoría», ha argumentado que en su país está siendo perseguido por ser gay.

Las autoridades españolas se han encontrado con la dificultad de verificar quién dice la verdad y quién no. Pruebas documentales no tienen. Nadie en Marruecos va a la comisaría a denunciar que le han atacado por homosexual , recuerdan. Salima ya ha pasado por la entrevista «de más de dos horas» que ayudará a despejar si existe un termor fundado por su integridad física de ser repatriada. Asegura que el interrogatorio es tan exhaustivo que es «imposible» engañar al funcionario. A ninguno de los cinco les inquieta este trámite y dos de ellos coinciden en que sí, que si alguien miente queriendo aprovecharse de una falsa inclinación sexual, merece ser mandado de vuelta a Marruecos. Con todas las consecuencias.

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