Manuel Marín

La abstención del PSOE se complica

Se ha abierto formalmente la vía de un limitado número de abstenciones «sacrificadas»

Manuel Marín
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Al PSOE se le agota el tiempo sin que el maquillaje abstencionista contra el bloqueo termine de asentarse en la piel. En una semana se conocerá el alcance del trabajo opaco que realiza la gestora para superar el primer «Comité Federal de los coroneles». Y aunque hoy ya se dé por aceptada, o impuesta, una abstención que permita a Rajoy conformar un gobierno en minoría, la tensión no ha enfriado los ánimos en el PSOE.

Algún dirigente ha dicho que si hace quince días el partido era un «after» alterado y en ebullición, ahora es un «spa» de sosiego infinito. En absoluto es cierto. Hay tres grupos muy enconados respecto a la estrategia que debe seguir la gestora. Andalucía, Asturias y Extremadura apuestan decididamente por esa abstención logística que les permita dar los primeros pasos hacia la refundación del proyecto socialista.

Otras federaciones como la valenciana, la castellano-manchega o Aragón contemplan la celebración de terceras elecciones como mal menor, con un candidato improvisado y de circunstancias distinto a Pedro Sánchez. Y un tercer grupo –País Vasco, Cataluña, Baleares y Castilla y León- apuestan decididamente por nuevos comicios, pero con el defenestrado Sánchez a la cabeza, porque dan por seguro que se impondría en las primarias previas a la campaña.

La clave está hoy en la capacidad de la gestora para atraerse el apoyo de federaciones de menor peso específico, pero capaces de aportar al Comité Federal los votos suficientes que contrarresten la ofensiva puesta en marcha contra Javier Fernández y Susana Díaz: Canarias, La Rioja, Murcia, Galicia, Cantabria y Navarra. En algunas de ellas, la posición de partida sigue siendo un «no» taxativo, pero en otras hay una división evidente. Se hacen números contra el reloj.

Así las cosas, el Comité Federal aún sin fecha no se va a dirimir entre la disyuntiva «abstención sí» o «abstención no». Se ha abierto formalmente la vía de un limitado número de abstenciones «sacrificadas» que escenifique una comprensión hacia quienes se reafirman en su negativa a un Ejecutivo de Rajoy y amenazan con una rebelión, e incluso con la ruptura del grupo parlamentario en el Congreso que empiece por una disgregación sobreactuada del PSC. La voluntad de la gestora sería que los diputados votasen con una unanimidad resignada y sin escisiones para acatar la disciplina interna y la obediencia debida. Pero difícilmente será posible. El círculo parece cerrarse solo en torno a una decena de parlamentarios «suficientes» para centrarse después en la prioridad del nuevo PSOE: sobrellevar la quiebra emocional hasta el congreso extraordinario en 2017 y ajustar cuentas cuando el duelo se haya enfriado.

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